Queridos buscadores de lo auténticamente asiático,

Queridos buscadores de lo auténticamente asiático,

Ximena Hutton

No sé muy bien en qué momento se decidió que yo tenía que representar algo más grande que mis propios libros, pero desde hace años me vienen diciendo que no escribo como japonés, que mi estilo es demasiado occidental, que si mis personajes no se comportan como se espera de ellos, que si no hay suficiente niebla ni templos ni sabiduría milenaria en mis páginas. Y yo, honestamente, sigo sin entender por qué tanta expectativa con eso, si lo único que quiero es sentarme a escribir tranquilo con un gato cerca y algo de jazz sonando de fondo.

La verdad, nunca me propuse ser el embajador cultural de nada. Escribo como puedo, como me gusta, como me sale. Y si eso implica pozos metafísicos, mujeres que desaparecen misteriosamente, personas que hablan con gatos o adolescentes que cocinan mientras escuchan a Miles Davis, pues así será. No tengo la culpa de que mis obsesiones no coincidan con la postal turística que algunos esperan del Japón literario. Y no me ofende que me lo digan, sólo me parece curioso ese afán de etiquetarlo todo, y que cuando algo no parece “típico” automáticamente se le ve con sospecha. 

Y qué decir de quienes insisten en incluirme cada año en las listas del Nobel, como si fuera un personaje de temporada, una especie de ritual colectivo que se repite con la misma emoción y la misma decepción. Si quieren saber la verdad, a mí me da igual. No me desvela ni me amarga. Mientras me dejen escribir en paz, salir a correr y preparar espaguetis con calma, estoy bien. No necesito estatuillas doradas para sentir que lo que hago tiene sentido. Me basta con saber que, en alguna parte del mundo, alguien lee uno de mis libros a las tres de la mañana y encuentra en él un poco de compañía, o al menos una excusa para no dormirse todavía.

Así que sí, mis personajes callan, piensan demasiado, caminan bajo la lluvia sin paraguas y en ocasiones se sienten un poco fuera de lugar. Y no, no están diseñados para representar ninguna identidad nacional. Son como yo: discretos, raros, ligeramente obsesivos, pero bastante honestos en su rareza.

Si eso no es suficiente para algunos, lo lamento. Yo estoy ocupado viviendo una vida pequeña y extraña, llena de cosas que me hacen bien. Y si algún día mis libros les parecen demasiado silenciosos, demasiado “occidentalizados” o demasiado raros, recuerden que siempre pueden leer otra cosa. Yo seguiré acá, escribiendo despacio, escuchando jazz y dejándome acompañar por mis gatos, que nunca me piden que represente nada.+

 

Con cariño tibio y una playlist de Miles Davis sonando bajito,

Haruki Murakami