Un muchacho introvertido llamado Marlon
Cualquiera pensaría que un actor tan famoso como Marlon Brando, un ícono del cine mundial, uno de los hombres más guapos y sexis que hemos visto en la pantalla, sería una persona segura y bien plantada o, como diríamos ahora, con estabilidad emocional y responsabilidad afectiva. O, para decirlo de otra forma, se pensaría que un chico tan frágil emocionalmente, con tantos traumas familiares, no podría llegar a ser una estrella de Hollywood. Y, sin embargo, lo fue.
Cometeré la osadía de terapear a este personaje icónico, tomando como pretexto que el pasado 3 de abril Marlon habría cumplido cien años de vida. Resulta tentador hacerlo justamente por esta dualidad entre personalidad y personaje, que despierta las ganas de abundar en algunas de sus vivencias o de sus rasgos para tratar de entenderlo: eso que ahora también llaman empatía.
Truman Capote, uno de los precursores de la hoy tan famosa no ficción con su libro A sangre fría, platicó con Marlon Brando cuando filmaba una película en Japón y le hizo un perfil o retrato. En cierto momento, Capote escribe que “Bud parece haber sido un muchacho extrovertido y competitivo”: Bud es el apelativo con el que su familia llamaba a Marlon para diferenciarlo de su padre, quien también se llamaba Marlon Brando. Pero ¿de verdad Marlon Brando fue extrovertido, como lo califica Capote? A mí más bien me parece todo lo contrario. Así es, el gran Marlon Brando, que ahora recordamos por tantas películas que se convirtieron en clásicos del séptimo arte, fue todo un introvertido.
Capote, cuyo centenario también celebraremos el próximo septiembre, sólo se centra en algunos años adolescentes de Marlon para catalogarlo como extrovertido. Pero hay que ir un poco más atrás, a sus años de infancia y a su sombrío ambiente familiar para redefinirlo y, acaso, comprenderlo: entender de dónde le nacía o por qué hacía lo que hizo en su juventud desolada. Quizá muchos no sepan que los padres de Marlon Brando eran alcohólicos y pendencieros, algo que sin duda ensombreció aún más sus emociones y su actitud ante la vida.
Los Brando fueron una de esas típicas familias gringas disfuncionales, contexto que afectó particularmente a Marlon. Éste tuvo dos hermanas mayores, así que fue el niño chiquito y el consentido de su madre. También tuvo un padre, claro, aunque durante esos años de infancia se encontró prácticamente ausente: era comerciante y viajaba con frecuencia a ciudades y estados aledaños. La relación de Marlon con cada uno de sus padres resultó difícil, aunque por motivos distintos: el padre nunca creyó en él, no pensaba que su único hijo pudiera hacer algo sobresaliente o ser alguien en la vida. Don Marlon era violento y explosivo. Pienso que la decepción mayor le vino cuando, en plena guerra mundial, su hijo fue descartado del servicio militar (el señor Marlon sí había ido a la Primera Guerra Mundial). El joven Marlon supo en carne propia lo difícil que es cumplir las altas expectativas de nuestros padres… pero Marlon las cumplió y quizá hasta las superó, aunque en otro ámbito, uno en el que su padre no creía: el actoral.
Y con Dodie, su madre, bueno… a Marlon le dolía mucho verla todo el tiempo borracha y tener que ir a sacarla de los bares o recogerla de cualquier calle. Marlon idolatraba a su madre: de ella había heredado el gusto por la actuación, los autores de teatro y los montajes. Ella había sido una actriz amateur con cierto éxito local; era guapa y con un talento nato, algo de lo que estaba consciente… hasta que el machista de su marido prácticamente le prohibió seguir actuando. No exagero si digo que eso agravó su alcoholismo: allí encontró un refugio del que no podía huir. Entonces, el joven Marlon tomó su lugar en el escenario. Traía la actuación en la sangre, en los genes o en el espíritu, así que, como ella, empezó a actuar en compañías locales. Al principio representaba pequeños papeles, pero en ellos sobresalió entre los demás actores.
Aunque había nacido en Omaha, Nebraska, Marlon vivió allá sólo unos años hasta que el padre compró una finca en Libertyville, Illinois, al norte de Chicago. Esa mudanza cortó de tajo la carrera actoral de Dodie y, con ello, aumentó su dependencia a la bebida. Allí, Marlon se construyó un mundo paralelo con los animales de su granja. Hay que imaginar al niño feliz con su vaca, su perro (al que adoraba) y sus gallinas, que en realidad representaban una fuga, un contraste con el interior de su casa, donde reinaban los pleitos de sus padres borrachos. Él se mantenía afuera, con sus animalitos, jugando como el más feliz de los niños. Esta actitud la repetirá después con sus amistades diletantes, que vagaban o pasaban por su departamento en Nueva York: algunos cuentan que, si bien había mucha gente allí, Marlon se apartaba sólo con una persona y era a ella a quien le dedicaba toda su atención.
Mientras actuaba en pequeñas compañías de teatro locales, Marlon era un joven rebelde y desorientado: justo ese al que Capote se refiere como “extrovertido y competitivo”. En la escuela representaba al típico lidercillo que se ufanaba de su musculatura. Me lo imagino como esos personajes de las películas juveniles, como el galán de la escuela con aires de gandul. Y es que Marlon se la pasaba haciendo bromas pesadas; era malo para estudiar y, básicamente, el bully de la escuela… No obstante, todo eso se trataba de una máscara, estoy convencido que lo hacía para llamar la atención, esa que no tenía de sus padres y buscaba en la escuela con actitudes de gañán. En su interior, Marlon un muchacho frágil que pedía a gritos ser escuchado y comprendido, ¿no es acaso eso lo que todos queremos un poco?
Los introspectivos piensan de más, viven en su mente, crean un mundo interior en el que se sienten seguros. A diferencia de los tímidos, que en algún momento, envalentonados, pueden socializar, los introspectivos tienen que emplear una máscara o un personaje para ser otro ante la sociedad. Marlon llegó a Nueva York con esa máscara: la de actor, y es así como pudo sobrevivir a la gran ciudad y triunfar en Broadway. Como la imagen que tenemos de James Dean con su gabardina y la cabeza baja, Marlon caminaba por la noche las calles de Manhattan, desanimado. Aunque ya actuaba en algunas obras de cierta relevancia, todavía no estaba muy convencido de que la actuación fuera el objetivo de su vida: su padre lo había metido a una escuela militar e incluso de ésa lo echaron.
Cuando el éxito finalmente llegó con Un tranvía llamado deseo, del gran Tennessee Williams, Marlon tampoco se sintió complacido. Para los introvertidos nunca hay una satisfacción plena, pero no porque las cosas no funcionen o no sean un éxito, sino porque tienen la sensación constante de que las cosas siempre pueden ser mejores. Así se lo dijo Brando a Capote: “He considerado seriamente… abandonarlo todo. ¿De qué sirve ser un actor de éxito, si uno no evoluciona hacia algo más? Está bien, he conseguido el éxito. Por fin soy ‘aceptado’, soy bienvenido en todas partes. Pero eso es todo; no hay nada más: ahí termina, no lleva a ninguna parte”. Otra vez aflora aquí ese abandono que sus padres le infundieron, ¿a dónde ir? En ninguna parte encontraba unos brazos que lo arroparan.
Marlon también le confesó a Capote que ese tipo de papeles, como el de Stanley Kowalski, a él no le gustaban. Stanley representaba al macho violento que cimbraba a la endeble Blanche Dubois (¿le recordaría al iracundo de su padre atacando a su madre?), y tampoco le agradaba que Williams se hubiera obsesionado con él y, en consecuencia, le escribiera más papeles como el de Kowalski: “Sabe que como persona soy lo opuesto a Kowalski, que representa todo lo que odio: insensibilidad total, crueldad, grosería”. Con el tiempo, Marlon hizo otros papeles semejantes: el del bandido motociclista de Salvaje, el hermano menor de un gangster en Nido de ratas, dio vida al capo Vito Corleone… No le gustaban, pero ésa era su máscara, la que adoptó como introvertido.
Él quería representar otros personajes, tocar los temas del mundo actual, decirle “cosas importantes a un montón de gente” con sus películas. Éste es el Marlon Brando que he intentado bajar del estrellato para volver a humanizarlo, traerlo de vuelta a nuestra época, comprenderlo y dimensionarlo mejor. Ésta es la historia de un muchacho introvertido y sensible que, contra todo pronóstico, se convirtió en una estrella.+