Un género sucio: “El metal y la escoria” de Gonzalo Celorio

La lluvia amenaza en el horizonte cada vez más oscuro. El cielo encapotado se va camuflando junto con la noche, delatado por una breve brisa que comienza su fatal descenso. El recinto Mauricio Achar, de Librerías Gandhi, empieza a albergar no sólo a uno que otro pasante sorprendido por la cada vez más abundante lluvia, sino también a los que nos encontramos reunidos para la presentación de “El metal y la escoria” del escritor y profesor de literatura Gonzalo Celorio, Premio Mazatlán de Literatura 2015.

Poco a poco van ocupándose cada una de las sillas dispuestas frente a la pequeña tarima que sostiene dos sofás y una mesita de centro. Tres personificadores ya anuncian a los participantes de la noche, aunque aún no figuren en la sala. Pasan de las siete con diez y la demora es con intención de seguir recibiendo al público que continúa llegando, junto con los presentadores; Gonzalo Celorio saluda a invitados y amigos que lo encuentran a un costado de la puerta: a los escritores y compañeros de profesión Anamari Gomíz y Eduardo Casar. Poco después también se integra Hernán Lara Zavala.

Finalmente, el recinto está lleno, los micrófonos casi listos, y Celorio escoltado por Casar y Braulio Peralta ascienden al estrado, se sientan y la presentación comienza. Los tres ya acomodados, con un porte bastante formal arrancan la charla tan llena de anécdotas como de elogios. “Celorio es más poeta que otra cosa”, comenta Casar, antes de dar pie a un conciso comentario sobre “El metal y la escoria” novela que, en palabras del participante de “La dichosa palabra”, “se plantea la desmemoria”.

En el turno de Braulio Peralta, éste confiesa estar presente “como testigo”, pues formó parte del jurado del Premio, junto con Ignacio Trejo y Juan José Rodríguez. Tras su intervención en la que se dedica a hablar no sólo del premio Mazatlán, sino de una lista breve de condecoraciones “muy codiciadas” le concede algunos comentarios a la novela del homenajeado. “En la novela de Gonzalo Celorio hay magia, pero no realismo, ni realismo mágico.”

Es el turno del escritor premiado quien comienza diciendo: “En la cárcel, en el hospital y en las presentaciones de libros es donde se conocen a los amigos.” Celorio, con un cabello completamente blanco, de frente amplia y actitud serena, agradece al público y las palabras de quienes lo acompañan en la tribuna. Se excusa alegando que un escritor es el menos idóneo para hablar de su propia obra. Ciertamente, ¿qué otra cosa podría añadir un autor cuando su obra, de cierta forma, deja de pertenecerle? Con intención de aclarar el origen de “El metal y la escoria” confiesa que era un proyecto que data de 1973, es decir, que nació en ese año, aunque no se dedicó a escribirla a lo largo de todas estas décadas. “Cuando uno escribe una novela no sabe bien a bien a dónde va a llegar.” “La novela es un género sucio, que se alimenta de mucho otros géneros.” Aludiendo a la frase que le otorgó Casar al inicio, quien se excusó por tener que dejar necesariamente la charla, Celorio comenta con decisión que “los novelistas son grandes lectores de poesía” y completa su opinión compartiéndonos la experiencia que tuvo al leer los libros personales del mismísimo Julio Cortázar.

Afuera, el inclemente tiempo se deja caer con furia, en tanto que la presentación va concluyendo con preguntas y comentarios del público, agradecimientos y felicitaciones. La noche se cierra no sólo con el aguacero, con ánimos de cellisca, sino con la lluvia unánime de aplausos que se cierne sobre Gonzalo Celorio y que va disminuyendo conforme las personas van dejando la sala, mientras que en la calle, el agua nocturna es lo único que permanece.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza @LordNoa

Mascultura 30-Mar-15