EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER: Premio Alfaguara de Novela 2011

Un jurado presidido por el escritor vasco Bernardo Atxaga otorgó el pasado 21 de marzo de 2011, en Madrid, el XIV Premio Alfaguara de Novela a El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez (Colombia, 1973). Junto a Laura Restrepo y Héctor Abad Faciolince, Vásquez es una de las voces más interesantes de la narrativa colombiana reciente. Con su novela anterior, Los informantes, consiguió los elogios de escritores como Javier Cercas, Mario Vargas Llosa y John Banville. Además del estímulo económico, el premio concedido a su más reciente obra supone su internacionalización como escritor y, por tanto, un aumento considerable en su espectro de lectores.

Los informantes y El ruido de las cosas al caer parecen formar parte de un proyecto en común: la recreación, en clave de novela de suspenso, del pasado de Colombia. En la primera de estas obras, el narrador-protagonista investiga el pasado de su fallecido padre y con ello saca a la luz un episodio ignominioso en la historia de su país luego de la Segunda Guerra Mundial. También El ruido de las cosas al caer está narrada por su protagonista, quien se ocupa de escrutar el ayer de un hombre muerto que le cambió la vida, pese a que apenas lo conoció.

El bogotano Antonio Yammara es un joven abogado y un brillante profesor de Derecho cuando se cruza por casualidad, en un billar, con el maduro Ricardo Laverde. Desde el principio, Laverde resulta un enigma para Yammara: se dice que acaba de salir de la cárcel, que pasó veinte años en prisión, pero no se detallan los motivos de su encierro. El mismo Laverde le cuenta al joven que su esposa, a la que parece amar con locura y no ve desde hace dos décadas, está próxima a volver de Estados Unidos. Poco después, una doble tragedia se cierne sobre Laverde: además de que jamás llegará a reunirse con su mujer, que resulta víctima de un fatal accidente, el hombre sufre un misterioso atentado que redundará en su muerte. Yammara, presente durante la agresión, también resulta afectado. Mucho después de los hechos, un Yammara aún no recuperado del todo investigará la vida de ese hombre al que muchas veces ha deseado no haber conocido, no haberse cruzado por su camino, pero que está ligado de forma irrenunciable a su propia historia.

Las virtudes formales de El ruido de las cosas al caer están muy a la vista. La novela posee una estructura que, desde su inicio, apela a la curiosidad y al interés del lector: inicia en 2009, con la muerte brutal de un hipopótamo que había escapado dos años atrás del zoológico del narcotraficante Pablo Escobar. Ese hecho es el que desata el torrente de recuerdos de Yammara y lo lleva a contar la historia que leemos; solo se entenderá a cabalidad la enigmática relación entre uno y otra ya avanzada la obra. Con base en saltos temporales, tanto hacia adelante como hacia atrás, el autor consigue que el lector, ávido de llenar los vacíos de información, se involucre activamente con su libro. En cuanto al estilo, si bien no abusa de la retórica y se centra en la narración y no en el adorno, está salpicado de breves pero sustanciosas reflexiones y de emotivos pasajes, los cuales dan contundencia al relato sin dificultar su desarrollo.

Como otras novelas colombianas, esta se ocupa de los efectos del narcotráfico en la sociedad del país sudamericano. Sin embargo, los alcances del libro van más allá del tema apuntado, que aparece como un contexto necesario, pero no en primer plano. El centro de la novela son las relaciones amorosas o filiales entre sus protagonistas y los hechos que las dificultan, uno de los cuales es el impacto del narcotráfico en el país recreado. La violencia y el miedo separan familias y dejan una profunda huella en los personajes.

El ruido de las cosas al caer no parece afectado por el prurito de demostrar algo; más bien se aboca a mostrar con vehemencia, sin tesis ni diagnósticos fáciles, la forma en que los conflictos sociales terminan por impactar en las historias individuales. Si bien el país que el autor elige para situar su historia es Colombia, su propia patria, bien podría ser cualquier otro país en el que uno o varios conflictos sociales les hayan arrebatado el sosiego a sus ciudadanos. México, por ejemplo.

Con esta novela, que justifica sobradamente la concesión del Premio Alfaguara, Juan Gabriel Vásquez confirma una conocida máxima del gran novelista ruso León Tolstói: “Si quieres ser universal, habla de tu aldea”. Claro que hablar de la propia tierra no basta. Claro que se puede hablar de un territorio ajeno y ser también universal. Pero si se habla del propio suelo atendiendo más al sustrato común del ser humano que al color local y echando mano de técnicas narrativas efectivas, como hace Vásquez, se consiguen novelas tan memorables como esta, que no tiene anclas en una sociedad concreta y que es capaz de proyectarse en sensibilidades lejanas y diversas.

Javier Munguía
http://www.javiermunguia.blogspot.com/

El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez en Gandhi