Antón Chéjovnació el 29 de enero de 1860. Fue el tercero de seis hermanos que aguantaron el carácter fuerte, casi despótico, de su padre y acogieron las historias de aventuras a lo largo y ancho de Rusia que les contó su madre. Durante la década de 1870, el negocio de Pável Chéjov, padre de Antón, se fue a la quiebra, por lo que se vio forzado a huir a Moscú para que no lo encarcelaran. Hacia finales de la misma década, Chéjov entró a la Universidad de Moscú como estudiante de medicina.
Las dificultades económicas en su familia continuaron, por lo que el joven Antón Chéjov se vio obligado a buscar una forma de proporcionarles dinero, y la encontró: escribió relatos humorísticos de la vida en Rusia. Así comenzó un proceso que se convertiría en “el resto de su vida”, pues, aunque terminó su carrera de medicina, él continuó escribiendo y jamás lo dejó.
Antón Chéjov es recordado por las grandes obras que redactó como “Un drama de caza” y su infinidad de cuentos. Sin embargo, en otros libros, donde se hallan notas y reflexiones del escritor podemos encontrar otra de sus facetas: el hombre reflexivo, sencillo, con sentido del humor y ocurrente. El escritor que dice: “Los muertos no se avergüenzan aunque hieden horriblemente”; “El suelo es tan rico que si uno planta aquí un limonero, un año más tarde brota un coche”; “Cuando estamos sedientos tenemos la impresión de que podríamos beber el mar entero: eso es la fe. Pero cuando comenzamos a beber, sólo podemos tomar uno o dos vasos: eso es la ciencia.”
Hoy recordamos y festejamos a este excelente narrador ruso.