La misión de los amigos es ponerte un espejo enfrente: Lorena Amkie
Después de su aplastantemente exitosa saga de Gothic Girl, No te mueras, Eli, y otros títulos igualmente exitosos, Lorena Amkie explora la ficción realista sobre el crecimiento, la niñez dejada atrás y la amistad, con Sirenas, una conmovedora novela de iniciación que nos mete en tensión desde su primera página hasta el final, que nos arranca un suspiro agridulce.
Martes 16 de abril de 2019
R. de la Lanza
En su maratónica gira de lanzamiento, pudimos platicar con Lorena sobre los aspectos más íntimos de sus personajes, y lo que nos dicen de nosotros mismos.
A mí me encantan las novelas de iniciación, y esta no sólo habla de una niña mujer, sino de una niña pequeña que va creciendo hasta ser una mujer joven. ¿Qué te motivó a escribir esta novela?
En una entrevista me decían: “¿No te preocupa que hablar de temas tan incómodos haga que la gente no quiera leer el libro?” Yo digo que tenemos que hablar de los temas incómodos con los jóvenes y sí, me encanta lo que dices, una novela de iniciación de mujeres, yo también crecí con puras novelas de iniciación de chicos, y tal vez nuestra percepción es un poco distinta o puede complementar lo que es la infancia y cómo nos relacionamos las mujeres entre nosotras. Desde que yo era niña y sin que me diera cuenta, a mí me llamaba mucho el tema de a qué edad se acaba la infancia y nos comenzamos a dar cuenta que el mundo es un lugar mucho más feo de lo que creíamos. Yo tuve un momento así, en el que está inspirado la novela, que me dejó muy marcada, y creo que eso se ha estado germinando por años dentro de mí. Es chistoso, porque para contar la historia de las protagonistas más jóvenes que he escrito tuve que ser lo más vieja que he sido.
Mientras avanza la narración piensas que es la niña la que está hablando hasta que te das cuenta que es la narradora siendo adulta. Te hace conectar con el niño interior.
Me sirvió mucho que yo escribo un diario desde los ocho años. Y cuando empecé a darme cuenta que quienes más me leían eran adolescentes —yo no lo busqué, más bien nos encontramos—, volví a ver otra vez mis diarios para acordarme de cómo era estar en ese momento. Nos gusta acordarnos de que la infancia es un momento perfecto, idílico, donde todo era bonito. Pero cuando leo mi diario veo que había cosas que me angustiaban terriblemente.
¿Cómo logras la lucidez para hablar sobre las cosas vistas por Camila, la protagonista, a distintas edades?
Supongo que tiene mucho que ver con lo que dicen que la realidad siempre supera la ficción, y creo que una de las cosas que más tenemos que entrenarnos los autores es a ser grandes observadores de lo que nos rodea. Y otra es justo este contacto con los jóvenes: te ayuda mucho a volver a ser empático con ellos y a recordar que eso que les estresa tanto y los adultos les dicen “Bájale a tu drama”, pero recuerdas tu adolescencia o niñez, y te das cuenta de que para ti también era terrible. El contacto con adolescentes me ha mantenido muy fresca y muy joven. Todos mis libros han estado relacionados con lectores jóvenes, doy clases y talleres de escritura para jóvenes.
En el libro también habla de la pérdida de la inocencia, específicamente con la pregunta “¿Mamá, Paola es pobre?” Los jóvenes resienten mucho el asunto de la injusticia.
De las frases que más recuerdo de esta misma novela es cuando Camila dice que Paola tendría que ir en la misma escuela que ella y en el mismo camión, y me acuerdo de que la expresión que me llegó es conciencia gremial. Decía: “somos niñas, eso es lo que tenemos en común”. También me acuerdo de la parte del vestido, donde dice que en alguna parte “sabía que desnudas éramos iguales y vestidas éramos diferentes”. El vestido que tú te pones, el que puedes pagar por tu clase social, es el que te diferencia, no la piel, no la carne, no la mente, no el alma. Para mí eso de la conciencia gremial es por lo que ella sufre tanto, piensa que deberíamos tener las mismas oportunidades y a la vez su propio egoísmo infantil humano de: “es que yo quiero tu vestido”.
Lo más interesante para mí era mantener la “ternura” de la infancia, entre comillas, porque también la infancia es brutal en muchos sentidos, pero la ternura con esta conciencia adulta que se empieza a meter entre los ladrillos y te empieza a decir: “no es como tu creías”. Eso lo sufrí al escribir, esos pequeños dolores que te van haciendo adulto, que son pérdidas no siempre de la inocencia y, claro, está el tema sexual. Pero también está el tema de la pregunta que tú dices y muchas otras donde vas diciendo: “entonces no es tan bonito el mundo y no es cierto que somos iguales o cómo me lo explico”. ¿Cómo se lo explicamos a nuestros hijos?
Al principio quería escribir las dos historias, el punto de vista de las dos, y me di cuenta de que me era mucho más honesto escribir solo un punto de vista y decir realmente nunca sabremos lo que piensa la otra persona, porque también, como viste, ellas escriben sus historias, cuentan sus vidas ideales en las cartas que se escriben.
Es un tema que me interesaba mucho: ¿Cómo nos contamos nuestras historias? ¿Cómo nos contamos nuestras vidas? ¿Cuáles son nuestras vidas ideales? La vida ideal de una y de otra. Me di cuenta de que solo tenemos una versión, que es la nuestra y creemos que es la real, y nunca vamos a saber cómo los demás nos perciben y cómo lo vivió la otra persona, y eso es brutal.
Es dolorosa la amistad. Es grandiosa, te ayuda a crecer, te construye, te enriquece, te embellece. Te da todo, pero duele.
Con todo el amor viene la pérdida, y además, creo que todos hemos perdido una gran amiga, un gran amigo, que nos sigue doliendo por distintas razones, y son huecos, y creo que los huecos de adultos son las personas que vamos dejando, aprender a saber que ya no vas a tener a una persona en tu vida.
La otra vez escuché una frase hablando del matrimonio: “Nadie se casa pensando en el momento de su divorcio” y cuando estaba leyendo tu libro, me llegó una adaptación de esa frase: “Nadie inicia una amistad con la intención de romperla”.
Nadie. Siempre entramos de lleno y eso es una inocencia que ojalá no perdiéramos los adultos; y luego ya entras con más cautela a todo, y eso es feo.
¿Cuál es el papel de la amistad en la vida del ser humano?
Yo creo que es confrontarte todo el tiempo, confrontarte con lo que no eres y lo que sí eres. La misión de tu familia es quererte, pero creo que muchas veces la función de los amigos, de los buenos amigos, y de los malos, de los amigos que te traicionan y de los que te acompañan, es ponerte un espejo enfrente. Creo que esta novela tiene que ver con eso.+