La enfermedad que todos llevamos dentro: EL MAL DE LA TAIGA, de Cristina Rivera Garza

Hay cosas que estarán con nosotros durante largo tiempo: un recuerdo ya sea bueno o malo de algo que nos aconteció hace mucho, algún obsequio de aniversario o de cumpleaños, que por diversas razones lo cargamos de un lado a otro, o una persona que, también por diversas razones, tiene la decisión de quedarse con nosotros por un determinado tiempo. Sin embargo, por más años que creamos que podamos estar con ese objeto o con esa persona, tarde o temprano se pierden en el transcurso de la vida. Nosotros también nos hemos desprendido del camino de alguien, pues, finalmente, nada es para siempre.

Esta idea obsesiva se aferra en los intereses del hombre que se casó dos veces en la última novela de Cristina Rivera Garza, El mal de la taiga. Este individuo de barba rubia y rala contrata a una detective para que traiga de vuelta a su segunda esposa, que huyó con un hombre hacia el frío del bosque boreal. El cliente ha estado recibiendo mensajes de ella, como si fueran pistas para salir en su búsqueda, como pequeña migajas de pan que los dos fugitivos van repartiendo a lo largo de los senderos que cruzan.

¿Ha tenido esa sensación de que algo es para siempre? Las malas lenguas dicen que los buenos amigos o el amor verdadero lo son; El mal de la taiga dice que nada lo es. Que absolutamente todo, un buen día se va, sin previo aviso.

La detective, encargada del caso y narradora de la historia, va tomando nota de su recorrido en busca de la esposa prófuga. El caso lo aceptó por una nostalgia ocasionada por formas de escritura en desuso. Su tarea era más difícil de lo que al principio creyó y, paulatinamente, se irá complicando. Ella, tras una serie de fracasos en diversas misiones, comienza a dedicarse a escribir novelas, donde sus tareas fallidas palpitan entrelíneas. En esta entrega, será el misterio de su vida, en el encuentro con otros personajes, el que recorra las páginas de atmósfera borrosa.

¿Por qué las personas se escapan de uno repentinamente? ¿Por qué el amor, así como el desamor, un buen día aparece y al otro se van? Los prófugos de esta novela, el Hansel y la Gretel de El mal de la taiga, son una exploración de esa naturaleza del desconcierto, de esa peculiaridad de la locura que proviene del bosque boreal. Cuentan que la gente enloquece por la desesperación de querer salir de ahí. Se adentran a un hábitat que los rodea por varios kilómetros en cualquier dirección: la monotonía del frío y de la soledad.

Pareciera un mal sueño, casi una pesadilla que pretende alumbrar algo, como los cuentos de hadas y las fábulas, antes de ser anestesiados con los intereses modernos. Este es más crudo, más helado.

El mal de la taiga es un viaje a una parte inhóspita del mundo y de las personas. Es la persecución de algo muy difícil de volver a asir. ¿Qué sucede cuando lo que le da sentido a la vida se pierde de nuestras manos? La invariabilidad boreal que rodea a los personajes es el veneno que los conduce a la locura. El mal de la taiga es una enfermedad que todos llevamos dentro.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

Imagen 1-2: Portada del libro El mal de la taiga de Cristina Rivera Garza.
Mascultura 25-Sep-12