La figura paterna en dos novelas mexicanas del siglo xx

La figura paterna en dos novelas mexicanas del siglo xx

En algunas novelas mexicanas del siglo xx, la figura paterna es un asunto de gran envergadura. El tema ocupó un lugar en el trabajo de escritores cardinales para este periodo. Esto se debe a su importancia real y simbólica en la sociedad. El peso del padre fue tal que en la actualidad resulta difícil entender un trecho de la historia de la literatura mexicana sin las obras que abordan este tópico. Si el juicio suena exagerado, releer y repensar aquella etapa tal vez sirva para poner algunas cartas sobre la mesa y para abrir el debate acerca de la huella paterna en la tradición literaria y en nuestra cotidianidad. El objetivo consiste en revalorar estas ideas y asombrarnos con sus conflictos.

Hablar de la figura paterna y de sus alcances literarios quizá sea hablar de un argumento conflictivo por naturaleza. Nunca estamos de acuerdo con el papel de padre en la familia. A veces resulta muy fuerte, muy débil o está ausente. Esa ausencia obliga a algunos personajes a tomar decisiones para cambiar su rumbo.

Desde distintos ángulos y distintos momentos, en la literatura mexicana del siglo xx aparecieron personajes masculinos en contextos campesinos o domésticos, donde el padre debía ser el eje rector de la familia. Ciertos casos hablan de ausencias voluntarias y otros, de ausencias por fallecimiento. Me refiero a dos clásicos de nuestras letras: Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo, y Los años falsos (1982), de Josefina Vicens. Las obras están separadas por décadas, tradiciones literarias y enfoques, pero quizá las transformaciones en la trayectoria de los personajes, por la importancia del padre y los huecos por llenar, sean su denominador común.

Pedro Páramo, de Juan Rulfo

Esta novela representa uno de los ejemplares más trascendentales en nuestro librero. Ambientada en los años de definición política, social e identitaria tras la revolución de 1910, la obra trata algunos elementos primordiales en el imaginario colectivo mexicano. Cuenta la promesa de Juan Preciado a su madre en su lecho de muerte: buscar a su padre en Comala. Éste no tenía la intención de cumplirla, pero con el tiempo se ve obligado a viajar, pues el peso de su conciencia rige sus acciones.

A través de un estilo profuso y fragmentario, la novela narra el viaje de Juan Preciado a Comala, un lugar lleno de muertos, como Pedro Páramo. La trama da detalles de la trayectoria del cacique, quien evolucionó a causa del poder emanado de la revolución hasta olvidar algunos de sus principios e ideales. Se enfatiza la caracterización psicológica del personaje, por ejemplo, su idealización juvenil alrededor de Susana San Juan, sus excesos tiránicos, sus hábitos mujeriegos y su muerte. Por la forma, por el trasfondo psicológico y por tocar aspectos centrales de la configuración familiar mexicana, como la ausencia del padre, Pedro Páramo se ha convertido en un referente y en una de las mejores muestras de nuestra tradición literaria.

Los años falsos, de Josefina Vicens

Esta obra es la segunda novela de la escritora mexicana. El personaje Luis Alfonso Fernández se desempeña como ayudante de un diputado. A su muerte, su hijo mayor, del mismo nombre, adquiere la obligación social de hacerse cargo de las responsabilidades paternas. Luis Alfonso ejerce un rol putativo en la casa, con su madre y sus hermanas, pues tiene el mandato de encauzar el orden y la estabilidad. Sin embargo, el personaje carece de las condiciones anímicas y sociales para llevar a cabo esta tarea: suplanta a su padre en el trabajo y con sus compañeros, pero se enfrenta a las costumbres enquistadas de la oficina, que lo obligan a cumplir una función falsa en los terrenos profesional y relacional.

Según el crítico literario Javier Molina, la madre de Luis Alfonso acepta su autoridad y renuncia a la suya por las prácticas machistas dominantes en el país, las cuales le exigen cederle el don de mando a la figura masculina frente a las hijas, quienes ya le deben respeto paterno a su hermano. La situación de Luis Alfonso se convierte en una dualidad de amor-odio al padre, pues le pesa el compromiso de ocupar su puesto. Además, el hijo pierde su identidad y sus atributos juveniles se ven destrozados.

La presencia de Luis Alfonso no sólo se reduce a sus encargos laborales. Con mucha claridad, la novela aborda el mandato patriarcal y el dolor del protagonista: a temprana edad, ya es el sustituto del otro. A Luis Alfonso se le construye el género, a partir de las exigencias familiares, laborales y sociales. En su análisis, Molina plantea que “la función biológica de su esposa es decisiva para el ejercicio del poder y el reconocimiento de los otros”. Ella se desempeña como una “sombra” de Luis Alfonso y asume la autoridad ausente, pero, de acuerdo con el estudioso Gerardo Bustamante Bermúdez, también confirma la figura naciente del nuevo patriarca.

Después de estos dos ejemplos, podemos concluir que la literatura mexicana ofrece obras magistrales sobre la relevancia de la figura paterna en la sociedad. A partir de estas novelas con gran trascendencia, se muestra una de las caras más sensibles de nuestro entramado social: la impresionante relevancia del padre entre nosotros, su inigualable huella en el imaginario colectivo del siglo xx y en los días por correr. +