Púlsares del confinamiento: Tres poemas de América Merino
Sutileza y suavidad, pero a la vez fuerza y contundencia expresada en el lenguaje primordial que fluctúa entre la vigilia y el sueño, frágil, delicado, pero altamente poderoso por su capacidad revelatoria, son algunos de los aspectos de la poesía de la escritora viñamarina América Merino.
Atención, observación minuciosa del entorno, de los seres, viaje interior, son las cualidades que definen su poesía. La contemplación se afinca en las imágenes, en el arte, en la realidad social de su país y del orbe, pero esencialmente en la naturaleza: en su silencio y misterio y, ante todo, en el trazo que le da forma en el mundo, que es el trazo de la creación, tal como lo desarrolla en Fractales, un recorrido por el paisaje fractal de la Tierra que nuestros ojos no pueden ver sino es a través de la visión poética. El fractal es el perfil fragmentario de la naturaleza, que finalmente es el reflejo del trazo del universo. El contorno de la estrella es el filo de la montaña, el caleidoscopio de un copo de nieve. Es una geometría sutil y acaso, la geometría de lo sagrado, porque ha sido trazada por la fuerza creadora del universo y no por la razón humana.
Así, esta poesía implica una revelación. Dice Merino: “El acto de escribir comprende la creación de una apertura, de un cielo frente a uno mismo, desde las imágenes sugeridas en el poema hasta el sonido que surge al pronunciar cada palabra”.
En estos textos, desde la introspección, desde la fineza expresiva, la autora plasma la desolación de un mundo que se desmorona. En el primer poema, la voz habla desde el cuerpo casi en agonía en una sala de hospital, donde la memoria y la evocación del trazo del paisaje son único alivio; el segundo, evoca a las “arañas negras”, un grupo paramilitar fascista que operó a favor del surgimiento de la dictadura en Chile y que amenazó con resurgir durante el estallido social en dicho país en 2019; sin embargo, como metáfora siniestra, el virus también es una especie de totalitarismo invisible que nos mantiene confinados, separados y en peligro. El tercer poema continúa indagando en la fragilidad en la que como especie y civilización nos hemos sumergido, aunque en él se vislumbra la esperanza como una estrella en nuestras manos.
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RAÍCES
América Merino
Me conformaría con poder soñar
y con un cuaderno de dibujo.
Haría anotaciones
siempre pequeñas.
Observaría los árboles
y la oscuridad que proyectan las nubes
justo a la altura de la ventana
de mi habitación.
De vez en cuando,
dibujaría el movimiento
de las alas de un ave
a punto de iniciar su vuelo,
pero ahora mi casa está vacía.
Apenas puedo recordar esos árboles
y la forma de sus raíces,
sus hojas permanecerán dentro de mí
hasta que la tierra se ajuste a mi cuerpo.
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ARAÑAS NEGRAS
Los dolores me persiguen
como una preocupación constante.
Siento dolor hasta en mis sueños.
Grito durante el sueño
y mi grito continúa mientras despierto.
Regresarán las arañas negras,
la humildad de mi casa no va a protegerme.
Derribarán estas paredes de madera
y atravesarán el vacío frágil que entretejen las ventanas.
Vendrán con la intención de quemar mi pueblo.
Yo sólo espero que permanezca nuestra voz.
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EN EL CUENCO DE LAS MANOS
Desde el fondo de una sombra densa y craquelada
surgieron brazos enormes cubiertos de plástico.
Éramos frágiles,
el temblor del agua reflejaba nuestro propio temor.
Extendiéndose en los atardeceres, en la humedad del mar,
en la perdida serenidad del tiempo
en un respiro
a través del sobrevuelo de las montañas
como si en nuestras manos
pudiéramos asir la palabra eternidad
el último sonido que atraviesa un árbol
que ha envejecido
tardíamente y sin orillas,
sin oleaje, desaparece
como desaparecen las imágenes
de quienes solamente podemos recordar en los sueños.
Un refugio entonces —dicen— quédate ahí,
quédate,
mientras recordamos la claridad del viento
tratando de resquebrajar la perpetuidad de estos días.
Quédate
en esta ciudad cubierta de insomnio y espuma,
porque algún día la muerte
ya no tendrá nada más que llevarse.
Nadie podrá tocarte al otro lado de la ventana,
sólo un cielo blanco, un susurro
atravesando un campo de nieve
a la orilla de un río transparente que se difumina.
Lentamente las cosas volverán a encontrar su sitio,
quebrará una voz, al fin, este largo silencio
anunciando el inicio del viaje de las pequeñas embarcaciones.
Desde un nuevo muelle el cielo será más claro
y en el cuenco de nuestras manos, otra vez,
estarán las estrellas.
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Ha participado en encuentros de poesía internacionales, entre ellos The Americas Poetry Festival of New York (2019); Spanish and Latin American Voices in Oxford (2018); Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de México (2017 y 2018) y el Coloquio de Poesía Mística del siglo XX (UNAM, México, 2014).
Ha obtenido reconocimientos como la Beca de Creación Literaria (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Chile, 2012) y la Mención de Honor en el Premio Nacional Juegos Literarios Gabriela Mistral (2008 y 2013). Fue becaria del Taller de Poesía de la Casa-Museo La Sebastiana, Fundación Pablo Neruda (2004). Actualmente trabaja en la revista británica La Ninfa Eco y prepara la traducción de Parole, de Antonia Pozzi.
Curaduría y presentación de textos por Claudia Posadas.