Debut y bienvenida: V. S. Naipaul y J. M. Coetzee

"EL SANADOR MÍSTICO"

Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en el año 2001, V. S. Naipaul es un narrador magistral. Basta con hojear alguno de sus libros de ficción para quedar prendado de él enseguida. Incluso su correspondencia familiar, publicada desde 1999, ejerce sobre quien la lee una extraña fascinación, rayana en lo novelesco, pues ejemplifica un tema recurrente en su obra: las luchas internas y externas de un artista en ciernes preocupado, primero, por desarrollar su talento y, segundo, por no desfallecer frente a las adversidades de la vida.

Quizá por eso en la mayoría de sus historias, verdaderas galerías de tipos humanos, confluyen lo melancólico, lo grotesco y lo humorístico. V. S. Naipaul es, en efecto, un narrador cuya vocación está cifrada por lo tragicómico, capaz de conducirnos, en cada párrafo, de la tristeza a la risa y de la risa a la tristeza. Sus personajes son depravados, violentos, cobardes, sumisos, ignorantes, agudos, soberbios, bobos, sabios, misóginos, misántropos o iracundos. Tan notables o insignificantes como cualquier ser humano. Por sus mentes deambula a la par la mordedura del instinto y la cachetada con guante blanco de una civilización en la que a duras penas consiguen acomodarse.

En “El sanador místico”, su primera novela y su primer libro publicado, Naipaul nos cuenta el ascenso social de Ganesh Ramsumair, un hombre que, gracias a la suerte, a la Providencia y, en menor medida, a su propio esfuerzo, “llegaría a ser famoso y honrado en todo el sur del Caribe, héroe del pueblo y, después, el representante británico en Lake Success.” Un espíritu menor que, por azares del destino, conquistó el respeto de su comunidad. La ejemplar historia del pandit Ganesh, individuo más bien mediocre que adora los libros y sueña con ser un autor reputado, está, sin embargo, plagada de sobresaltos, sinsabores y necedades que lo llevan, primero, a establecerse como sanador en Fuente Grove, un pueblo alejado de la mano de Dios, en una época, nos dice Naipaul, “en la que en Trinidad dabas una patada y aparecía un sanador” y, segundo, a darle un giro inesperado a su profesión tras descubrir sus incipientes tendencias místicas. Siempre en busca de una profesión que satisfaga su sed de gloria, aunque víctima muchas veces de la abulia, el ocio contemplativo y la ley del menor esfuerzo, Ganesh terminará sacándole provecho a todas sus “cualidades” y relacionándose con personajes memorables como el viejo tendero Ramlogan, su hija Leela, su tía la Gran Eructadora, su amigo Beharry, el librero fracasado Bissoon y el político Narayan. En más de un aspecto, El sanador místico es, pues, una novela imprescindible para delinear la trayectoria de un hombre común, más parecido a una sombra, que va sufriendo sin proponérselo diversas transformaciones hasta conquistar sus objetivos. Como era de esperarse, ya establecido en Londres y convertido en Miembro de la Orden del Imperio Británico, el pandit Ganesh Ramsumair, ex sanador místico de Fuente Grove, avergonzado de su herencia india y de su pasado miserable y oscuro, cambiará su nombre por el de G. Ramsay Muir, ilustre estadista de las colonias.

“TIERRAS DE PONIENTE”

J. M. Coetzee no necesita presentaciones. Es, sin lugar a dudas, uno de los autores extranjeros más leídos en lengua española y con razón. Su talento narrativo encuentra pocos rivales en la actualidad. Dueño de una personalidad enigmática, poco dado a hablar de sí mismo más allá de su autobiografía novelada, al recibir en el año 2003 el Premio Nobel de Literatura no leyó, como es usual, un texto sobre su trayectoria como escritor, sino un extraño cuento llamado “Él y su hombre”. Cuento en el que incluye muchos de los temas que a lo largo de su obra ha abordado con envidiable lucidez: la descripción de paisajes melancólicos en los que se va incubando la catástrofe, la dicotomía civilización-barbarie, la locura soterrada de muchos de sus personajes, la frustración y la miseria llevadas al extremo y los recursos metaliterarios que crean confusión en lectores acostumbrados a identificar lo que leen con la vida de quien lo escribe. Maestro de la narración en segunda persona, a Coetzee hay que leerlo tarde o temprano, pues resulta imprescindible para entender el presente y el futuro de la novela.

 En “Tierras de poniente”, su brillante debut como narrador, Coetzee agrupa dos relatos que aparentemente no guardan relación entre sí pero que están hermanados por una misma preocupación: la domesticación de la barbarie, la posibilidad de desplegar determinados mecanismos de control que logren, por medio de la violencia inteligente, someter al otro, al salvaje, al enemigo, al habitante de las regiones inexploradas, al natural de las tierras de poniente. En “El proyecto Vietnam” se describen las peripecias del mitógrafo Eugene Dawn, un empleado del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, encargado de redactar un informe sobre la efectividad de los servicios de propaganda utilizados en Vietnam. Con una ansiedad que raya en el desequilibrio mental, Dawn irá reflexionando sobre el poder, la tortura, la obediencia y las distintas estrategias para atacar al enemigo sin necesidad de dañarlo físicamente. Escribe: “La ciencia de la mitografía nos enseña que una oposición más sutil es la que consiste en subvertir o revisar el mito. La propaganda más elevada que existe es la propagación de una nueva mitología.” Por su parte, en “La narración de Jacobus Coetzee” se da cuenta de las expediciones que, durante el siglo XVIII, dicho explorador realizó por las regiones inhóspitas de Sudáfrica. Con una prosa abigarrada que mantiene en vilo al lector, Jacobus va describiendo las principales características de los bosquimanos, los hotentotes y los namaqua grandes y la manera más eficiente de exterminarlos. Auténtico relato de aventuras, la narración es además una intensa disertación sobre las cualidades simbólicas de la dominación: “Toda criatura salvaje que yo mato cruza la frontera entre la naturaleza salvaje y el número. Soy un cazador, un domador de la naturaleza salvaje, un héroe de la enumeración. Quien no entiende los números no entiende la muerte.”

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Entre V. S. Naipaul y J. M. Coetzee existen varias coincidencias: ambos escriben en inglés y han sido profusamente traducidos al español, ambos firman sus libros con las iniciales de su nombre, ambos han ganado el Nobel de Literatura en este siglo, ambos provienen de dos ex colonias del Imperio Británico (Trinidad y Sudáfrica) y ambos tienen una personalidad difícil, ríspida y poco amigable. Sin embargo, para darle la bienvenida a sus respectivas óperas primas no hace falta más que fijarse en una sola coincidencia, la única importante: ambos son maestros indiscutibles de la narrativa actual.

Por Lobsang Castañeda

Imagen: Portadas de los libros “El sanador místico”, de  V. S. Naipaul y  “Tierras de poniente”, de J. M. Coetzee.
Mascultura 26-Mar-14