Eternas y valientes: Jane Austen, Louisa May Alcott y las heroínas que trascienden el tiempo

Eternas y valientes: Jane Austen, Louisa May Alcott y las heroínas que trascienden el tiempo

“I want to do something splendid… something heroic or wonderful that won’t be forgotten after I’m dead. I don’t know what, but I’m on the watch for it and mean to astonish you all someday.”

― Louisa May Alcott

Cuando pensamos en clásicos literarios, los nombres de Jane Austen y Louisa May Alcott suelen aparecer como estrellas inamovibles en el firmamento de la literatura. Ambas escritoras, separadas por el Atlántico pero unidas por una visión audaz, crearon mundos literarios donde las mujeres no eran simples accesorios de las vidas de los hombres, sino protagonistas de sus propias historias. Austen y Alcott nos dejaron no solo relatos inolvidables, sino también heroínas cuya fuerza, inteligencia y determinación siguen resonando en nosotras siglos después.

El término clásico no se otorga con ligereza. Ser un clásico implica trascender el tiempo, romper las barreras culturales y seguir dialogando con nuevas generaciones. Escribir un clásico no es solo una cuestión de estilo literario, sino de crear obras que aborden temas universales y eternamente relevantes. Austen y Alcott lograron esto al enfocar sus historias en las complejidades de la condición humana, especialmente a través de la perspectiva de las mujeres. En un mundo donde la narrativa predominante solía excluirlas o relegarlas al trasfondo, estas autoras hicieron que sus heroínas ocuparan el centro del escenario, desafiando las expectativas y abriendo caminos literarios. Crear un clásico, en este sentido, es también un acto de rebeldía contra la efimeridad: es escribir para que el alma de la obra respire más allá de su propio tiempo.

Incluir personajes femeninos fuertes y valientes en el canon literario no solo es un acto de justicia histórica, sino también una herramienta crucial para equilibrar nuestra percepción del pasado. La inclusión de voces como las de Austen y Alcott en lo que consideramos literatura universal nos recuerda que las mujeres han sido creadoras, visionarias y revolucionarias desde siempre. Y es a través de sus heroínas que encontramos las semillas de movimientos posteriores que se atrevieron a demandar más: derechos, representación, respeto. Sin estas figuras literarias que rompieron moldes, el camino hacia la equidad en la cultura habría sido aún más largo.

Jane Austen, nacida en Inglaterra en 1775, vivió en una época en la que las opciones para las mujeres eran limitadas y el matrimonio era considerado el único camino a la seguridad. Sin embargo, Austen se atrevió a cuestionar estas normas con su ironía refinada y su aguda observación social. En Orgullo y prejuicio nos presenta a Elizabeth Bennet, una joven que no solo desafía las expectativas de su tiempo, sino que también exige respeto e igualdad en sus relaciones. Elizabeth no se conforma con menos que un amor verdadero, mostrando una valentía que no era solo ficticia, sino también un reflejo de la propia Austen. En cada palabra que Austen escribió, existe una clara intención de mostrar que el pensamiento independiente y la autodeterminación son virtudes, no defectos, incluso en una sociedad que insistía en lo contrario.

Del otro lado del Atlántico, Louisa May Alcott escribió Mujercitas en 1868, una novela que también desafió las expectativas de género de su tiempo. Jo March, la intrépida protagonista, es una joven escritora que rechaza los ideales convencionales de feminidad, priorizando su independencia y su pasión por la literatura. Jo fue una extensión de la propia Alcott, quien trabajó como enfermera, escritora y defensora de los derechos de las mujeres, demostrando que las mujeres podían ser mucho más que lo que la sociedad de la época dictaba. Alcott no sólo escribió una historia entrañable sobre hermanas que enfrentan la vida juntas: también creó una plataforma para explorar cómo las mujeres podían ser agentes de su propio destino.

Lo que hace que las obras de Austen y Alcott sean eternas es su habilidad para crear heroínas complejas y realistas que trascienden las barreras de tiempo y espacio. Elizabeth Bennet y Jo March son mujeres con defectos y virtudes, pero también con un profundo sentido de su propio valor. Estas heroínas desafiaron las estructuras patriarcales de sus épocas, convirtiéndose en modelos a seguir para generaciones de lectoras que han encontrado en ellas un espejo de sus propias luchas. Su presencia en el imaginario colectivo no se debe simplemente a su carisma, sino a la verdad emocional y humana que transmiten.

En Elizabeth vemos la importancia de cuestionar nuestros propios prejuicios, mientras que Jo nos enseña a abrazar nuestra ambición y a no disculparnos por ser quienes somos. La humanidad de estas heroínas, lejos de hacerlas menos admirables, las vuelve universales. Con sus historias, Austen y Alcott mostraron que la fuerza femenina no siempre se mide en actos heroicos grandiosos, sino en la valentía cotidiana de vivir fiel a una misma. Cada decisión de estas heroínas de no conformarse con el status quo resonó no solo con sus contemporáneas, sino con mujeres y hombres que siglos después leen sus historias.

El canon literario, ese conjunto de obras consideradas como esenciales o representativas de una cultura, ha estado dominado históricamente por hombres. Sin embargo, la inclusión de autoras como Austen y Alcott no solo enriquece este canon, sino que también redefine lo que significa ser un clásico. En un momento en el que las mujeres a menudo eran silenciadas o ignoradas, estas autoras encontraron maneras de alzar su voz y dejar un legado. Austen y Alcott no escribieron con la intención de crear clásicos, pero su habilidad para capturar los matices de la condición humana aseguró que sus obras trascendieran su época.

Las heroínas de ambas autoras nos recuerdan que el poder de la literatura radica en su capacidad para desafiar las narrativas dominantes. Al representar a mujeres complejas que exigen más de la vida, Austen y Alcott plantaron las semillas de un cambio cultural que aún sigue germinando. Cada relectura de Orgullo y prejuicio o Mujercitas es un acto de resistencia contra las fuerzas que alguna vez intentaron relegar las voces femeninas al silencio. Además, al leer sus obras hoy, también reimaginamos lo que puede y debe ser considerado como “universal”.

En un mundo donde las mujeres siguen enfrentando barreras, las obras de nuestras autoras permanecen como recordatorios poderosos de lo que significa ser valiente y fiel a una misma. Cada relectura de sus novelas es una oportunidad para reflexionar sobre cómo han cambiado las cosas y cuánto queda por hacer. Sus heroínas, con sus triunfos y fracasos, nos invitan a soñar en grande, a desafiar las normas injustas y a exigir un lugar en el mundo que sea verdaderamente nuestro. Estas narrativas nos recuerdan que la literatura puede ser un espejo, pero también una linterna, iluminando los pasos que quedan por delante.

Al cerrar las páginas de Orgullo y prejuicio o Mujercitas, no estamos simplemente dejando atrás una historia; estamos llevando con nosotras un legado de valentía y esperanza. Austen y Alcott nos enseñaron que ser mujer no significa aceptar un papel secundario, sino tomar el protagonismo y escribir nuestras propias historias. Y por eso, sus obras no solo son clásicos literarios, sino también clásicos del corazón humano.

La relevancia de Austen y Alcott nos recuerda que los clásicos no son estáticos ni inmutables; evolucionan con quienes los leen y los reinterpretan. Siglos después, sus heroínas siguen siendo faros de inspiración, guiándonos en la búsqueda de igualdad, amor propio y justicia. Su lugar en el canon literario no es solo merecido, sino esencial para comprender la riqueza y complejidad de la experiencia humana a través de los tiempos. Con cada nueva generación de lectores, el legado de Austen y Alcott se expande, recordándonos que la literatura no solo refleja el mundo, sino que también lo transforma.

* Ximena Hutton es estudiante de literatura latinoamericana. La lectura y sus implicaciones son su mayor pasión.