Michael Sledge: la aventura de amar un nuevo mundo
13 de febrero 2023
Por Irma Gallo
En México estamos acostumbrados a que los extranjeros que vienen, ya sea de visita o para quedarse —y sobre todo si provienen de naciones con mayor poder económico—, tienen una actitud colonialista, que, como una aplanadora, intenta imponer su modo de vida y costumbres porque los nuestros les parecen “bárbaros”, “absurdos” o “primitivos”.
Pero todo lo anterior no aplica para el escritor Michael Sledge (Houston, Texas, 1962), quien llegó a Oaxaca hace cerca de 15 años y desde el principio se enamoró del lugar que se convertiría en su casa: una hacienda abandonada en medio de una zona rural que él y su pareja transformaron poco a poco en un espacio habitable.
No fue siempre fácil para este gringo ―como él mismo se nombra― acostumbrarse a su nuevo país, pero su mirada horizontal, esa apertura para dejarse sorprender y una inteligencia y sensibilidad poco comunes se conjuntaron para construir una visión que va desde el asombro hasta el amor, pasando, también, por algunos momentos de miedo y franco terror. Todo esto se puede encontrar en la lectura de Al sur. Crónica del Valle Encantado (2022), que Sledge ha publicado con editorial Turner México y acerca del cual conversó con Lee+.
¿Cómo surge la idea de escribir lo que estabas viviendo en un país nuevo para ti?
Fue un proceso como de diez años. Llegué a México sin saber que me estaba mudando a otro país. Viajé desde Estados Unidos con un proyecto académico, de una escuela de arte en California. Empecé a venir en los veranos, con estudiantes. Trabajábamos en un taller con artesanos. Después buscamos una base más permanente en Oaxaca para avanzar con el proyecto, y encontramos esa casa abandonada en el campo, llena de lechuzas, animales y espíritus. Como gringo, pensé en términos muy pragmáticos: “¡Ah, esa casa va a ser perfecta para el proyecto!”. No tenía idea, en ese momento, de que no estaba comprando una casa: estaba entrando en una comunidad, una historia, un lugar con muchos niveles de símbolos, de emociones, todo con un significado muy fuerte. Y entonces, con los años, poco a poco empecé a entender mejor dónde estaba, y eso fue un proceso a veces frustrante, a veces alucinante, y siempre muy interesante. Empecé a escribir unos ensayos sobre cosas que me interesaban en este proceso, y poco a poco encontré una forma de explorarlo en un formato más largo, en un libro.
¿Cómo logras esta mirada horizontal respecto al otro, al que es distinto, en este caso, a Oaxaca y a sus habitantes, a la comunidad?
Preguntaste cuándo empecé a pensar en esto como libro y creo que fue durante la campaña de Trump. Si puedo pensar en un momento, fue ése: escuchando tantas cosas feas sobre los mexicanos, empecé a pensar cómo es la representación de México en Estados Unidos. Y es muy oscura, basada en el miedo a la diferencia: “México es peligroso”. “México te va a enfermar”. “En México todo es malo”. Entonces se me ocurrió que no había conocido a nadie con el privilegio que yo tengo, de estar tanto tiempo en este país, realmente como parte de una comunidad. Pensé que tengo una responsabilidad o un deseo de presentar otra imagen de México.
Al principio, estaba pensando en un lector estadounidense, pero quizá sirva también para muchos mexicanos que no conocen el tipo de vida que he encontrado en Oaxaca. Por ejemplo, existen habitantes de Ciudad de México que no han visto lo que yo. Sobre todo, se trata de decir esto: hemos visto todas las películas de narcos, del lado oscuro de México, así que quise presentar otra cosa, tan real y tan fuerte como esa imagen oscura.
Por otra parte, una cosa que he aprendido desde el primer día que llevo viviendo aquí es a llegar humilde, con respeto. Exigen que yo participe en la vida comunal, y ahí no puedes llegar como colonialista.
Al sur. Crónica del Valle Encantado es una serie de crónicas en las que narras tus experiencias como habitante de esta región de Oaxaca. Hay historias de fantasmas; de ejidatarios que se unen para reclamar, machete en mano, a los hacendados extranjeros —tú y tu pareja— un pedazo de tierra que supuestamente les pertenece; incluso de la familia multiespecie que ustedes dos forman con tres burros, un caballo y un perro. ¿Qué nos puedes contar sobre los temas que elegiste?
Siempre me han encantado los animales. Me encantan los burros. Entonces, cuando llegué a este rancho, tuve esa idea un poco naive, ignorante, de “tengo un rancho, quiero un burro. Es lo más mexicano que puedo hacer”. Y, antes de seguir con esta fantasía, un amigo apareció en mi fiesta de cumpleaños con un burrito bebé. En ese momento no sabía si se trataba de una costumbre mexicana, llevar un burro a la fiesta. Agradecido, acepté la burrita. Empecé con esa idealización de cómo sería tener un rancho en México, con un burro. Y realmente la burra se volvió muy emblemática de mi relación con el país: ella nunca iba a estar de acuerdo con mis ideas de cómo debe ser un burro. No es Platero. No es una burra noble. Tiene sus ideas muy fuertes. Entonces, escribo sobre ella en ese aspecto: cada vez que tengo una idea de cómo es vivir en México, siempre recibo otra lección. +