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La revolución es interpretar música irlandesa

La revolución es interpretar música irlandesa

17 de marzo de 2021

Anthony Kelly 

Cuando la gente piensa en Irlanda, la imagen recurrente suele ser un vaso de cerveza oscura con espuma. Sin embargo, en un pasaporte irlandés o en cualquier euro irlandés, verás el símbolo del arpa. El arpa se ha mostrado desde 1534, cuando el célebre Enrique VIII acuñó el groat, la moneda de plata angloirlandesa. Entre otros lugares, el arpa también se encuentra esculpida en lápidas de los siglos viii y ix.  

El antiguo mundo gaélico celebraba a los arpistas y la música, a manera de homenaje, la bandera verde con un arpa de oro se convirtió en el símbolo de la Irlanda revolucionaria durante generaciones. La Sociedad de Irlandeses Unidos utilizó el arpa dorada con fondo verde como motivo central y símbolo nacional de la rebelión de 1798. “Es un arpa nueva y será escuchada”, era el lema inscrito en el estandarte, debido a la censura a la cual los arpistas eran sometidos desde la época isabelina.

Una vez superada la gran hambruna, que destruyó el idioma irlandés y provocó una enorme pobreza y migración, la música irlandesa, con su antigua tradición de melodías gaélicas, renació en el siglo xix, gracias al resurgimiento de la cultura celta. En el siglo pasado, el Estado británico fue derrocado en la guerra de independencia irlandesa (1919-1921). Sin embargo, después de obtener la independencia, Irlanda sería nuevamente reprimida, esta vez por la Iglesia católica romana. El incipiente Estado irlandés fue sostenido por la religión en una sociedad carbonizada por la guerra civil. La influencia dañina de la Iglesia conduciría al abuso infantil y a los escándalos de los “hogares para madres y bebés”, lugares que funcionaron durante años, en lo cuales las madres solteras eran confinadas en casas de trabajo similares a cárceles y administradas por iglesias, mientras que sus hijos eran arrebatados y enterrados en fosas comunes. 

En la década de 1950, la radio y la televisión expusieron a los jóvenes músicos irlandeses al rock and roll estadounidense. En los años sesenta, The Beatles y el pop folk también llegaron a Irlanda. Sin embargo, la gran década de la música sería la de 1970, gracias al movimiento punk y a la guerra civil en Irlanda del Norte, conocida como The Troubles. Era la época de The Boomtown Rats; la música irlandesa renacía con el atractivo mundial de los rockeros dublineses, como Phil Lynott. 

La era moderna nació en la década de 1980, con bandas irlandesas como Something Happen y Fat Lady Sings, que al poco tiempo de formarse irrumpieron en la corriente principal; además del éxito volcánico de Bono y U2. Esta última banda se integró en Clontarf por un grupo de amigos de escuela, quienes se reunían después de clases, y se transformarían en nombres conocidos en todo el mundo.  

La historia de U2 me obliga a recordar Sing Street, la película musical del director irlandés John Carney, obra para la cual escribió la letra de varias de sus canciones. La película, ambientada en los ochenta, es la historia de un grupo de amigos de la escuela que forman una banda. Parece, en gran medida, la historia de los primeros días de U2, pero ambientada en la zona urbana, en lugar de la exclusiva y acaudalada Clontarf de Bono. El joven protagonista llega a su nueva escuela, un instituto católico, en el cual se alude claramente al abuso infantil por parte de la Iglesia. Los chicos se aferran a la música como a una puerta hacia la libertad personal, y también como un medio para conocer chicas. 

La historia se desarrolla en Dublín, cuando —al igual que en la hambruna de 1840— miles de personas emigran cada semana. Los jóvenes se inspiran en bandas como Duran Duran, y ofrecen una inteligente historia de iniciación, con un chico cool como héroe. Se trata de una joven figura parecida a Bowie, que dirige sus propios videos musicales. Estamos ante un lenguaje visual marcado por los bravucones de la escuela y el poder transformador de la música, que al final los une: poetas, modelos, bravucones. Al concluir, el héroe y su chica se alejan en un barco de pesca, iniciando un viaje casi metafísico: van a Londres en un desesperado intento por triunfar. Frente a este hecho, resulta inevitable preocuparse por si tienen suficiente combustible para cruzar el mar. 

El director, John Carney, tocó el bajo con la exitosa banda The Frame de 1990 a 1993 —agrupación para la cual también dirigió algunos videos—, antes de comenzar a trabajar en televisión creando Bachelor’s Walk, un programa irlandés de gran influencia, y más tarde dedicarse por completo a hacer películas. Si bien, cuando Steven Spielberg elogió Sing Street, John Carney lo minimizó diciendo que este director “no era más que un hombre con barba”, cabe destacar que Carney podría ser visto como el Spielberg irlandés, además de que también usa barba.

 Antes de Sing Street, Carney dirigió Once, la ahora inmortal película que se convirtió, a un solo tiempo, en musical: la historia de un músico y la historia musical de un amor no consumado. Once fue filmada con muy bajo presupuesto, y protagonizada por Glen Hansard de The Frames, junto a Markéta Irglová, una cantante checa. Con todo y las restricciones económicas, consiguieron utilizar una canción de Van Morrison: And the Healing Has Begun, para ser interpretada por Glen Hansard. Hansard, Irglová y Carney eran buenos amigos, así que la gran química entre ellos y el notable talento de cada uno se fusionaron para conseguir un clásico moderno con canciones originales. El genio creativo de este trío brilla por sí mismo, y condujo su obra a un reconocimiento global, convirtiéndola en obra de teatro musical. Carney ha hablado sobre su amor por los primeros éxitos de Frank Sinatra y Gene Kelly en Dancing in the Rain. Le encantan los artistas auténticos, y ésta es también la razón por la que Once tuvo tanto éxito. 

John Carney se destaca no sólo como director, compositor y bajista, también por el talento único de su voz suave. A menudo me he encontrado con él en la calle Grafton, hogar de los músicos callejeros de Dublín, o en alguna exposición de arte. Es un hombre acerbo, humilde y barbón. Carney ha continuado la revolucionaria tradición musical y narrativa de Irlanda, creando películas clásicas con letras hermosas. Conozco al menos a un guía turístico que siempre toca la banda sonora de Sing Street en sus recorridos en autobús.

La música irlandesa está atravesando una época dorada en este momento. Todo el mundo es cantautor, y nunca ha habido un mejor momento para sintonizar la música local. En una charla reciente, le pregunté a David Doherty, músico y autor proveniente de County Clare, a quién debería escuchar si estoy interesado en la música irlandesa. Entre sus recomendaciones destacan Susan O’Neill y Lisa O’Neill. También Baby Talk, de Susan y Mick Flannery, una de las mejores canciones irlandesas de los últimos diez o veinte años; Oh My Love, de Old Hannah, un clásico absoluto, y el genio de Impossible Beautiful, de Julie Feeney, en voz y música. 

Glenn Hansard continúa tocando y cantando, y puedes escuchar sus melodías en . También suele participar en presentaciones benéficas en épocas no pandémicas. En 2019, produjo la antología de comedia romántica Modern Love, para la cual también dirigió y escribió varios episodios. Markéta Irglová vive con su esposo y sus tres hijos en Islandia. La música e Irlanda han recorrido un largo camino desde los tiempos en que se quemaban las arpas. Todos los días, una nueva y audaz voz resuena en Grafton Street. Ésa es la esencia de la revolución: tomar una posición y hacer ruido. +