
No hay fotos de aquella noche

Hay libros que retratan la realidad. Otros, como este, le prenden fuego.
No hay fotos de aquella noche es un mapa sin coordenadas, un álbum de escenas que nadie se atrevió a fotografiar. Catorce cuentos que se asoman al abismo del absurdo cotidiano, donde la risa duele, el dolor ilumina y la ternura aparece en los lugares menos pensados.
Gabriel Rodríguez Liceaga —con su lenguaje filoso, su humor macabro y su sentido casi chamánico del ritmo narrativo— nos entrega una colección de relatos como cachetadas suaves que despiertan el alma. Aquí no hay héroes ni finales edificantes. Hay cuerpos, fragmentos, confesiones a media voz, fiestas que no terminan bien, padres en bancarrota emocional, sacerdotes adictos al fútbol de consola, espectáculos de circo con más horror que magia, y un león que lo devora todo —hasta la decencia.
Cada cuento es un umbral: se entra por una puerta familiar y se sale por un pasadizo que desbarata cualquier certeza. El lector queda envuelto en la extrañeza, en lo profundamente humano que late incluso en lo grotesco. Porque, al final, estos cuentos hablan de nosotros: de lo que callamos, de lo que evitamos recordar, de lo que ninguna cámara pudo o quiso capturar.
Y quizá por eso el título resuena como una sentencia: No hay fotos de aquella noche, porque lo vivido fue demasiado íntimo, demasiado oscuro, demasiado luminoso como para caber en una imagen.
Rodríguez Liceaga —premiado en múltiples certámenes y una de las voces más personales de la narrativa mexicana actual— no escribe para agradar. Escribe para que duela, para que arda, para que después de cerrar el libro el lector se quede viendo al techo, preguntándose en qué momento lo normal se volvió tan raro, o si siempre fue así.
📖 Una obra breve, brutal y brillante. Disponible ya en librerías gandhi
¿Te atreves a leer lo que nadie se atrevió a fotografiar?