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Rubí Tsanda: Darle voz a la lengua, hacer poesía en la memoria

Rubí Tsanda: Darle voz a la lengua, hacer poesía en la memoria

Rubí Tsanda es poeta, traductora, lingüista, comunicadora en Voz de la Cultura P’urhépecha/Purépecha y docente de la misma lengua en el Departamento de Idiomas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Originaria de Santo Tomás, Chilchota, Michoacán. Es Licenciada en Historia por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara y ha dedicado su vida a la promoción y fortalecimiento de su lengua materna a través de la realización de documentales y participación en foros, congresos y coloquios nacionales e internacionales, así como en diversos encuentros y festivales de poesía a nivel nacional. En 2014, realizó una traducción de la antología de Octavio Paz Corrientes alternas en lengua purépecha para el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. Dentro de sus obras se encuentran K’arhánkuntskuecha/ Delirios, Náandi pireku ma cheti sapiini / Cantos de una mamá purépecha a su hijo, Cantos de una mujer p’urhépecha. Sus trabajos más recientes son la traducción del poema Grito hacia Roma de Federico García Lorca y la antología La Voluntad de la Tierra

Rubí, ¿De dónde viene esta pasión? No solo por el purépecha, sino por las lenguas en general.

Bueno, siempre lo he mencionado, creo que una cosa me llevó a la otra y que empezar a escribir en lengua purépecha me abrió a muchas reflexiones. Cuando empecé a escribir, hace casi 20 años, el tema literario no estaba muy difundido en las lenguas indígenas, o no había tanta difusión como ahora con las redes sociales. Me percaté que, incluso si escribíamos, no había muchos lectores y no había mucha gente que supiera leer en nuestras lenguas. Esto me llevó a preguntarme, ¿quién lo va a leer?, ¿qué sentido tiene que yo escriba en mi lengua si no hay lectores? Había una resistencia y una necesidad al mismo tiempo por cómo lograr que la gente de mi comunidad o los hablantes de purépecha se acercaran a este tipo de literatura y hace poco más de 12 o 13 años que inicié a dar clases de Purépecha. 

Aunque muchos lo hablan, hay una gran barrera lingüística que se relaciona con que somos analfabetos en nuestro propio idioma. La falta de estandarización dificulta su lectura y escritura, creando una barrera lingüística. Esto me llevó a la enseñanza del purépecha como segunda lengua, a la alfabetización de hablantes y, finalmente, a la traducción, áreas en las que he trabajado los últimos 15 años.

Me interesa que hablemos sobre la falta de lectores. ¿Cómo te pones en contacto con la gente para acercarles a García Lorca o a poetas en otras lenguas?

Ha sido un proceso muy interesante, porque precisamente en esa búsqueda de lectores, para ver si había alguno debajo de alguna roca, te das cuenta que de repente publicas tus textos, poemas, relatos o novelas que ya están escritas en lenguas indígenas y están ahí en los archivos. Los textos en lenguas indígenas se publican, pero no reciben la difusión necesaria, lo que genera la falsa percepción de que hay lectores cuando, en realidad, se desconoce esta literatura. Al notar esto, comencé un diagnóstico sobre la presencia y el conocimiento de la literatura en lenguas indígenas, y descubrí que en muchas escuelas sólo se usaban poemas para eventos conmemorativos, sin una verdadera exploración de su valor literario.

Esto me llevó a crear talleres para niños y jóvenes, acercándolos al mundo de la creación literaria en sus propias lenguas. Me sorprendió descubrir que muchos desconocían la diversidad lingüística del país y creían que solo existía el purépecha. Con el tiempo, mis textos comenzaron a utilizarse como material didáctico en mis cursos de purépecha, ayudando a los estudiantes a familiarizarse con la lectura, la pronunciación y el análisis de poemas.

Hablando del Grito hacia Roma de García Lorca, ¿cómo haces para conseguir traductores que entiendan de poesía y sus características? Es decir, no es sólo poner líneas en la página, sino que mantengan los ritmos y la rima, en todas estas lenguas. 

Actualmente, en México estamos formando redes literarias más sólidas en torno a las lenguas indígenas, lo que antes estaba disperso. Gracias a las redes sociales, a encuentros en eventos y proyectos, hemos identificado y consolidado escritores de toda la república, muchos de ellos también docentes de náhuatl o zapoteco. Esto nos permite recomendar traductores y creadores literarios cuando surgen oportunidades en instituciones y convocatorias. En cuanto a mi experiencia, al principio dudé en aceptar la traducción de Grito hacia Roma de García Lorca, pues ya había enfrentado el reto de traducir a Octavio Paz, pero decidí asumirlo como un desafío mayor. Fue un proceso complejo, especialmente en lenguas originarias, en las que es crucial mantener la esencia del texto. Hoy, en esta generación, hemos logrado consolidar un grupo fuerte de escritores y traductores con trayectoria y experiencia, algo que ha sido clave para seguir avanzando en la literatura en lenguas indígenas.

En Grito hacia Roma, hay muchas complejidades que lo acompañan, como lo es el lugar donde fue escrito ya que, aunque sea en español, esta influencia de Nueva York es realmente notoria y la época vanguardista en la que García Lorca escribe el poema trae sus propios desafíos. ¿Cómo batallaste con estos elementos? Porque no creo que su adaptación haya sido plana o sencilla.  

No, definitivamente no fue un proceso plano, se lo llegué a decir a Natalia Toledo, coloquialmente decimos que nos hicieron “parir chayotes”. El proceso de traducción es súper complicado, sobre todo cuando se trata de un lenguaje literario lleno de metáforas, figuras y otros elementos que no siempre tienen una equivalencia clara. Primero había que estudiar el texto a fondo, entender en qué lugar fue escrito y qué sentía el autor al hacerlo. También tuvimos que discernir muchas cosas, como qué hacer con palabras o conceptos que simplemente no tienen lógica en lenguas originarias. Siempre existen términos intraducibles y el reto es que el mensaje sea fiel y legible sin perder su sentido literario. La verdad es que nos hizo “parir chayotes”. Al principio hice cuatro borradores y ninguno me convenció. Seguí trabajando, modificando, buscando palabras y construyendo otras nuevas con neologismos, para que ni mi lengua ni la idea original se perdieran. Fue un trabajo intenso, y cada decisión exigía equilibrio y creatividad.