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Ecos industriales: Entrevista con Eduardo Sacheri

“Me llaman a la casa a las seis de la mañana, desde España, y me dicen. Era la tercera vez que lo intentaba. Cuando alguien te llama dos semanas antes y te dicen que tal día necesitan que esté con un teléfono a la mano, uno dice puede ser, pero como otras dos veces no había sido, mi nivel de expectativa era voluntariamente bajo para no desilusionarme”.

Es el escritor argentino Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) contando cómo se enteró de que había ganado el Premio Alfaguara de Novela 2016. Sigue dando clases en una preparatoria, un día a la semana. Es profesor de Historia y como sus alumnos saben que es escritor, intentan sacarle plática para que no les imparta clases; aunque por el semblante de Sacheri, queda claro que se deja convencer. “Sé que es una maniobra distractora”.

La noche de la Usina, título de la novela premiada, trata sobre una estafa y la forma como los engañados se hacen justicia por propia mano. Así como se dice que el culpable suele regresar a la escena del crimen, Sacheri regresó, sin habérselo propuesto, a O’Connor, pueblo ficticio en la pampa argentina, que ya había sido escenario de la novela Aráoz y la verdad.

Mientras degusta un capuchino bien cargado, sentado afuera de una tienda de vinilos en el pasillo del Parián de la colonia Roma, cuenta las razones de este regreso a personajes y terrenos conocidos:

“Por primera vez en mis novelas regreso a O’Connor. Cuando escribí Aráoz y la verdad, hace casi diez años, mientras iba pensando mis personajes aparecían cosas que no entraron en esa novela, por lo que quedaron cosas pendientes de ser contadas y al mismo tiempo me quedó una fuerte tristeza, una nostalgia por desprenderme de esos personajes. Los extrañaba y por única vez me dije ‘voy a volver’. Esa mezcla de residuos narrativos, más el deseo personal de reencontrarme con ese lugar y con esa gente, me condujeron a tener el material para escribirla”.

El éxito literario y cinematográfico de un tema como la estafa radica en que al involucrarse en la trama, el espectador se vuelve parte de la banda y del diseño del plan que habrá de ejecutarse a la perfección para limpiar el agravio. Cuando alguien nos estafa, luego de los sentimientos de vergüenza e impotencia que carcomen las entrañas, la sed de venganza se apodera del cuerpo. La mejor manera de desquitarse es propinar una sopa de su propio chocolate al mezquino estafador.

Eso ocurre en La noche de la Usina, en la que Fermín Perlassi y sus vecinos de O’Connor, en pleno “corralito” — medida impopular establecida por el gobierno de Antonio de la Rúa en 2001, que impedía que la gente sacara sus ahorros del banco—, juntan todos sus ahorros para llevar a cabo un proyecto que los saque adelante en medio de la crisis, pero son engañados por un corrupto ejecutivo bancario y el villano de la novela, Manzi.

Le digo a Eduardo Sacheri que por las referencias fílmicas que giran alrededor de la estafa, La noche de la Usina es su novela más cinematográfica:

“Me parece que a lo mejor por el lado del la propia hechura del plan y del líder de la banda, una de las fuentes de inspiración del libro es ni más ni menos que algo de cine clásico de los años cincuenta. Creo que también hay algo, en general, bastante visual en mi manera de escribir las historias, que tal vez esté acentuado en La noche de la Usina. Cuando digo visual pienso en que, así como hay autores que trabajan desde la palabra o desde la forma, cuando pienso mis historias las pienso desde imágenes que veo, imágenes imaginarias. El libro se trata de poder plasmar en la hoja eso que estoy viendo, ahí reside ese carácter un poco cinematográfico”.

Le digo que, en cierto sentido, la novela me hizo pensar en El golpe, la película de Robert Redford y Paul Newman. Dice que es una película que le encanta:

“Lo que me apasiona es que es una película de estafas donde tú como espectador también eres estafado”. Sacheri recomienda una cinta argentina sobre estafas y estafados: Nueve reinas, de Fabián Bielinsky.

¿Cómo se arma un plan para estafar a un estafador? Para Sacheri ésa fue la parte más difícil de la novela: cómo hacer que Fermín Perlassi, especie de líder que organiza a Fontana, Lorgio, Hernán y los demás engañados, diseñara paso a paso todas las facetas del plan:

“Lo que me dio más trabajo, como al propio Fermín Perlassi, fue armar el plan, si va a haber un robo vamos a hacer que sea una historia que tenga tensión y que el lector se asome a esa tensión que exige recursos narrativos determinados que no tienen que ver con lo emotivo, sino con ese chac chac chac de relojería que tiene que tener un policial, que a mí me gusta que tenga cuando leo y que me gusta que tenga cuando lo escribo. Tuve que hacer una investigación sobre algunos problemas puntuales como tensiones eléctricas, cargas de dinamita y alarmas”.

Como toda la acción ocurre en O’Connor, el ritmo de la novela es distinto a si hubiera sucedido en una gran ciudad. Sacheri habla de su ritmo creativo:

“Ahí hay una decisión que tiene que ver con mis propias limitaciones. Soy lento. Mi ritmo para pensar las cosas y hacerlas son más pueblerinas que urbanas. Yo vivo en un suburbio de Buenas Aires, que si bien está más cerca de la gran ciudad de lo que está O’Connor, tiene un ritmo y una escala apaciguada en relación con la gran ciudad. Las historias se me suelen ocurrir en esos marcos suburbanos o rurales; la gran ciudad tiene un frenesí que a mí me excede, me supera, y me parece que para estos personajes sorprendidos por la estafa y por el derrumbe, que se tomen el tiempo para pensar qué van a hacer y que lo vayan alumbrando, me parece inevitable que sea así porque van a hacer algo muy demandante, algo que está muy por fuera de sus vidas. Para pasar de la sorpresa, de la perplejidad al acto, tiene que mediar tiempo, páginas y lentitud”.

A pesar de que Manzi se ha quedado con mucho dinero, librando el “corralito”, su conciencia nunca está tranquila, pues sabe que alguien podría robarle. Como dice el dicho, “el crimen no paga”. Dice Eduardo Sacheri sobre el villano de la historia:

“Una imagen que tenía muy presente cuando estaba escribiendo los capítulos que tienen que ver con Manzi era un cuento infantil, creo que medieval. Se trata de un artesano que ha ganado algún dinero y lo entierra en el jardín. Luego se pasa las noches asomado a la ventana sin poder dormir y su mujer le dice que descanse, pero no puede porque desde que enterró el tesoro no deja de pensar en que alguien se lo robe. Tengo la imagen del tipo con una vela acodado en su ventana, mirando hacia el jardín, y me gustó jugar con la idea de nuestras prisiones y cómo podemos estar presos de lo que nos sale mal pero también presos de lo que nos sale bien, como el caso de Manzi que, por otro lado, no siente ninguna culpa por lo que hizo. Siento que es un personaje que pierde mucho, en distintos momentos de la trama perderá, pero cuandoparece que tuvo éxito y le va muy bien el tipo no tiene paz. Me gusta jugar a deconstruir la imagen del éxito o del bienestar”.

En la novela El secreto de sus ojos, también de Sacheri, que fue llevada al cine con mucha fortuna —ganó el Óscar a la Mejor película extranjera en 2009— la idea de la justicia por propia mano define toda la historia. Algo parecido ocurre en La noche de la Usina aunque con algunos matices morales:

“Saco la palabra justicia y pongo la palabra ‘reparación’. Siento que casi siempre que contamos una historia sobrevuela, sobre todo si es una historia clásicamente contada, la idea de la reparación. A Cenicienta su madrastra y sus hermanastras la tratan mal; ya está instalada la idea de reparación. ¿Podrá Cenicienta librarse de eso y tener una vida mejor? En el arte, en general, está la cuestión de la reparación. Mientras leemos, mientras escuchamos una melodía, miramos una película, el goce estético tiene que ver con una reparación fugaz, momentánea, luego la vida sigue siendo la vida, pero en ese momento hay como una alineación, un armonía… ¿qué es la armonía sino una momentánea reparación? En ese sentido, tanto en El secreto de sus ojos como en ésta, hay una cuestión de reparación, El secreto… sí es más vengativa y en La noche de la Usina no me atrevo a hablar de venganza porque hay una cierta mesura en el plan y en su ejecución, más allá de la torpeza con que se hace todo, hay una autocontención, cosa que en El secreto… no porque en la venganza el dolor es esencial, casi como transferirlo; la idea central de la venganza es ‘tú me hiciste doler con esta profundidad, ahora vos vas a sufrir dolor’. En este caso la reparación tiene que ver con ‘nos quitaron, que nos devuelvan’ y en eso hay una moralidad no exquisita, pero una moralidad de contención”.

Por Jorge Vázquez Ángeles

MasCultura 05-oct-16