120 años de Marguerite Yourcenar, la inabarcable

120 años de Marguerite Yourcenar, la inabarcable

11 de mayo 2o23

Por Mariana Aguilar Mejía

Yo no creo como ellos creen, no vivo como ellos viven, no amo como ellos aman… Moriré como ellos mueren.
Marguerite Yourcenar, Fuegos

Hay libros que encienden en nosotros el deseo profundo de experimentar todo lo que la vida sea. La obra de Marguerite Yourcenar contagia una fuerza vital que arrasa con todos los límites impuestos a la experiencia humana: el temor al mundo, la cortedad de vista, los prejuicios, la reticencia a amar desesperadamente. Las oraciones perfectas de Marguerite, a las que no les falta ni les sobra nada, tienen la contundencia de un golpe de realidad, y a la vez contienen una sabiduría honesta, fruto de largas horas de reflexión.

La mañana del 8 de junio de 1903, la ciudad de Bruselas recibió a una niña de ascendencia francesa y belga. Marguerite nació en una familia adinerada, en la que se privilegiaba el espíritu aventurero gracias a la personalidad de su padre, Michel de Crayencour. La madre, Fernande, murió diez días después del parto.

Marguerite experimentó la relación con su padre como una complicidad absoluta: él promovió su educación clásica, que pronto se convirtió en erudición; también le transmitió el placer de viajar y el gozo de la libertad. Juntos idearon el seudónimo de la escritora, un anagrama a partir del apellido Crayencour: Yourcenar. En Recordatorios (1974), el primer libro de la trilogía El laberinto del mundo, la escritora define a su padre:

Casi siempre accedía a los deseos de sus mujeres sucesivas, igual que accedería más tarde a los de su hija, que era yo. Había en ello, sin duda, una generosidad que, llevada hasta tal punto, no he visto en nadie más que en él, y que le hacía decir sí en lugar de no a los que amaba.

Los primeros libros famosos de Yourcenar ya mostraban el incendio de una mente apasionada. En Alexis o el tratado del inútil combate (1928), la escritora ahondó en la confesión de un joven que le explica a su esposa el motivo por el que la abandona: su homosexualidad. La libertad de amar sin restricciones de ningún tipo fue una bandera que Yourcenar portó durante toda su vida.

Diez años después, una Marguerite enamorada hasta la infatuación de su editor, André Fraigneau, publicó un libro en el que su pasión no correspondida se eleva a lo sublime: Fuegos (1936). Se trata de una serie de recreaciones líricas de mitos griegos. A través de la belleza y la tragedia, la escritura profundiza en el amor como una rebelión ante el mundo burgués, apagado, mediocre. El libro contiene, además, una serie de aforismos que deslumbran por sí mismos:

Amar con los ojos cerrados es amar como un ciego. Amar con los ojos abiertos tal vez sea amar como un loco. Yo te amo como una loca.

Marguerite Yourcenar nunca abandonó el tema amoroso, ni en sus libros ni en su vida, pero sí extendió ese amor a una conexión con todo lo existente durante su madurez. La pasión por el conocimiento de lo humano llevó a la autora a identificarse con seres de otras latitudes, otras culturas y otras épocas. Éste es el origen de sus novelas consideradas históricas: Memorias de Adriano (1951) y Opus nigrum (1968), las obras que la llevaron al reconocimiento universal. Yourcenar concibió las ideas de estos dos libros durante su juventud, cerca de los veinte años; sin embargo, su proceso creativo vio la luz décadas después. En las anotaciones de Memorias de Adriano explica:

En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años.

Además de la investigación exhaustiva que implicó esta obra, la escritora logró acercarse hasta la unicidad a Adriano, emperador de Roma. En una entrevista para BBC, comentó que la experiencia de Adriano se volvió inseparable de la suya. La novela mezcla la sabiduría de un hombre excepcional, no atado a nada más que a la pasión vital, con la exploración de los sentimientos universales y eternos. El emperador reflexiona sobre su posición en el mundo y concentra en una frase la fascinación que siente por la vida:

El catador de belleza termina por encontrarla en todas partes.

En Opus nigrum destaca la pasión por la libertad y el conocimiento. Zenón, un médico alquimista a inicios del Renacimiento, lleva hasta el extremo la defensa de ser quien es, el derecho a transgredir lo establecido y, de nuevo, el espíritu de la aventura. Perseguido por la Iglesia, entregado a un mundo científico que apenas nacía, el personaje porta una rebeldía que resonó con fuerza en su año de publicación: 1968. Cuando Zenón toma el camino de lo incierto, sin saber dónde dormirá esa noche, es capaz de sentir la emoción de estar vivo:

Casi le parecía haber insultado a las infinitas posibilidades de la existencia renunciando tan largamente al ancho mundo.

Marguerite Yourcenar nunca renunció al mundo. Amó profundamente. Escribió otras obras tan maravillosas como las aquí retomadas. Viajó hasta el año de su muerte, 1987. Manifestó en sus libros una profunda empatía con todos los seres humanos (recopiló durante veinte años spirituals negros, oraciones de los pueblos afrodescendientes del siglo xix, que definió como “patrimonio poético de la humanidad”), así como su unión con todo lo vivo, incluyendo la defensa de los animales (en un capítulo de Opus nigrum, Zenón compra una jaula de conejos que le venden para cocinar y los libera en el bosque). Este 2023 celebramos 120 años del nacimiento de una escritora inabarcable, cuya biografía y obra siguen inspirando a los lectores a convertirse en catadores de belleza. +