“Hay racismo contra todo lo que no es blanco ni europeo”: Valeria Luiselli nos habla de su ‘Desierto sonoro’

“Hay racismo contra todo lo que no es blanco ni europeo”: Valeria Luiselli nos habla de su ‘Desierto sonoro’
Jueves 17 de octubre de 2019
R. de la Lanza

La más reciente novela de Valeria Luiselli, Desierto sonoro, es la historia de carretera de una familia que desgarra el mapa de los Estados Unidos en auto de Nueva York a Arizona. Ella y él, dos documentalistas que han estado trabajando juntos en un proyecto de recopilación de material de audio, de impresiones sonoras, ven sus destinos apuntando en direcciones distintas. Cuando termine este viaje se separarán, cada quien irá por su cuenta: él, con su hijo. Ella, con su hija. La razón operativa de ese viaje es que el esposo de la protagonista está haciendo un estudio profundo sobre los apaches y sus últimas resistencias contra las fuerzas estadounidenses y mexicanas, en tiempos de Gerónimo. 

Como si lo fuera narrando al lado o al frente del volante, el viaje se convierte en un pizarrón donde se va escribiendo no sólo el alud de reflexiones obligadas por la inminente ruptura, sino también vuelca disquisiciones, historias y experiencias sobre la migración, la frustración y la injusticia que golpea a las familias de los inmigrantes en el Coloso del Norte.

En la narración de lo que debería ser una gestión relativamente normal y madura del rompimiento, se entierra dolorosa e inesperadamente el caso de Manuela, una mujer cuyos hijos han sido detenidos tras cruzar la frontera a pie. La protagonista, es decir la propia Valeria, acepta un peculiar llamado a la aventura para ver cómo se puede arreglar esa parte del mundo que está generando heridas que nunca dejan de sangrar, una situación repetida unas 14 mil veces en los últimos años.

La situación de esas familias separadas, violentadas por el sistema de justicia estadounidense es una realidad horrenda a la cual, sin embargo, parece que no todos quieren voltear a ver. ¿Crees que tu condición de madre tuvo algo que ver en el tu motivación para esta novela?

Quiero pensar que no es necesario ser madre o padre para poder empatizar con los niños de este mundo que son objeto de la violencia, y que no es necesario tener hijos para comprender que, como sociedad, hay que hacer frente a la violencia. Pensar así implicaría que sólo podemos ser empáticos si compartimos algo esencial con las otras personas, y que no somos capaces de la empatía basada en el hecho fundamental de que somos todos humanos.

¿Hay una crisis humanitaria en el mundo o es relativamente normal esa mirada fría y distante que se guarda ante fenómenos como este?

Sí creo que hay una crisis humanitaria, que afecta nuestra capacidad de sentirnos vinculados con otros seres humanos. Aunque siempre la ha habido, vemos la violencia entre personas y entre gobiernos… Creo que la labor de las humanidades y las artes es seguir fabricando nexos comunitarios a través de la narrativas compartidas, la literatura, el lenguaje genera vínculos que nos ayudan a identificar maneras en que podemos crecer. Frente a las numerosas crisis humanitarias, la labor de quienes trabajan con el lenguaje está en seguir generando esa red, ese tejido que posibilita que los puntos de vista sean menos irreconciliables. 

¿Esa es, entonces, una de las motivaciones de la creación literaria?

Sí, pensando en la motivación como en su función, aunque hay otras motivaciones a lo largo del proceso de escritura de un libro, que es algo con lo que vives varios años, y las motivaciones se van modificando. Para mí, al principio del proceso de escritura de este libro, estaba simplemente la motivación de acercarme a unas preguntas esenciales, como la de qué estamos haciendo cuando entregamos a las nuevas generaciones una historia, una versión del mundo, y ellos nos devuelven otra más nítida que la nuestra —a lo largo del camino, en la novela, la pareja adulta va contando sus historias, y los niños también exponen sus propias formas de explicar el mundo—. Me interesaba explorar el mecanismo intergeneracional de contarnos historias, y cómo crean esas historias una visión compartida del mundo.

Además del cruce entre generaciones, otros dos cruces son muy patentes en tu libro: el de la road-novel y la búsqueda kafkiana por reivindicación y justicia, y el paralelismo entre  la angustia histórica por un pueblo que fue obligado a rendirse y a aceptar su desaparición, y esta otra forma de desaparecer que es la deportación, pues significa algo como “te niego la existencia aquí, y vuelve al infierno del que saliste”.

Me da gusto que traigas a discusión la cuestión de los pueblos originarios de esta parte de América y su exilio forzado a las reservaciones, así como el genocidio que lo precedió, por un lado, y por el otro, la otra forma de violencia, que es la deportación y el encarcelamiento masivo de cientos de miles de inmigrantes, por el solo hecho de llegar a pedir asilo a ese país. Esto sobre todo en el gobierno de Trump, aunque comenzó antes. Ambas cosas, yuxtapuestas, son una manera de forzarnos a pensar en los ciclos históricos de la violencia política en un país que se dice de migrantes, pero en el que hay un programa y una selección gubernamental oficial para decidir quiénes sí cuentan como inmigrantes y quiénes no. La violencia institucional que ejerce este gobierno contra las comunidades que le parecen indeseables, primordialmente las personas latinoamericanas, y las afroamericanas. 

O sea que eso de la democracia y sus avances, de que la discriminación y el odio queda atrás, en realidad está aún muy lejos de la realidad. 

Sí, pero podemos hablar igual de México, que ha sido un país abierto a los inmigrantes, a exiliados políticos, a diásporas extranjeras, como con el exilio español o a los de Argentina y Chile durante las dictaduras, pero ante los centroamericanos, nos hemos comportado de una manera más bien vergonzosa.

¿Y qué tal con los pueblos originarios?

Exactamente, empezando por ahí. Al final, siguen siendo en ambos países muestras de un racismo profundísimo contra las razas no blancas ni europeas. Como en un río, las aguas que corren bajo todo esto son las del racismo contra nosotros mismos. 

Una road-novel siempre es un símbolo de un viaje de vida, de un crecimiento personal. ¿Cuál fue el crecimiento personal de Valeria Luiselli al ejecutar este proyecto?

No me interesa mucho hablar de Valeria Luiselli. Me interesa hablar de mi trabajo. 

Por favor. 

Me interesaba mucho lograr una intersección por medio de la escritura, de uno de los géneros de la novela gringa por excelencia, la road-novel, puesta en una tensión con la narrativa de otro tipo de viaje, que, aunque trata del tema de la migración, en el sentido literario es una forma en que la literatura latinoamericana ha explorado el viaje, que es el descenso a un inframundo. En ese sentido, la literatura latinoamericana, siento que abreva de la literatura latina en un sentido más amplio: la Divina Comedia, Viaje al fin de la noche, Rulfo, y ese brazo de la literatura de viaje como descenso, como entra en conversación con esa otra narrativa del viaje como movimiento de Este a Oeste en una especie de sub continente hacia una tierra a punto de ser descubierta. En mi libro no se descubren mundos nuevos, pero sí se encuentra un mundo caído, a punto de derrumbarse.

Ese viaje de Este a Oeste, especialmente en esa cartografía tan rectangular de los Estados Unidos, es casi siempre símbolo de una búsqueda de la libertad.

Hay algo de eso, pero en la medida que esos personajes se mueven hacia allá, se adentran en la realidad actual, inmediata, donde la historia de la libertad de algunas sucede a costa de la pérdida de la libertad o de la vida de otros.+


Valeria Luiselli presentará esta noche su libro en la Ciudad de México, y el evento será transmitido en directo por Facebook Live en MasCultura de Librerías Gandhi.