VALTARI de Sigur Rós: vocales inigualables, secuencias atmosféricas y guitarras tocadas con arco

No tengo la menor idea de cuál sea la experiencia de vivir en una isla en medio de un frío océano muy al norte de nuestro planeta. Aquellos que vivimos cerca del Ecuador y que tenemos como peor enemiga a una temporada de lluvias incisiva a la mitad del verano, no podemos siquiera imaginar lo que es enfrentarse a Europa del Norte, a días cortos, a noches eternas, a paisajes blancos que cansan la pupila. Islandia, aislada; hasta la fonética es descriptiva.

Esta nación ha cobijado y abrazado a talentos impresionantes. Pienso en Björk. Pienso en Múm. Pienso en Sigur Rós. Todos ellos suenan fríos, helados. Pero con un corazón que late imparable bajo las capas de hielo. Esto se lo achaco a su lugar de origen; el frío cambia la forma en que los artistas crean, y les permite hablar un lenguaje al que el trópico es ajeno.

Todos ellos han visitado México; todos ellos dieron presentaciones emotivas al grado del asombro. Sólo uno de esos proyectos dejó a los espectadores con la impresión de que quedaron a deber. Cuando Sigur Rós encabezó el festival Colmena en 2008, un problema de salud afectó al baterista de la banda a la mitad de su show; esto provocó que un concierto que pretendía durar entre 1:30 y dos horas fuera reducido a 40 minutos.

Sin embargo, el amor que los mexicanos le tenemos a Sigur Rós no cedió ni un milímetro en función de su incompleta presentación. Lo sé porque la salida a la venta de su sexto álbum de estudio, Valtari, causó conmoción en las redes sociales tan pronto como el disco estuvo disponible. Entiendo por qué, aun cuando no es una obra que deslumbre, si acaso uno es conocedor de la discografía de la banda: por su originalidad. La fórmula es una y es clara; no puedo decir que está gastada porque aun cuando Valtari suena como sonaron discos anteriores sigue siendo conmovedor. Es sólo que estos islandeses saben perfectamente cuál es su punto fuerte: saben cómo combinar las vocales inigualables de Jónsi con secuencias atmosféricas y guitarras tocadas con arco, como si fueran violines o cellos.

Sigur Rós es música para escuchar en espera del fin. Todas sus canciones son una especie de réquiem: para el planeta, para la humanidad, para un momento particular en la vida de una persona, para un amor. Su carrera ha tenido momentos luminosos; Valtari no es uno de ellos. Este último álbum retoma la nostalgia de su extraordinario y no escatima en sentimiento. Es el mismo Sigur Rós, pero volviendo a atravesar uno de sus momentos más geniales; en el caso de estos islandeses, la genialidad viene de la mano de la tristeza.

Por Leonora Milán
Imagen: Portada del disco Valtari de Sigur Rós.
Mascultura 22-Jun-06