Veinte años se cuentan ya desde la partida de Octavio Paz; veinte años en los que el peso de su figura, a pesar de sus detractores, no ha perdido vigencia ni autoridad. Quizá por eso es que las nuevas generaciones lo tienen más como un monolito de nuestra cultura, insondable y un tanto aterrador, que como un escritor al que es posible acercarse desde muy diversas veredas: el Paz poeta, el Paz pensador, el Paz crítico y ensayista y Embajador y el que pasó sus últimos días en la Casa Alvarado. ¿Por cuál de todas sus versiones podemos acercarnos a su obra?
Aquí hay una oportunidad. El año pasado, El Colegio Nacional presentó el singular libro que hoy nos ocupa bajo el título de Los signos en rotación. Digo singular porque el lanzamiento se hizo para conmemorar el 50 aniversario de la reedición de El arco y la lira. ¿Por qué conmemorar una reedición, que no acaso el Fondo de Cultura Económica había ya celebrado, en 2006, las cinco décadas de la edición original? Así fue, pero hay un detalle en la historia de El arco y la lira que convierte a la edición de 1967 en un libro completamente distinto al de 1956: la sustitución de su epílogo por el ensayo “Los signos en rotación”.
Y es que aunque El arco y la lira es una de las obras más aplaudidas y laureadas de Octavio Paz, su autor nunca estuvo del todo contento con su escritura. Así lo deja ver una pequeña frase contenida en una carta a su amigo José Bianco: “En realidad el libro podía haber tenido muchas menos páginas y así habría sido más eficaz.” La edición de 1967 incluyó aquel texto que para muchos representa un manifiesto poético, pero que el propio Paz aseguró que “No es un ‘manifiesto’ sobre la poesía sino una ‘declaración de principio’ –en singular y en el doble sentido de la palabra: mi idea de la poesía del medio siglo y lo que pienso o creo acerca del principio de una nueva poesía-.”
Por tal motivo, El Colegio Nacional, a través de Marie José Paz, Malva Flores y Adolfo Castañón, se dio a la tarea de reconstruir la historia de aquel emblemático ensayo en una edición sin desperdicio. Esta obra está compuesta por tres partes: en la primera, nos asomamos al pensamiento poético de Octavio Paz en dos momentos un tanto distantes: 1943, con el trabajo que de alguna manera es el germen de sus ideas sobre la poesía: Poesía de soledad y poesía de comunión y 1964, cuando estando en funciones como Embajador en la India escribió Los signos en rotación.
La segunda parte de este libro reúne distintas críticas a El arco y la lira, publicadas entre 1956 y 1994. La tercera, y acaso la más interesante, es una colección de misivas que deja constancia de los deseos de Paz sobre la inclusión del ensayo en la segunda edición de aquel libro, ese que le valió ganar el Premio Xavier Villaurrutia de 1956. Tanto en las cartas como en la crítica, y por supuesto en los ensayos de Paz, encontramos esa incesante búsqueda de un nuevo papel para la poesía en un mundo sujeto a la dispersión y atado a la técnica en demasía.
“Aquí hay una oportunidad”, decía, para acercarse a Paz. Pero no es una de esas oportunidades fáciles o digeridas. En realidad, ninguna forma de acercarse a Paz lo es. A los lectores asiduos del Nobel les permitirá acompañar los cambios que el surrealismo representó en el pensamiento de Paz; a los que se aproximan por vez primera, les revelará qué tan cierta o qué tan falsa es la figura lapidaria del autor, al tiempo que seguirán el pulso que dio forma a una de las joyas más valiosas de la literatura mexicana.