Crónica de lugares comunes

Mucho se ha dicho de la obra de Haruki Murakami (Kioto, 1948), tanto que resulta difícil escribir sin caer en los lugares comunes que rondan en el inconsciente colectivo: que es el autor más vendido de la literatura japonesa; que es eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura; que su obra consigue exponer el alma humana. Que sus historias nunca concluyen, lo que para unos transmite la naturaleza de la vida y para otros pone en evidencia el alcance de sus capacidades literarias. Que es un melómano, por lo que sus novelas están plagadas de recomendaciones musicales, en especial de los Beatles. Que muchas de sus historias encierran historias que encierran historias que encierran historias.

Sin término medio, lo mismo hay quienes lo adoran y quienes francamente no lo soportan. Reconozco no ser de los primeros… hasta ahora. Soy de los pocos que no cayó rendido a la estética Murakami a la primera. Siempre he sospechado de los sucesos literarios soportados por la mercadotecnia, por lo que dejé pasar el furor. Y esperé, y esperé. Espera larga porque el entusiasmo en este autor se ha instalado y no parece remitir. Esta circunstancia me permitió tener un abanico amplio de novelas en las cuales poder iniciar mi acercamiento. Entonces me introduje en su mundo sin guías y poniendo oídos sordos a los consejos de sus seguidores. Esa, cada vez más numerosa horda de lectores que insisten en recomendarte “el mejor libro de Murakami”.

Y los resultados fueron contradictorios, pero me permitieron entender las razones de tal furor. Murakami escribe con un estilo directo, sin adornos, por lo que ofrece una lectura rápida y una comprensión inmediata, al menos en apariencia. Apela a una emocionalidad distanciada, casi inexpresiva, enmarcando sus historias en entornos idealizados y melancólicos. Sumerge al lector en una especie de limbo donde la realidad sorprende con atisbos de fantasía. Habla de frente a una generación insatisfecha, que vive al borde sin temor al dolor, dotándolo de un placer hedonista. Una generación en busca de lo significativo.

Descubrí mi preferencia por sus cuentos que por sobre sus novelas. Por lo que la aparición de su nueva colección de cuentos “Hombres sin mujeres” me produjo expectación. Un paquete de siete historias que dan cuenta de lo complejo de las relaciones. Siete hombres incapaces de relacionarse con el sexo opuesto. Solitarios en busca del amor o aprendiendo a recomponer su corazón roto. Siete facetas de una dolorosa realidad intemporal, por lo mismo muy actual.

Todas la historias conforman un libro que no decepcionará a sus lectores, algo por demás difícil; y nos demostrará, a quienes estamos del otro lado del espectro, que Murakami es un autor inteligente, en plenitud de sus capacidades literarias. Siete cuentos entre los que destacan “Sherezade”, “Kino” y la soberbia “Un órgano independiente”, aunque las demás historias no son piezas menores y seguro serán del agrado de algunos otros.

De lo que estoy seguro es que “Hombres sin mujeres” es uno de sus mejores trabajos, confirmando que la narración breve es un campo donde desarrolla lo mejor de su literatura.

Por Andrés Mayo Góngora

-Haruki Murakami: Hombres sin mujeres. México, Tusquets Editores, 2015, 267 pp.

Mascultura 22-Abr-15