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Oscarología: ¿los premios Oscar todavía importan?

Oscarología: ¿los premios Oscar todavía importan?
09 de febrero de 2020
Gilberto Díaz

El día de hoy se llevará a cabo la 92ª ceremonia de premiación de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, también conocida como premios Oscar, que cada año busca reconocer “lo mejor” de las producciones cinematográficas realizadas por esa industria centrada en una hegemonía estadounidense aun dominante.

2019 fue un año intenso en una carrera por la estatuilla dorada, que se vio acelerada por una anticipación de las fechas para la votación y la premiación anunciadas desde mayo pasado; esto con la intención de reducir el espacio entre el resto de premiaciones de los gremios de dicha industria que suceden a principio de cada año, pero también como una manera de reducir el margen de “predictibilidad” que desde 2009, (año en que se aumentó el número de posibles producciones nominadas a la categoría de mejor película pasando de 5 a un máximo de 10), ya se había hecho costumbre como ruta para saber qué película sería la galardonada en la máxima categoría.

Esto como una de muchas decisiones que han tomado durante los últimos años, a manera de mitigar las constantes críticas que se ha llevado la academia por diversas razones; a partir del segundo lustro de la década pasada, la influencia de las redes sociales y el entusiasmo de diversos “activistas de escritorio” se ha dado a la tarea de escudriñar si las películas son “inclusivas”, o si tienen suficiente representación racial, como si en lugar de premiar lo mejor se tuviera que construir un collage Benetton, y si no es así, de inmediato la academia es atacada de anacrónica por decir lo menos.

Pero las críticas no son nuevas, incluso antes de que la mayoría de esas voces que reclaman inclusión y diversidad en los Oscares nacieran, la academia ya recibía críticas por el tipo de películas que premiaba, ya porque fueran de época, o porque exaltaban el nacionalismo estadounidense, o porque omitían a otras películas que habían sido alabadas tanto por la crítica como por el público en general; la subjetividad siempre ha sido el eje de las críticas de un ecosistema que se ha valido del “que dirán” para subsistir del lado progresista que demanda ser parte de Hollywood.

Lo cierto es que cada año las películas nominadas se mantienen dentro de una narrativa sociopolítica que llevan como hilo conductor, por eso no es extraño que el foco de atención en todas las conversaciones sobre los premios de la academia sea siempre sobre el mismo grupo cintas que al final terminan siendo nominadas, y hasta premiadas.

Como diría la crítica de cine Sasha Stone:

Es fácil lamentarse por el proceso del Oscar, y muchos de nosotros lo hemos hecho. Eso comienza cuando los publicistas discuten su lugar (en festivales de cine) mientras se esfuerzan por llevar a un “ganador” más allá de los primeros obstáculos. Y por “ganador”, nos referimos a una película destinada a ir por el Oscar; sí, a menudo y tan pronto como el día en que se le da luz verde a una producción. En los festivales, se crea un clima para ayudar a las personas como yo a “perder la cabeza” por las grandes películas que se estrenan por primera vez. Al grado en que los asistentes al festival enloquecen colectivamente por las buenas películas y se niegan a callarse sobre ellas, y eso suele ser suficiente para lograr que los votantes reales de la industria al menos vean las películas para descubrir qué está causando nuestro enamoramiento. Esa es la parte difícil.

Y eso es lo que muchos no llegan a entender sobre el enredado proceso en el que cada año se llevan a cabo estos premios: no es organizar la noche de gala y premiar mediante un jurado, es la gestión de los publirrelacionistas desde un año antes para colocar las películas mediante filtros, primero los festivales, luego la crítica y al final la audiencia en general, para después definir posibilidades ante los gremios que se involucran en cada aspecto de una producción fílmica; por ello si una película hace ruido mediático desde un festival como el de Cannes o Venecia, es muy probable que reciba el apoyo de un consenso mediático; y es ahí donde la verdadera competencia se da, por ganar el consenso de ser la película del año.

Es por eso que digo que los Oscares no son una premiación que se otorga mediante un jurado preseleccionado, como si sucede en los festivales, tampoco son una premiación que pondera la calidad de las producciones, también son un juego político, donde gana quien hace la mejor campaña a partir de su calidad o a pesar de ella, por eso tenemos cosas como The Godfather, On the Waterfront y American Beauty, al lado de cosas como The Greatest Show on Earth, Braveheart y Green Book por mencionar algunas.

Si hay algún tipo de insatisfacción con la manera en que se llevan a cargo los Oscares, entonces el problema no es con los premios en sí, sino con el consenso; con las películas que a cientos de miles de cineastas, críticos y demás miembros de una industria tienen más afinidad y han decidido favorecerlas con su voto, y eso es algo mucho más complejo, porque a eso apela la campaña de cada película: convencer a la mayoría de los más de 6000 miembros pertenecientes a los distintos gremios de producción cinematográfica que conforman la academia, de cuál película merece ser reconocida como la mejor del año.

Entonces al hacernos la pregunta si ¿los premios Oscar todavía importan?, la respuesta es: claramente sí deben de importar, de lo contrario ¿por qué tanta gente protestaría sus decisiones, sus nominaciones y sus ganadores? Si los Oscares ya no tuvieran importancia, a nadie le importaría, y sin embargo cada año estamos en la misma discusión desde que la academia anuncia sus nominados y da a conocer a sus ganadores.

Así que mejor disfrutemos de la premiación, ahora que sabemos un poco más de la complejidad que hay detrás de estos premios que, por la razón que sea, captan las pasiones y la atención del mundo cada año.+