La última jugada de Mozart
¿Cuántos genios ha habido a lo largo de la historia? Pocas son las personas que logran trascender en el tiempo, comenzando a destacar desde cortísimas edades. ¿Recuerdan a alguien? Muchos, sin embargo, se pierden en el olvido, hasta que son rescatados por merecido reconocimiento o, simplemente, suerte.
Wolfgang Amadeus Mozart nació en Salzburgo el 27 de enero de 1756. Fue el último hijo de Leopold Mozart, un músico al servicio de la nobleza; niño enfermizo y de muy delicada salud, fue el único sobreviviente, junto con su hermana María Anna, de cinco hermanos más. Su formación profesional, aunque quizá él no lo supiera en aquel entonces, comenzó a los cuatro años, cuando ya era capaz de aprender y tocar algunas obras musicales. A la edad de cinco años empezó a componer y, poco antes de cumplir los seis, se fue de gira con su padre y su hermana, lo que daría inicio a su periodo de reconocimiento. A los doce años escribió su primera ópera.
A la edad adulta, el músico se caracterizó por su ingenuidad en los aspectos prácticos de la vida y, sobre todo, la desobediencia y repudio a los ejes del comportamiento cortesano: él quería convertirse en un “artista libre”; después de cosechar más miradas escépticas por parte del público y el distanciamiento con su esposa, ésa fue su última carta que jugó, en rechazo a alinearse con la corte. Mozart no quería ser visto como un cortesano servil, como eran concebidos los cocineros y la servidumbre, según su juicio. Mozart hizo su jugada y lo perdió todo.
El 5 de diciembre de 1791, con tan sólo 35 años de edad, Mozart, que había sido un niño con talento desbordado y admirado por un vasto público, falleció; un día después fue enterrado en una fosa común. Durante mucho tiempo su genio pasó inadvertido, pero hoy su música se deja discurrir entre nosotros.
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