Select Page

La censura de hoy

La censura de hoy
10 de junio de 2020
Óscar de la Borbolla

Me interesa el fenómeno de la censura porque, siendo un problema que se remonta al comienzo de los siglos, no ha cesado, y hoy se viste con uno de sus más vistosos y peligrosos uniformes: la internet y, particularmente, las redes sociales que ejercen en la actualidad el papel del Santo Oficio.

Me atrevo a sostener que, desde que nacieron las ideas, los puntos de vista fueron objeto de persecución y, obviamente, de prohibición. Es consustancial a quienes detentan el poder imponer su visión de las cosas y, en consecuencia, impedir que las expresiones que les son contrarias se difundan. Porque el poder, al margen de su ideario tiene en común imponerse arrasando lo que no le parezca favorable o simpático.

El funcionamiento del poder siempre es el mismo, por más que cambien las escenografías y los tiranos: silenciar a Sócrates usando la estructura jurídica de Atenas es igual que hacer una pira para quemar a Giordano Bruno, o que doblegar a Galileo para que abjure de sus ideas, o que mandar a los fríos de Siberia a los disidentes o, como ahora, llevar a cabo linchamientos virtuales contra aquellos que se apartan de lo que se considera lo políticamente correcto.

Y, por supuesto, que ha habido avances en las leyes: las constituciones actuales garantizan la libertad de expresión; pero este derecho, como todos, de nada vale en la práctica, pues no hay juez que se atreva a contradecir al poderoso cuando éste lanza su anatema.

La censura no sólo es el recorte de unos párrafos por parte de un editor, ni la exclusión de unas obras plásticas cuya exhibición se considera un atentado contra la moral, ni la investigación científica que no halla presupuestos para lanzarse por una veta del conocimiento mal vista; la censura es ese clima de miedo que impide expresarse como uno quisiera y nos obliga a andar con cautela como un temeroso noctámbulo que opta por las avenidas iluminadas, en vez de tomar un atajo por callejuelas oscuras y directas.

La censura es el miedo que convierte la creación en una ciudad peligrosa por la que uno no puede pasearse libremente, sino que ha de ir por donde no se meta en problemas.

¿Quién tiene el poder hoy? Como siempre, el que manda detrás del que manda, porque quien parece mandar es sólo el títere de quien manda detrás. ¿Quién manda hoy, hoy que no vivimos en la realidad, sino en una percepción de la realidad y que importa más lo que sucede en las encuestas que lo que sucede en el mundo? Pues manda, para decirlo pronto, el número de likes de las redes sociales. Manda “el qué dirán” virtual. La masa informe que adquiere forma al plegarse a lo que se vuelve viral; manda no el individuo sino el número, y por eso cuentan igual los bots que las personas.

Y yo he visto de unos años para acá, de unos meses para acá, de unos días para acá someterse a instituciones públicas y privadas al número de likes, porque en un mundo de percepciones, y no de hechos, quienes tienen la autoridad la entregan a esas masas numéricas con tal de no ser arrasadas por ellas.

La censura hoy es ese miedo que hace que las opiniones y la creación sean ajustadas, ponderadas, dosificadas para no herir la susceptibilidad paranoica de la masa numérica que es quien verdaderamente tiene el poder hoy.

Cualquiera puede ser denunciado, como en la época nazi, o en la época del Santo Tribunal de la Inquisición y desatarse sobre él un linchamiento virtual, que no por virtual es menos mortífero. Cuando uno no puede vivir, opinar, hacer libremente porque se le puede venir encima el “mundo”, entonces la vida, la opinión y la creación no sólo peligran sino están censuradas, es decir, extintas. Habrá que aprender a andar de puntitas para no despertar al monstruo de la masa numérica de las redes sociales, pues no valdrá trayectoria, prestigio o trabajo, es más, no valdrá ni siquiera la verdad, para impedir que le hagan tragar a uno la cicuta.+