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Corona, ya es hora

Corona, ya es hora
22 de mayo de 2020
Enrique G de la G

Celan, acaso el poeta más importante de la segunda mitad del siglo veinte en lengua alemana. Este 2020 conmemoramos cien años de su nacimiento y medio siglo de su muerte. Pero también viene a cuento porque uno de sus poemas nos interpela de manera extraña en estos tiempos.

En el momento en que los nazis irrumpían en la casa de un matrimonio judío rumano y los apresaba, su hijo se encontraba fuera. En total murieron la mitad de los 800,000 judíos de Bucovina, el corazón de Moldavia, una ciudad rumana fronteriza con Ucrania.

Ese destino persiguió al hijo, que nunca se perdonó haber sobrevivido al Holocausto. El fantasma lo persiguió siempre, espoleó su escritura, pero –cumpliéndose el sentido griego y original de la tragedia– también acabó con su vida. Paul Celan no pudo con el síndrome del superviviente y el 20 de abril se quitó la vida arrojándose –probablemente– al río Sena.

“Nos mantenemos abrazados en la ventana, nos ven desde la calle”, comienza la última estrofa de su poema “Corona”. Así estamos, abrazados adentro desde que el virus coronario nos obligó a encerrarnos. Acaso pasa alguien y nos observa.

Cuenta Günter Grass –en una entrevista que se publicará póstumamente este año– que el título de “Corona” se refiere a la corona nupcial de Ariadna, que fue perpetuada por Dionisio mediante catasterismo en la constelación corona boreal. Ariadna y su corona han sido tema recurrente en las artes (Tiziano tiene un óleo, Nietzsche un poema, Chéjov un cuento, Strauss una ópera) pero para mí significa la esperanza inteligente. Ariadna es la mujer previsora que desenrolla una madeja de hilo conforme se adentra en el laberinto del Minotauro, porque la espera y la esperanza son acciones, actividades, actuar, no simple pasividad. Hoy, no nos queda más que esperar y esperanzar.

Theodor Adorno dijo que sería una barbaridad escribir poesía después de los horrores de Auschwitz. No vio que Celan ya se le había adelantado con su “Fuga de la muerte”, pues pensaba que precisamente lo único que los nazis no habían podido arrancarle era el lenguaje: “nos miramos / nos decimos palabras oscuras / […] / nos dormimos”.

En la obra de Celan, la nuez representa la nada: saquemos el tiempo de esa nada, como Yahveh en el Génesis, echémoslo a andar. ¿Y qué hace el tiempo? Regresa a su nuez. No queda nada, excepto el tiempo, que para algunos será desesperanza y para otros esperanza.

“Tiempo es de que sea tiempo. / Es tiempo”, escribe Celan, como diciendo “ya va siendo hora, ¿no?”. Ya va siendo hora de que arreglemos nuestros pendientes, de que encontremos el centro de nuevo, de que reinstauremos la armonía interna, con nuestros seres queridos, con el planeta. Es tiempo. Solo tenemos tiempo y lenguaje.

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CORONA

por Paul Celan

 

Aus der Hand frißt der Herbst mir sein Blatt: wir sind Freunde.

Wir schälen die Zeit aus den Nüssen und lehren sie gehn:

die Zeit kehrt zurück in die Schale.

 

Im Spiegel ist Sonntag,

im Traum wird geschlafen,

der Mund redet wahr.

 

Mein Aug steigt hinab zum Geschlecht der Geliebten:

wir sehen uns an,

wir sagen uns Dunkles,

wir lieben einander wie Mohn und Gedächtnis,

wir schlafen wie Wein in den Muscheln,

wie das Meer im Blutstrahl des Mondes.

 

Wir stehen umschlungen im Fenster, sie sehen uns zu von der

Straße:

es ist Zeit, daß man weiß!

Es ist Zeit, daß der Stein sich zu blühen bequemt,

daß der Unrast ein Herz schlägt.

Es ist Zeit, daß es Zeit wird.

 

Es ist Zeit.

CORONA

por Paul Celan (traducción de José Ángel Valente)

 

En mi mano el otoño come su hoja: somos amigos.

Extraemos el tiempo

de las nueces y le enseñamos a caminar:

regresa el tiempo a la nuez.

 

En el espejo es domingo,

en el sueño se duerme,

la boca dice la verdad.

 

Mi ojo asciende al sexo de la amada:

nos miramos,

nos decimos palabras oscuras,

nos amamos como se aman amapola y memoria,

nos dormimos

como vino en los cuencos,

como la mar en el rayo sangriento de la luna.

 

Nos mantenemos abrazados en la ventana, nos ven desde la calle:

tiempo es de que se sepa,

tiempo es de [que] la piedra pueda florecer,

de que en la inquietud palpite un corazón.

Tiempo es de que sea tiempo.

Es tiempo.