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Como agua por las grietas

Como agua por las grietas

24 de enero de 2022

Un extracto de Amado Líder: Como agua por las grietas

Un movimiento populista en ascenso es señal de que el sistema ha sido incapaz de resolver las tensiones, al menos porque sus partidos tradicionales no contienen ya a las voces disidentes, ni articulan la agitación y la confusión provocadas por las crisis.

A la vez que señala un problema, el populismo puede agudizarlo, pues sus movimientos son efectivos desde la oposición, pero inhábiles cuando acceden al gobierno. Son outsiders que no trabajan con consensos ni compromisos, pues lo suyo es medrar mediante la exacerbación de las tensiones. Y no buscan acuerdos porque necesitan el campo político limpio como tabula rasa: Amado Líder quiere el poder para refundar la nación.

No son tiempos sencillos. Occidente está en declive y Estados Unidos, su líder cultural, es una maquinaria oxidada pintada de cuando en cuando a un costo creciente que no puede ocultar por completo la herrumbre. El mundo observa los desafíos de la siempre expansionista Rusia, sostenida por la autocracia de Vladimir Putin. Como él, otros gobiernos autoritarios actúan con desparpajo y a la luz del día contra sus opositores y adversarios sin temor a las reprimendas y sanciones de Occidente, que sólo parecen ser efectivas con naciones pequeñas y no alineadas. China se consolida como la nueva superpotencia del mundo multipolar —fue el segundo inversor global en 2018— y sus colocaciones financieras, que son crecientes en América Latina en especial en petróleo y minería, ya han creado relaciones desafiantes para los países receptores de crédito. Venezuela es el principal receptor de fondos chinos por volumen y per cápita, seguido de Ecuador. China es, además, el principal socio comercial de Brasil y también un fuerte inversor en Argentina.

Los Estados han quedado superados por la velocidad y autonomía con que circula el capital financiero, y el poder determinante de numerosas corporaciones globales —el valor de mercado de Apple en 2019 era superior al pib de Brasil, la mayor economía latinoamericana. Particularmente en los países en vías de desarrollo, la capacidad de los gobiernos para establecer condiciones razonables a la inversión internacional estará cada vez más en entredicho. La incidencia de una región como América Latina en el juego geopolítico es reducida. El mundo nos ha prestado atención, sobre todo, cuando nos metimos en problemas. En condiciones de estabilidad, somos un niño pequeño en la mesa. Habla y es tolerado, pero las decisiones son de los mayores.

Europa lo sabe ya y América Latina lo verá con claridad en no más de dos décadas: no se podrán pagar pensiones en el futuro mediato y, antes de eso, veremos a los hospitales colapsar; las infraestructuras dependerán crecientemente del auxilio de benefactores y las cuentas fiscales requerirán flexibilidad, maquillaje, privatización o mecenas para sobrevivir. Ya hoy una sección de los presupuestos de ciencia está sostenida por la filantropía privada —que tiene una predecible agenda propia— y es probable que la fracción de la torta se amplíe sobre todo en proyectos de investigaciones aplicadas.

La ficción de que las arcas públicas aún pueden ocuparse de las demandas de todos los ciudadanos potenciará contradicciones ya existentes, y creará otras. La brecha norte-sur reconoce hoy ya disputas interiores en el norte-norte. Legislaturas de estados republicanos de Estados Unidos han aprobado normas que contradicen el espíritu progresista de sus pares demócratas en materia de derechos de minorías, mientras que algunos de esos gobiernos conservadores litigan contra disposiciones del gobierno federal en asuntos de salud reproductiva, medio ambiente, matriz energética y derechos

electorales. En Europa, por ejemplo, fue notoria en 2020 la resistencia del gobierno de Holanda a que la ue emitiera bonos de deuda colectiva como pedían varias naciones mediterráneas para sortear la crisis económica producida por el coronavirus. El conflicto Cataluña-España ha mostrado las divergencias entre el gobierno central y el comunitario, alimentando la grieta entre los militantes de ambos nacionalismos, unos porque aseguran ser un motor económico indispensable de la nación española y los otros, porque se dicen cansados de subsidiarlos.

Si esas disputas ya han alimentado proyectos nacionalistas alternativos, la profundización de la brecha norte-sur será pasto reseco para el fuego xenófobo y el racismo. Hacia 2019, el neopopulista Matteo Salvini se resistía a seguir tomando refugiados subsaharianos que llegaban en balsas a la isla de Lampedusa bajo el argumento de que Europa había condenado a Italia a asumir una función que no le correspondía. La derecha griega ganó muchos puntos electorales durante los años en que el país fue un área de acceso a la Europa continental para decenas de miles de familias sirias que escapaban de las masacres de Bashar al-Assad. Las migraciones masivas no se detendrán.

El regreso del Talibán a Afganistán tras la derrota de Estados Unidos y sus aliados, producirá una nueva crisis de refugiados. El cambio climático obligará a nuevas marchas hacia países con mayor seguridad alimentaria. Las persecuciones políticas y religiosas seguirán siendo significativas justo cuando las naciones desarrolladas de Occidente no tienen ya capacidad para atender a sus ciudadanos y las demandas del mundo multipolar.

La sensación de catástrofe se acrecienta con la ansiedad. El mar de datos macroeconómicos suele traducirse a la microeconomía bajo la noción de la confianza del consumidor. La gente cree en las cifras difundidas o, para bien o para mal, desarrolla una percepción distorsionada de su impacto. La idea de inseguridad adquiere cuerpo si se alientan ciertas creencias: la de que las ciudades sufren más violencia por el arribo de extranjeros pobres; la de que esas personas obtienen empleos que de otra forma serían de connacionales; y la de que millares de extraños se resisten a integrarse en la cultura nacional.

De hecho, numerosos procesos populistas —como el Brexit o la presidencia de Trump— se han sostenido en la aceptación de falsedades presentadas como hechos o en la magnificación de ciertos problemas. Todas las derechas han hecho de los musulmanes sujeto de ese miedo; Trump empleó el terror a los maras y fantaseó con la inseguridad y violencia que llevaban a las ciudades estadounidenses los migrantes centroamericanos.

Pero muchas vivencias son tan realistas como se sienten. La deslocalización laboral benefició las cuentas de las empresas que trasladaron producción al extranjero, mientras produce bolsones de trabajadores desempleados y sin entrenamiento adecuado para regresar a un mercado que demanda nuevas habilidades. Llamativamente, incluso los graduados universitarios que invirtieron en su educación, no obtienen buenos trabajos o ninguno, pues la competencia es elevada y en muchas economías no parece haber suficiente demanda para tanta oferta capacitada. La productividad global no ha dejado de crecer en los últimos treinta años, pero los salarios no se acoplaron a ese ritmo. Los jóvenes trabajan más que sus padres para acceder más tarde a una casa más cara. Y aunque la indigencia en general ha disminuido, las élites de millonarios y billonarios captan más riqueza relativa que el resto de la sociedad. +