Nosotras editamos
25 de marzo de 2020
Astrid Velasco
En fechas recientes, se ha empezado a hablar del papel de las mujeres en diferentes industrias, y la cultura no es la excepción; de hecho, en el ámbito de los libros, este tema se ha abordado durante años.
La información y cifras sobre la participación de las mujeres latinoamericanas en el sector es muy escasa y, en Europa, sólo España, Francia y el Reino Unido han hecho esfuerzos para visibilizar porcentajes. Estados Unidos ha mostrado, también, algunas estadísticas. En general, se calcula que alrededor de entre un ocho y diez por ciento de los cargos medios de la industria editorial (edición, corrección y diseño) son desempeñados por mujeres, y sólo uno de cada diez puestos directivos. No obstante, la cantidad se incrementa día con día. La participación de mujeres en puestos importantes es menor en las editoriales que orientan más su producción al capital económico que al simbólico; a diferencia de la edición independiente y universitaria en donde sí hay más mujeres dirigiendo.
Atávicamente se ha confinado a las mujeres a una serie de funciones específicas y se les ha obstaculizado acceder a puestos de poder. A la par, son muy conocidas las dificultades que enfrentan ellas para combinar el trabajo y las actividades domésticas.
La representación de mujeres en cargos de toma de decisiones ha sido desigual y poco reconocida. Si pensamos en Iberoamérica, la edición hecha por mujeres tuvo a sus primeras participantes en España y, posteriormente, en la Nueva España con una gran cantidad de viudas o hijas de impresores que heredaban el negocio familiar. Hay innumerables historias entre los siglos xvi y xix. Entre ellas, estaban Jerónima Gutiérrez (a partir de 1562), María Sansori, María Espinosa, Feliciana Ruiz, y María Benavides. Según algunos historiadores, se calcula que, de ochenta impresores en la Nueva España, veinte eran mujeres (sobre todo en la Ciudad de México y Puebla); ellas tenían a su cargo todo el proceso para editar e imprimir libros.
En los siglos xx y xxi se ha incrementado notoriamente la presencia de la mujer en la industria editorial. España es el país pionero en cuanto a mujeres editoras de éxito. Algunas editoriales que fundaron mujeres son Castalia por Amparo Soler (1945), Lumen por Esther Tusquets (años sesenta), Tusquets por Beatriz de Moura (1968) —quien antes había trabajado en Lumen—, y Ediciones Morata creada por Flora Morata, quien también fue partícipe del surgimiento de la Feria Internacional del Libro: Líber. Y es en este siglo que un buen número de editoriales importantes son lideradas por mujeres: María Fasce (Alfaguara), Ana Liarás (Grijalbo), Carmen Esteban (Crítica), Elena Ramírez (Seix Barral), Sigrid Kraus (Salamandra), Silvia Querini (Lumen), Ofelia Grande (Siruela), Ymelda Navajo (Alianza Editorial) y Eva Congil (Anagrama), por ejemplo.
Asimismo, Francia se ha destacado con numerosas editoras: Françoise Verny y Teresa Cremisi, quien durante años fue directora editorial en Gallimard y Flammarion, y se encargó del desarrollo editorial del Holding Madrigal; editó a autores de relevancia mundial como Michel Houellebecq, Michel Onfray, Yasmina Reza y Catherine Millet. A esta lista de mujeres editoras se suman con éxito: Sophie Charnavel y Marie-Pierre Gracedieu, quienes alternaron cargos directivos en Grasset, Flammarion y Gallimard. Por su parte, Charlotte Gallimard se convirtió en la directora ejecutiva de Casterman y Anne Marie Metailié fundó una editorial con su nombre y obtuvo el Premio al Mérito Editorial en 2014 —otorgado por la FIL Guadalajara— dada su trayectoria de difusión de la literatura escrita en castellano y portugués publicada en Francia. Y qué decir de Sylvia Beach, librera estadounidense, quien en la década de 1920 regentaba la famosa librería Shakespeare and company, en París; ahí se reunían los más destacados escritores anglosajones de la época que vivían en la capital francesa: Ezra Pound, Ernest Heminway, Samuel Beckett y James Joyce, entre otros; además de los franceses André Gide, Paul Valéry y el psicoanalista Jacques Lacan. Beach fue la primera editora del Ulises, de Joyce.
Las editoras de revistas de moda han hecho historia en Italia, Francia y Estados Unidos. Incluso, sus memorias se convirtieron en temas de película, como en el caso de Anna Wintour en The Devil Wears Prada. Las editoras de Vogue Diana Wreeland, Franca Sozzani, Emmanuelle Alt y Carine Roitfeld también han dado mucho de qué hablar. Y en el Reino Unido, quién objetaría la importancia de Virgina Woolf, que estableció Hogarth Press (1917) con su esposo Leonard. En dicha editorial ambos publicaron su obra, además de ser de las primeras editoriales en sacar a la luz el trabajo de T.S. Eliot, así como traducciones de escritores rusos.
En América, grandes catálogos de editoriales trascendentales, creadas por mujeres, no sólo han alimentado nuestra visión estética y cultural, también son referentes ideológicos y políticos. Estados Unidos es prueba de ello gracias a voces como la de Gloria Steinem (referente del feminismo estadounidense y cofundadora de la revista Ms.) o Toni Morrison (quien al principio de su carrera trabajó en Random House y tuvo un papel muy destacado en la difusión de la literatura afroamericana). Tenemos a Cherrie Moraga, Barbara Smith y Audre Lorde, que concibieron Kitchen Table: Woman of Color Press, con una vocación estética y política.
En América Latina, hoy en día, existe un gran número de mujeres en todos los espacios de la industria editorial que cada vez se visibilizan más. En Argentina, dos directoras ejecutivas editoriales se han destacado en la actualidad: Luz Enríquez (El Ateneo) y Adriana Hidalgo, cuya casa editora lleva su nombre. Se distinguen otras, de gran importancia en diversos espacios del libro y la lectura, como Gloria Rodrigué, exdirectora de Sudamericana, responsable de la edición de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y de autores traducidos al español, como Faulkner, Durrell y Hemingway. También brilla Ana Cabanellas, expresidenta de la Cámara Argentina del Libro y la única de esa nación que ha sido presidenta de la Unión Internacional de Editores. Asimismo, Trinidad Vergara (presidenta de la Cámara Argentina de Publicaciones), o Patricia Piccolini (directora de la carrera de Edición de la Universidad de Buenos Aires). Además, podemos mencionar a Lola Rubio (FCE Argentina y exjurado del Premio Hans Christian Andersen), Natalia Ginzburg (directora editorial de Atlántida), entre otras, que han configurado un nuevo mapa en Argentina.
En Colombia no se quedan atrás, y la publicación de Ellas editan, reconoce a tres generaciones de mujeres que han impulsado la lectura y la edición en ese país. Entre las destacadas se encuentran Silvia Castrillón, Ana Roda, María del Mar Ravassa, María Osorio (también Premio al Mérito Editorial por la FIL) y Marianne Ponsford (exdirectora de Cerlalc).
En México, la historia de la participación de la mujer se reactiva en el siglo xx, en parte, gracias a la llegada de intelectuales españoles que solicitaron exilio. Ahí está la editorial ERA, instaurada en 1960 por Neus Espresate, Vicente Rojo y José Azorín, la cual ha tenido también editoras tan reconocidas como Paloma Villegas. Está el caso, también, de Imprenta Madero —fundada en los cincuentas bajo la dirección de Vicente Rojo—, que incluyó, a partir de 1979, a mujeres que comenzaron en el diseño y se convirtieron en editoras: Azul Morris y Peggy Espinoza, quien obtuvo el Premio al Mérito Editorial y fundó Petra Ediciones. Otro caso es el de la revista Kena surgida en 1963 y creada por Kena Moreno. Dicha publicación, dirigida a las mujeres, se incorporó en el gusto popular con temas de belleza, salud y manualidades. En ella participaron escritoras como Margarita Michelena, Rosario Castellanos, María Luisa “La China” Mendoza y Guadalupe Dueñas. Y si de historia se trata, está el Reader’s Digest, cofundada en Estados Unidos por una mujer. También, en los sesentas, Carolina Amor de Fournier establece La Prensa Médica Mexicana y, posteriormente, una editorial con su nombre; también es cofundadora de Siglo XXI Editores. Ella está entre las ganadoras del Premio Juan Pablos al Mérito Editorial, que ha sido otorgado a cinco mujeres a lo largo de treinta y cinco ediciones.
De los años sesenta a la fecha, las mujeres comenzaron a destacar en la edición y la dirección. Tenemos a Nubia Macías (exdirectora de Planeta para México, Centroamérica y Estados Unidos, y exdirectora de la FIL Guadalajara), Marisol Schulz (gerente editorial del Grupo Santillana y directora de la FIL Guadalajara), Patricia López Zepeda (actual directora general de Mcmillan, galardonada con el Premio Caniem al Mérito Editorial), Consuelo Sáizar (exdirectora del FCE y de Conaculta), Laura Emilia Pacheco (Conaculta), Marina Núñez Bespalova (Conaculta), Andrea Fuentes (FCE IJ, Caja de Cerillos, UAM X), Socorro Venegas (FCE IJ y UNAM), Miriam Martínez (FCE IJ y Castillo) y Sayri Karp (directora de la Editorial Universitaria de la UDG y presidenta de EULAC).
Finalmente, he de mencionar a algunas editoras que han recibido distinciones por su destacada labor: Patricia van Rhijn Armida, dueña y directora de CIDCLI, quien ganó el Premio Caniem al Mérito Editorial y el Juan Pablos, también al Mérito Editorial; Elisa Bonilla, exdirectora de la Fundación SM y pieza clave en el Programa Nacional de Lectura, que dio pie a la creación de Bibliotecas de Aula; Margarita de Orellana (directora de la revista Artes de México y personaje valioso de la cultura mexicana); y Martha Esparza, presidenta de Altexto, asociación que reúne a la mayoría de editoriales universitarias. +