El legado ‘incómodo’ de Giovanni Boccaccio
¿Cuántos libros y autores no se habrán perdido entre los prejuicios de la censura? Giovanni Boccaccio la sufrió a lo largo de muchos años y, a pesar de ella, logró llegar hasta nuestros días.
Nació en 1313 y fue hijo de un mercader empleado en una compañía mercantil. Su padre quiso que trabajara en las oficinas de la compañía. Sin embargo, Boccaccio no tenía disposición para desempeñar el papel encomendado por su progenitor, por lo que este último accedió a enviarlo a estudiar derecho canónico. Para su desdicha, su hijo tampoco triunfó en dichos estudios y se dedicó por completo a las letras.
Petrarca fue maestro de Boccaccio, lector apasionado y estudioso de Cicerón, aunque Dante haya sido realmente su ídolo. Lo admiró y lo leyó con bastante esmero, por lo que se convirtió en uno de sus primeros y más lúcidos críticos; asimismo fue autor de la primera biografía del creador de La Divina Comedia y el que acuñó el epíteto “divina”. Para gusto propio, Boccaccio se convirtió en un ferviente defensor de la lengua y literaturas griegas y se regodeaba al decir que había rescatado a Homero para sus contemporáneos.
Boccaccio se consideraba a sí mismo, ante todo, como un poeta, como pensador, estudioso de las lenguas y, en última instancia, como narrador. Es curioso que sea El Decamerón, la obra por la que más se reconozca a Boccaccio, sin contar que a lo largo del tiempo sufrió un sinfín de censuras por el contenido del libro: fue tachado de pornográfico por los censores de muchos países del mundo y quemado en lugares como Estados Unidos y China.
El 21 de diciembre de 1375 el escritor italiano falleció. Las restricciones hoy en día se han debilitado y, a pesar de los obstáculos, el libro y el renombre de Boccaccio nos siguen llegando.