Autoamor radical para empezar el año

Autoamor radical para empezar el año

10 de enero de 2022

Áurea Camacho

Sonya Renee Taylor es la autora de El cuerpo no es una disculpa, que más que un libro se ha convertido en un movimiento internacional que ha ayudado a miles de personas a liberarse de la vergüenza y la culpa de ocupar sus propios cuerpos.

En esta época del año cuando muchos caen en la presión de ponerse a dieta y abundan las bromas y los memes sobre lo mucho que comimos en las vacaciones y las fiestas, pareciera un contrasentido hablar de este tipo de enfoque. Sin embargo, creo que es necesario y sanador, porque es probable que algunos consideren, como yo, que el autocuidado no tiene que ver con tratar de cambiar –empequeñecer– tu cuerpo.

Parece un poco extraño pensar que alguien tenga que disculparse constantemente por cómo es, por el lugar que ocupa en el mundo, ¿cierto? Esa es la premisa principal de este libro.

Sonya plantea que todos tenemos una “inteligencia natural”. Así como una bellota no se pregunta si llegará a ser un árbol ni pide perdón por ser café, nuestra inteligencia natural apela a nuestra esencia, a la certeza de que estamos hechos para convertirnos en nosotros mismos.

Además, la autora señala la necesidad de desarrollar el autoamor radical, que no tiene que ver con la autoaceptación, la autoconfianza o la autoestima. Es un concepto más profundo que nos guiará más allá de la soberbia o el egocentrismo.

Una de las propuestas más interesantes que hace Sonya es que debemos anclarnos en el cuerpo, para que todo este trabajo de autoamor sea concreto y tangible. Además, el cuerpo es la manera más directa de relacionarnos con los otros y con el mundo, por lo que el cambio tiene que ir de adentro hacia afuera.

Foto tomada del perfil de Facebook Sonya Renee

¿Y por qué debe ser autoamor radical? Porque hay que ir al fondo, llegar a la raíz, como sugiere la etimología de la palabra. La autora nos recuerda que cuando éramos bebés, no sentíamos culpa por nuestro cuerpo, no cuestionábamos nuestros cachetes ni nos avergonzaba nuestra barriguita. Entonces, todos esos sentimientos negativos hacia nuestro cuerpo fueron aprendidos, impuestos desde afuera.

Otro de los conceptos interesantes que aborda este libro es la interseccionalidad, que básicamente lo que nos dice es que todos tenemos múltiples dimensiones: no somos sólo una cosa: ni solo somos mujeres, o madres, o adultos, o profesionistas. Estas múltiples facetas nos dan identidad y esta variedad de circunstancias nos permiten tener riqueza cultural. Qué aburrido sería si todos fuéramos iguales, ¿no? Entonces, ¿por qué pretendemos que todos entren en un solo molde?

Para ayudarnos a hacer estas reflexiones la autora ideó una serie de preguntas que nos acompañan de principio a fin del libro y que ella bautizó como “Preguntas que no piden perdón”. Con ellas podemos hacer una indagación profunda de nuestros propios prejuicios, de las situaciones que hemos experimentado y que nos han causado dolor o de lo que nosotros hemos hecho a los demás, ya sea por desconocimiento o por seguir la corriente de los demás.

Además de llevarnos a la reflexión individual, Sonya nos propone cuestionar nuestra sociedad, las creencias más profundas que nos han inculcado, a los medios de comunicación e incluso al gobierno, pues en todos estos ámbitos hay un grado de responsabilidad. Pensemos por ejemplo en cómo son tratadas las personas con discapacidad. La mayoría de las veces, como dice la autora, son utilizadas como “porno inspirador”, es decir, se nos muestran como personas excepcionales por “superar” los obstáculos que la propia sociedad les ha puesto, como fuentes de inspiración por enfrentarse a las dificultades que por ser ignorados o no ser tomados en cuenta tienen que vivir.

Así, con este libro Sonya nos invita a cuestionar nuestra propia forma de actuar. Afirma que solemos tener problemas para comprender a los demás y cuando no comprendemos algo, en lugar de aceptarlo o tratar de profundizar más para conocerlo, trasladamos nuestra incomodidad hacia el otro, culpándolo de no encajar en lo que nosotros pensamos que está bien o en lo que nos han dicho que “debe ser”. Por eso, la aceptación de uno mismo y de los demás nos llevará a la expansión, al gozo de ser quien eres y no pedir disculpas por ocupar un lugar –ya sea pequeño o grande– en el mundo. +