Autopsia de una sociedad desequilibrada

Autopsia de una sociedad desequilibrada

4 de marzo 2023

Por Sofía Grivas

Comienza 2023 y la época está en riesgo, marcada por una pandemia que devastó la economía mundial. Turquía y Siria sufren los estragos de un letal terremoto. El cambio climático ya es una realidad que provoca incendios, nevadas extremas e inundaciones en diversas partes del planeta. Por si fuera poco, todo indica que los derechos humanos van en retroceso.

En este dramático contexto, la figura de Gloria Steinem se alza como una brillante excepción. Estamos ante una de las principales activistas feministas y de la diversidad cultural, racial y sexual en Estados Unidos, que este mes cumple 89 años.

Aunque Steinem y muchas mujeres más han dedicado su vida, esfuerzos, presupuesto y energía a visibilizar estas causas, nos encontramos en un momento caprichoso, en el que varios de los derechos ganados en décadas de lucha se desvanecen ante nuestros ojos.

En 1973, Estados Unidos promulgó una ley que acababa con la prohibición del aborto a nivel nacional. Cualquier mujer, en cualquier lugar del país, tenía derecho a interrumpir un embarazo. Esta ley fue anulada el año pasado. La decisión provocó una avalancha de conservadurismo que rápidamente logró que varios estados eliminaran la base legal para acceder al aborto. Al respecto, Steinem comentó en una entrevista para Vanity Fair:

Se supone que en cierta forma somos una luz democrática [… ] ser la única democracia en el mundo sin el simple derecho de la libertad reproductiva es realmente una vergüenza […] lo primero que hizo Hitler cuando fue elegido fue declarar el aborto un crimen contra el Estado.

¿Quién debe controlar el cuerpo de la mujer? A todas luces, parecería que la mujer misma. Gloria Steinem afirmó sobre este punto: “Si no tienes poder sobre tu propio cuerpo, no estás viviendo en una democracia”. Pero ¿quién ha controlado estos cuerpos a lo largo de la historia? 

Durante años, todos los modelos anatómicos estuvieron basados en el cuerpo masculino y se limitaron a sustituir ciertas partes para el estudio de la anatomía femenina. Eso no ha cambiado del todo: ¿cuántos esqueletos, maniquíes de entrenamiento de maniobras de resucitación (CPR) o simuladores médicos representan el cuerpo de las mujeres? Por si hay dudas, aclaremos que un esqueleto de hombre difiere del de una mujer. Su tamaño, su peso, la disposición y estructura de algunos huesos (por ejemplo, la pelvis) resultan distintos. 

El cuerpo de las mujeres fue estudiado y nombrado por los hombres. Como territorios conquistados, como el cometa Halley, que lleva el apellido del astrónomo que lo descubrió, Edmund Halley, en nuestro cuerpo encontramos las trompas de Falopio, llamadas así por Gabriel Falopio; las glándulas de Bartolino, estudiadas por Thomas Bartholin, o el famoso y polémico punto G, así conocido gracias al ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg.

El cuerpo femenino se conjuga con un alfabeto masculino. Sin ir más lejos, en las clases escolares de educación sexual se suele comparar al clítoris con un “minipene”, por su capacidad eréctil. ¿No podría, entonces, decirse que el pene es un gran clítoris? ¿Por qué, según Freud, las niñas, en el descubrimiento y desarrollo de su sexualidad, tienen “envidia del pene”? ¿No resulta esto totalmente desequilibrado? Obviamente, la solución a este absurdo no consiste en crear un mundo al revés para decir que los hombres tienen “envidia de la vagina”. El desafío se encuentra en incluir a todos sin recurrir a un modelo genérico hegemónico.

Si el ejemplo anatómico universal se ha representado mediante un hombre, no es de extrañar que la palabra que durante siglos se ha empleado como sinónimo de la humanidad, sea, precisamente, el hombre.

Es sorprendente saber que, apenas en enero de 2022, Elsevier, casa editorial especializada en contenido científico, creada en 1880 y dueña de The Lancet, una de las publicaciones médicas más prestigiosas, anunció que finalmente existe un modelo anatómico femenino completo en 3D, que ayudará a mejorar los diagnósticos de las mujeres. ¿Por qué tardamos tanto?

Según un artículo publicado por Smithsonian Magazine, en comparación con los hombres, las mujeres tenemos 17% más probabilidades de morir en un accidente de coche, y 73% más de resultar seriamente heridas en un choque frontal. Sin embargo, los diseñadores automotrices y los encargados de las pruebas de seguridad no lo han considerado relevante. Hasta el año pasado, no existía un prototipo de crash dummy (muñecos para choques) que representara el cuerpo femenino. Desde la invención del primer automóvil en 1885 hasta 2022 (¡137 años!) la mitad de la población que ocupó estos vehículos no fue tomada en cuenta en las medidas de seguridad.

La lucha a la que tanto ha contribuido Gloria Steinem aún está lejos de ser conquistada. Hasta el año pasado, de los 959 Premios Nobel que se han entregado, solo 61 han sido para mujeres; esto equivale a 6.39%.

No solamente el mundo científico refleja el claro desequilibrio, el habla popular mexicana es un espejo transparente de la dominación masculina. En el recién publicado Diccionario de mexicanismos. Propios y compartidos, de la Academia Mexicana de la Lengua (Espasa 2022), un trabajo de la Comisión de Lexicografía (integrada por nueve jóvenes lexicógrafos, siete académicos y tres biólogos), la lingüista Concepción Company comenta:

Tenemos un sentido del sexo muy gozoso, pero también muy machista. Hay como un centenar de denominaciones para pene y no llegan a 30 las de vagina, ¡hasta para pasarla bien las mujeres somos invisibles!

Continuamos por este camino y nos encontramos con la representación del cuerpo de la mujer en el arte. Durante siglos, el cuerpo femenino ha sido pintado, esculpido, fotografiado, construido y expuesto por y para el hombre. Hagamos un ejercicio: piensen en cinco pintoras impresionistas o tres artistas abstractas, ¿y qué tal cinco fotógrafas? Difícil, ¿cierto? Esto se debe a que en el mercado, la historia del arte y la sociedad existe un sesgo de género. En su charla Ted (marzo de 2022), la artista contemporánea Tania Marmolejo aborda el problema revelando su condición actual:

Sólo 13.7% de los artistas representados por galerías son mujeres; no llega ni a 20%. En el mercado de las subastas, sólo 2% de las obras subastadas pertenecen a mujeres, de las cuales la mitad de las artistas ya han muerto.

Judy Chicago, pionera del arte feminista, construyó, con ayuda de 400 voluntarias, la instalación conocida en español como La cena (The dinner party), que consta de una mesa triangular dispuesta con 39 platos, servilletas, cubiertos y otros enseres. Cada plato (la mayoría de forma vulvar) lleva el nombre de una mujer famosa; en el piso se encuentran inscritos los nombres de 999 mujeres más. La intención de Chicago fue nombrar, honrar y recuperar a las mujeres borradas de la historia oficial. A propósito, Gloria Steinen escribió para The Art Newspaper: “Puedo dividir mi vida en un antes y un después de Judy Chicago”.

Hoy, convertida en una artista consagrada de 83 años, Judy recuerda cómo tuvo que luchar arduamente por su lugar en la mesa del arte. La cena ha sido apreciada por más de 16 millones de personas en tres continentes distintos, pero en su primera exhibición (1979) no fue tan bien recibida. El crítico del New York Times, Hilton Kramer, se refirió a la pieza como “una escandalosa difamación de la imaginación femenina”. Ese despliegue despreciativo sobre la obra de Judy Chicago es el reflejo de la personalidad de una época. 

Steinem reflexionó sobre las críticas que ella misma ha recibido por su trabajo de activista en una entrevista publicada por el New York Times:

Las críticas o ataques más dolorosos vienen de las personas que comparten tus valores, no de la gente que no los comparte. Si Trump hablara bien de mí, me dispararía yo misma.

Definitivamente, el señor Kramer, como tantos, no ha compartido una visión social incluyente, igualitaria y abierta. Las feministas han tenido que romper las enormes paredes que los Kramer han construido durante siglos para permanecer intocables y preservar su dominio.

Mary Beckinsale, historiadora del arte y presidenta del Colegio Internacional de Estudios del Arte (SACI, por sus iniciales en inglés) en Florencia, afirma:

Mi definición de feminismo es la más sencilla; consiste en la idea de que una obra de arte pueda retratar el poder, la independencia, la calidad, la dignidad y las identidades de las mujeres.

En 1985, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó una exhibición con las obras más importantes del momento. De los 169 artistas exhibidos, solamente 13 eran mujeres. Ante esta práctica obvia, sistemática y discriminatoria, nació un grupo de activistas feministas icónico, cuyo objetivo ha sido documentar y denunciar la falta de oportunidades para las mujeres en el mundo del arte: Guerrilla Girls.

Fundado por artistas anónimas con una estética urbana y de protesta, el Guerrilla Girls ha elaborado durante años todo tipo de mensajes y obras. Una de las más emblemáticas fue un anuncio desplegado en distintas partes de Nueva York con el lema: Do women have to be naked to get into the Met Museum? (¿Las mujeres tienen que estar desnudas para poder entrar al Museo Metropolitano?). En el mismo afiche agregaron el siguiente dato: “Menos de 5% de los artistas en las salas de arte moderno son mujeres, pero 85% de los cuerpos desnudos son femeninos”.

¿Qué más se puede hacer para garantizar la participación equitativa y los derechos reproductivos, humanos y elementales de las mujeres? Por lo pronto, la tarea más urgente, aquella que Gloria Steinem prosigue a sus casi 90 años, consiste en seguir nombrando las diferencias. +