Veinte greguerías: los tuits de comienzos del siglo pasado #JuevesDeListas

Veinte greguerías: los tuits de comienzos del siglo pasado #JuevesDeListas

Antes de Twitter (ahora X) ya había tuits. En realidad, los formatos literarios breves existen desde el nacimiento mismo de la poesía. Éstos se han utilizado para expresar metáforas a un nivel muy profundo, como los haikús, y también para divertirnos, como sucede con los múltiples juegos de palabras, que muchas veces nos sacan una sonrisa involuntaria. Pero quizás la forma literaria más cercana a los mejores tuits de nuestros siglos: esos que no sólo nos hacen reír, sino que también nos dejan pensando, serían las greguerías.

Tal vez parece grosero comparar las greguerías con tuits, porque son mucho más que eso. Su creador, Ramón Gómez de la Serna, uno de los escritores españoles más ingeniosos y divertidos de todos los tiempos (qué graciosa puede ser la descendencia de Cervantes), las definía mediante una operación sencilla:

Metáfora + humor = greguería

Ramón Gómez de la Serna nació en Madrid en 1888. Empezó a crear estas pequeñas asociaciones humorísticas y a la vez bellas a partir de 1910, más o menos. Además de talentoso, seguramente era muy carismático, porque contaba con gran fama no sólo en España, también en América Latina. Organizó tertulias literarias en el café Pombo desde 1915 hasta 1936; también participaba en la radio y ofrecía conferencias animadísimas. Fue el único español invitado a formar parte de la Academia del Humor en Francia.

Sin embargo, el legado de Ramón Gómez de la Serna no se reduce al de un humorista: era un poeta. Las greguerías tienen la fuerza de los haikús y, en su simplicidad, nos hacen pensar en las cuestiones más hondas de la vida. El humor es también una forma de experimentar el mundo, una en la que la gravedad pierde peso y somos más conscientes de nuestro propio absurdo. Por eso el humor resulta tan necesario como el alimento, por lo menos para algunas personas.

Si ustedes son de esos seres que no pueden vivir sin reírse, les dejamos una selección de veinte greguerías que nos encantan.

  • «Idem», buen seudónimo para un plagiario.

  • El fotógrafo nos coloca en la postura más difícil con la pretensión de que salgamos más naturales.

  • Los perros nos enseñan la lengua como si nos hubiesen tomado por el doctor.

  • Queremos ser de piedra y somos de gelatina.

  • Lo que más les molesta a las estatuas de mármol es que tienen siempre los pies fríos.

  • La herencia es un regalo por el que hay que dar mucha propina.

  • Las gallinas blancas están en paños menores.

  • Lo único que comen las puertas son esas nueces que les damos a partir.

  • Hay pensamientos pacificadores, como éste: «El sexo daría interés a un peñasco».

  • La jirafa es un caballo alargado por la curiosidad.

  • Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras.

  • No hay que suicidarse, porque merece la pena vivir aunque no sea más que para ver revolotear las moscas.

  • El viaje en subterráneo nos convierte en ratas.

  • Al oír que dice el bruto: «Yo solo me he hecho a mí mismo», pensamos en lo mal escultor que ha sido.

  • Las camisetas encogen como si nos volviesen a la infancia.

  • El lector —como la mujer— ama más a quien le ha engañado más.

  • La guillotina fue la máquina de afeitar que inventó la Revolución francesa.

  • Al sentarnos al borde de la cama, somos presidiarios reflexionando en su condena.

  • La vida es decirse ¡adiós! en un espejo.

  • El bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie.