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Las reglas de asilo en Estados Unidos no aplican para todos. Entrevista con Eileen Truax

Las reglas de asilo en Estados Unidos no aplican para todos. Entrevista con Eileen Truax

16 de febrero de 2021

Irma Gallo 

Fenómeno ineludible en nuestros tiempos, la migración ocurre en todo el mundo. Avanza desde los países que enfrentan situaciones de violencia, pobreza, desigualad, destrucción de territorios por el cambio climático, violación de derechos humanos y corrupción hacia aquellos conocidos como “primer mundo”: más ricos, pero también desiguales; con sistemas judiciales menos corruptos, pero cuya balanza se inclina por criterios xenofóbicos y racistas; violentos, pero sólo contra los inmigrantes de otro color, los más pobres.

Todos tenemos claro de qué hablamos a través de la palabra migración; no obstante, cuando el término es petición de asilo, pocos sabemos a qué se enfrentan quienes un día salieron huyendo de sus países porque su vida corría peligro y llegaron a otras fronteras pidiendo urgentemente que los dejaran quedarse ahí. En El muro que ya existe. Las puertas cerradas de Estados Unidos, la periodista mexicana avecindada en Los Ángeles, Eileen Truax, relata las historias de mujeres y hombres que llegaron a pedir por sus vidas. Lo hace desde la empatía de quien ha caminado a su lado, los ha visitado en sus casas, ha entrado a los centros de detención —eufemismo para nombrar a esas prisiones donde esperan una resolución— para hablar con ellos de frente, mirarlos a los ojos y escucharlos, tareas fundamentales de todo periodista.

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Lee+: ¿Cómo empezaste a trabajar este libro?

Eileen Truax: El muro que ya existe habla de cómo las personas que salen de su país para salvar la vida y solicitar asilo en Estados Unidos se encuentran con un muro burocrático, con una cantidad de trabas que impone el proceso de asilo, de manera que nunca pueden entrar. La única opción que les queda es entrar de forma ilegal, y esto es muy relevante, ya que más de la mitad de las historias que narro aquí, de personas que han sido víctimas de violencia por parte de cárteles, por parte del Estado, por parte de organizaciones policiacas, son mexicanas. Lo que hago es narrar historias sobre lo que enfrenta cada persona cuando viene y dice “mi vida está en peligro”. Las condiciones bajo las que se otorga asilo político en Estados Unidos no han cambiado a través de Bush, Obama, Trump, y tampoco estoy muy segura de que vayan a cambiar con Biden, porque ésta no es cuestión de un gobierno, sino de un sistema. Lo que busca este libro es denunciar ese sistema y hacer evidente que hay una maquinaria en la que están involucrados, no sólo un gobierno estadounidense o muchos, sino también gobiernos de los países expulsores, y tenemos que estar conscientes de ello.

Lee+: Un sistema que tiene que ver, de este lado, con la impunidad y la corrupción, con familias destrozadas, no sólo porque secuestran y matan a un miembro, sino a dos, tres o hasta más.

Eileen Truax: Amenazan a los siguientes miembros de la familia, y entonces deciden salir; como una familia de Chihuahua, que no le quedó más que agarrar una maleta, cruzar la frontera y decir “ayúdenme”. Esto que dices de la impunidad y la manera en que el poder político es cómplice de los grupos criminales es una herida muy fuerte, particularmente en los estados del norte: Chihuahua, Baja California, Tijuana… las áreas fronterizas. Porque una vez que estas familias llegan a Estados Unidos, no se trata nada más de salvar la vida o de escapar del peligro, sino que también existe este sentimiento de que no hay manera de hacer justicia, y mientras no tienes eso es muy difícil vivir, no importa donde estés.  

Lee+: Y además viene el asunto de la supervivencia económica, como en el caso de la familia Reyes Salazar.

Eileen Truax: Recuerdo a la matriarca de esta familia, doña Sara, que tuvo 10 hijos, y cuando llegaron a Texas, a El Paso, tenía cuatro hijos vivos, y me decía “no me quiero morir aquí”. Lamentablemente murió hace un par de años. Después del secuestro de dos de sus hijos, doña Sara, que vivía en el pueblo de Guadalupe en Chihuahua, va a la capital a protestar frente a la oficina del gobernador y, mientras está protestando, le queman su casa. No hay una sensación de alivio en la persona que llega a pedir asilo cuando no hay justicia, cuando no se reconoce que ha sido víctima del Estado. Para mí, ése es el punto que une todas las historias; hay muchas, muy diversas: la de tres niñas que a la mamá la secuestraron los militares, entonces ellas vienen para acá siendo niñas y aún así siguen pidiendo justicia. El hilo conductor es la impunidad desde el Estado mexicano, que es lo que los obliga a salir: la incapacidad de protegerlos después de que han sido víctimas, y los criterios que aplica el gobierno estadounidense para otorgar asilo político a estas personas, que no cuentan con las características, con los criterios que se aplican actualmente.

Ése es el sentido del título: sí hay reglas de asilo y sí se aplican las normas internacionales de asilo, pero no para todos; sólo para quienes vienen de ciertos países, con cuyos gobiernos hay una confrontación. De los países amigos no recibes a alguien, ya que implicaría reconocer que su gobierno ha sido incapaz de velar por esa persona. Es esta forma convenenciera de trabajar las normas internacionales para la defensa de los derechos humanos la que termina convirtiéndolos en reglas que se aplican con fines políticos, con criterios económicos y, en época de elecciones, con criterios partidistas.

Lee+: Los centros de detención son el limbo para quienes salen huyendo de su país y terminan en alguno de estos lugares.

Eileen Truax: Esto es terrible y creo que en ambos lados de la frontera se tiene que saber, porque no se conoce. En la mayor parte del mundo, el proceso para pedir asilo político es el siguiente: llegas a la frontera de un país, explicas que estás en una situación de vida o muerte y que pides asilo porque tu vida o tu integridad están en riesgo; a diferencia del refugio, donde lo solicitas desde tu país. En el proceso normal de asilo, las personas a cargo del control migratorio te llevan a un centro de detención; eso pasa en todo el mundo. En el centro, alguien te va a entrevistar para determinar si tienes algo que en inglés se conoce como credible fear; en español sería “miedo creíble”. Te hacen una serie de preguntas y, con base en esa entrevista, determinan si es posible que seas un caso para presentar en una corte o no. Si la respuesta es no, en ese momento te deportan; en caso de que la respuesta sea sí, te quedas en el centro de detención hasta que esta autoridad migratoria evalúe tu caso particular y determine. La mayoría de las veces lo que ocurre es que ven que no tienes antecedentes penales, que no corres riesgo de quedarte como indocumentado en el país. Entonces te dejan en libertad y puedes seguir ese proceso; en el caso de Estados Unidos puede tardar años. En países como Canadá, todo el proceso que acabo de contar tarda entre cinco y seis horas. Uno de los casos que cuento es el de Yamil Yaguar: él y su esposa vivieron desde muy jóvenes en Estados Unidos. Fueron deportados a México en 2010, justo cuando estaba comenzando la mal llamada “guerra contra el narco”, y sufrieron una serie de episodios: a él lo secuestraron, les cobraban derecho de piso… El caso es que volvieron para pedir asilo. Yamil se presentó; dijo lo que le estaba pasando; lo llevaron al centro de detención. Tuvo una primera entrevista; le dijeron que luego tendría otra, y que habría que hacer cita con el juez. Cuando hablé con Yamil, llevaba 14 meses en el centro de detención, esperando que su caso fuera revisado. ¿Qué tiene que estar pasando en tu país para que prefieras estar 14 meses metido en una prisión en el desierto de Arizona que viviendo en libertad? Al final, Yamil estuvo 26 meses en el centro de detención antes de que un juez decidiera que su caso tenía posibilidades para empezar el proceso de asilo.

Lee+: Los centros de detención son el limbo para quienes salen huyendo de su país y terminan en alguno de estos lugares.

Eileen Truax: Esto es terrible y creo que en ambos lados de la frontera se tiene que saber, porque no se conoce. En la mayor parte del mundo, el proceso para pedir asilo político es el siguiente: llegas a la frontera de un país, explicas que estás en una situación de vida o muerte y que pides asilo porque tu vida o tu integridad están en riesgo; a diferencia del refugio, donde lo solicitas desde tu país. En el proceso normal de asilo, las personas a cargo del control migratorio te llevan a un centro de detención; eso pasa en todo el mundo. En el centro, alguien te va a entrevistar para determinar si tienes algo que en inglés se conoce como credible fear; en español sería “miedo creíble”. Te hacen una serie de preguntas y, con base en esa entrevista, determinan si es posible que seas un caso para presentar en una corte o no.

Si la respuesta es no, en ese momento te deportan; en caso de que la respuesta sea sí, te quedas en el centro de detención hasta que esta autoridad migratoria evalúe tu caso particular y determine. La mayoría de las veces lo que ocurre es que ven que no tienes antecedentes penales, que no corres riesgo de quedarte como indocumentado en el país. Entonces te dejan en libertad y puedes seguir ese proceso; en el caso de Estados Unidos puede tardar años. En países como Canadá, todo el proceso que acabo de contar tarda entre cinco y seis horas. Uno de los casos que cuento es el de Yamil Yaguar: él y su esposa vivieron desde muy jóvenes en Estados Unidos. Fueron deportados a México en 2010, justo cuando estaba comenzando la mal llamada “guerra contra el narco”, y sufrieron una serie de episodios: a él lo secuestraron, les cobraban derecho de piso… El caso es que volvieron para pedir asilo. Yamil se presentó; dijo lo que le estaba pasando; lo llevaron al centro de detención. Tuvo una primera entrevista; le dijeron que luego tendría otra, y que habría que hacer cita con el juez. Cuando hablé con Yamil, llevaba 14 meses en el centro de detención, esperando que su caso fuera revisado. ¿Qué tiene que estar pasando en tu país para que prefieras estar 14 meses metido en una prisión en el desierto de Arizona que viviendo en libertad? Al final, Yamil estuvo 26 meses en el centro de detención antes de que un juez decidiera que su caso tenía posibilidades para empezar el proceso de asilo.

Uno de los casos que cuento es el de Yamil Yaguar: él y su esposa vivieron desde muy jóvenes en Estados Unidos. Fueron deportados a México en 2010, justo cuando estaba comenzando la mal llamada “guerra contra el narco”, y sufrieron una serie de episodios: a él lo secuestraron, les cobraban derecho de piso… El caso es que volvieron para pedir asilo. Yamil se presentó; dijo lo que le estaba pasando; lo llevaron al centro de detención. Tuvo una primera entrevista; le dijeron que luego tendría otra, y que habría que hacer cita con el juez. Cuando hablé con Yamil, llevaba 14 meses en el centro de detención, esperando que su caso fuera revisado. ¿Qué tiene que estar pasando en tu país para que prefieras estar 14 meses metido en una prisión en el desierto de Arizona que viviendo en libertad? Al final, Yamil estuvo 26 meses en el centro de detención antes de que un juez decidiera que su caso tenía posibilidades para empezar el proceso de asilo.

Lee+: Muchos migrantes no van a Estados Unidos para “quitar” trabajo. No van porque quieren; van porque es su vida la que está en juego.

Eileen Truax: Es lo más importante de resaltar: que estas personas no son migrantes que van por dólares. Creo que es muy justo que la sociedad mexicana empiece a hacerse responsable también de la apatía del Estado mexicano ante estas situaciones, porque éstas son familias cuyos niños tendrían que estar sentados en una escuela en México, con un Estado velando por ellos, por su protección, educación y salud. Es un trabajo de los dos lados de la frontera, de dos sociedades, y confío en el trabajo de la sociedad civil, que una vez sensibilizada no deja de actuar. Para mí eso es más poderoso que la iniciativa burocrática de cualquier gobierno. +