Christopher Marlowe, ¿antecesor de Shakespeare?
29 de diciembre de 2021
Es casi seguro que has escuchado hablar sobre Shakespeare y sobre algunas de sus obras más famosas como Hamlet, Romeo y Julieta o Sueño de una noche de verano. Lo que tal vez no sepas es que antes que él existió otro dramaturgo que prácticamente sentó las bases para lo que sería conocido como el Teatro Isabelino: Christopher Marlowe.
Marlowe fue uno de esos fenómenos literarios que han dado de que hablar por siglos. Vivió solo 29 años y escribió seis obras de teatro. En su momento tuvo bastante aceptación, sobre todo con las interpretaciones del actor Edward Alleyn, de la compañía teatral Admiral’s Men.
Tuvo una vida turbulenta y controversial. Estudió en Cambridge, aunque la universidad se había negado a darle su título debido a sus largas ausencias de las aulas escolares. Sin embargo, se dice que la propia reina Isabel I abogó por él aduciendo su gran servicio hacia la Corona y la universidad tuvo que ceder. Muchos dicen que este favor de la reina se debía a que colaboró como espía en su reinado.
En Londres tuvo gran éxito y sobresalió, no sólo por la calidad de su escritura, sino por la audacia de sus temas. Se le considera el fundador del verso blanco o libre, que se caracteriza por tener métrica, pero no rima. Este tipo de verso fue llevado a su máximo esplendor por Shakespeare y es característico del teatro isabelino.
Además, Marlowe fue el primero en abordar temas políticos, que también servirían de base para las más famosas obras shakespearianas. Fue un escritor polémico, al que le gustaba sobrepasar los límites, explorando ideas que eran censuradas en aquella época. Se sospecha que era ateo y homosexual, además de doble espía. Por todo esto, solía meterse en problemas, como la vez que fue encarcelado por ser cómplice de un asesinato. Se movía en los bajos mundos de las tabernas y sus amistades eran personas cuestionables, por no decir criminales. Uno de sus amigos, Thomas Kyd, fue detenido y sometido a tortura por sospecha de espionaje. Él acusó a Marlowe de ser el autor de varios documentos comprometedores. Otro informante lo acusó, un día antes de su muerte, hereje y homosexual, por lo que es muy probable que tuviera una orden de aprehensión en su contra. Pero antes de que pudieran llevarlo preso, murió de forma violenta en una riña donde se encajó un cuchillo en el ojo.
Teatro isabelino
Las circunstancias sospechosas de su muerte han generado varias teorías. Una es que su muerte fue ordenada por la propia reina por las acusaciones de herejía y por ser un doble espía. Otra es que era muy cercano de un funcionario del gobierno que le ayudó a fingir su muerte y huir para no enfrentar la cárcel y la tortura, debido a que podría haber dado información sensible por sus actividades de espionaje. Y finalmente, quienes piensan que fingió su muerte, afirman que siguió escribiendo y que adquirió el pseudónimo de Shakespeare para seguir publicando.
Sin embargo, ya varios especialistas han rechazado esta teoría. Incluso, más que afirmar que Marlowe era Shakespeare, la universidad de Oxford –junto con 23 académicos de cinco países– ha demostrado que Marlowe fue coautor de la trilogía de Enrique VI, antes atribuida solo a Shakespeare.
De hecho, ahora se sabe también que era muy común que los dramaturgos de la época colaboraran entre sí, ante la necesidad de producir libretos en muy corto tiempo. Así, según si el escritor se especializaba en soliloquios, en escenas de acción o diálogos cómicos, se iban haciendo encargos e intercambiando obras para tener un resultado más eficiente.
Así, podemos ver que la influencia de Marlowe probablemente permeó no sólo en Shakespeare sino en varios autores del teatro isabelino. Es más, su influencia puede rastrearse hasta Goethe, quien usó La trágica historia del doctor Fausto como base para su propia interpretación de Fausto.
Si algo debemos reconocerle a Marlowe fue esa capacidad artística de romper los moldes de la tradición, de buscar una forma novedosa de escribir, de llevar a la reflexión a través de temas prohibidos o transgresores y de crear –sobre todo con la profundidad con que retrató a Fausto– el modelo del hombre renacentista, dispuesto a renunciar a su pureza moral por acercarse al conocimiento y el arte. +