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The show must go on, entrevista a Óscar Carapia

The show must go on, entrevista a Óscar Carapia

09 de marzo de 2021 

 Yara Vidal

Para descubrir el arte es indispensable usar el corazón. Acompáñennos a observar el mundo del arte escénico a través de los ojos y el gran corazón de Óscar Carapia, director, coreógrafo y maestro mexicano, con 26 años de trayectoria profesional, pero 36 años de vocación, un enamorado de la magia del teatro desde los 10 años. Fundó y dirigió durante 15 años la Compañía de Teatro Musical UIC. Obtuvo el Premio Bravo a la Mejor Coreografía en 1999, año en el cual también ganó el tercer lugar del Premio Nacional de la Juventud. En 2005, se hizo merecedor del Premio “Luis Sánchez Zevada”, de la Asociación Mexicana de Críticos de Teatro (amct), al Mejor Montaje Estudiantil. Como coreógrafo recibió tres premios por su trabajo en Mi bella dama (Teatro Insurgentes, 2003) y Siempre bailarás (Teatro Ramiro Jiménez, 2010). Lo mismo ocurrió con el premio al Mejor Musical Infantil de 2005, otorgado por la amct. Asimismo, tuvo a su cargo la dirección artística y la coreografía de espectáculos para cantantes como Alejandra Guzmán, Guadalupe Pineda, Imanol, Lisset y Filippa Giordano, y creó el espectáculo Una diva en el palacio, para Silvia Pinal. La trayectoria profesional de Óscar Carapia es una recopilación de anécdotas y grandes momentos en la historia reciente del espectáculo en México. En esta entrevista, nos ha dado un fragmento de su recorrido profesional. ¿Listos?

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Lee+: Cuéntanos, ¿cómo empezó tu acercamiento al teatro, a los musicales? ¿Cuándo dijiste “de aquí soy”?

Oscar: Es una locura, porque, al final, tuve la bendición de crecer una familia —sobre todo mis abuelos maternos— en la que gustaban mucho de ir al teatro, al ballet, a la ópera, a conciertos… Desde que tengo uso de razón, te voy a contar esta versión del niño con short y suetercito, sentadito en Bellas Artes para ver el ballet de Amalia Hernández, ir al teatro Insurgentes… Estas cosas de antes, cuando el poder adquisitivo de la gente era otro y permitía que el arte fuera —como me gusta decirlo— parte de la canasta básica. Tengo recuerdos muy claros de haber visto en 1980 o 1981 a Olivia Bucio volando en el teatro Insurgentes, en aquella primera puesta en escena de Peter Pan, que era icónica con el Loco Valdés.

Lee+: ¿Cuáles serían los pilares para que tú digas “esta persona trae el teatro, lo respira y exuda, ilumina Broadway”?

Oscar: Creo que es una cuestión generacional. Después de ver The Rink, seguí muy cerca la carrera de Chita Rivera. Para mí, es mi diosa: tengo mi cuadrito de la virgen María a la salida de mi casa, y mi foto con Chita Rivera, y me persigno con ellas cada vez que salgo. Tuve la suerte, también —que es una cuestión de vida y lo agradezco enormemente—, de que en 1993 pude conocerla y pude entablar una relación personal, que tengo hasta el día de hoy. Se ha convertido en una men – tora, en una aliada, en una persona que ha estado ahí cuando he tocado su puerta. Y no sólo ella, aunque, claro, es una figura internacional; también tengo que agradecer en México a Silvia Pinal, a Marga López (Q. E. P. D), a Ofelia, a Olivia Bucio, que han sido personas que siempre han estado dispuestas a ayudar a que los jóvenes creciéramos, y le echáramos para delante e hiciéramos teatro, y son grandes inspiraciones. Si creo que, para mí, Chita Rivera significa muchísimo, y mi maestra, Susan, también. La quiero y la venero, y ha sido una gran mentora. Evolucioné rodeado de mujeres. Para mí también es muy importante eso: soy tan fan de la mujer y me parece el género más bendecido de la existencia, porque por encima del camino que han tenido que labrar, mucho más difícil que el del hombre, la mujer ha salido adelante y ha salido con todo. Y para mí, aunque los grandes generadores a nivel composición han sido hombres, la que viene a cambiar la historia del teatro musical es una mujer llamada Agnes de Mille, porque ella entendió que se tenía que contar el teatro musical con las tres más grandes disciplinas que lo forman: la danza, la actuación y el canto, y no por separado, sino entrelazado. Ese legado se lo pasa a Jerome Robbins, quien lo hace de manera bestialmente maravillosa con West Side Story, Amor sin barreras, y de ahí empieza a generarse realmente el teatro musical.

 

Sin duda, platicar con Óscar Carapia nos ha hecho recibir de primera mano la experiencia y el amor por el teatro musical, nos provoca enorgullecernos del gran talento mexicano y nos emociona para ser testigos de los próximos espectáculos. +