Montserrat Caballé, la diva de todos

El pasado 6 de octubre falleció la soprano española Montserrat Caballé Folch en un hospital de Barcelona, a los 85 años. Considerada por la crítica musical como la sucesora de María Callas y una de las más grandes intérpretes de ópera del siglo XX, su historia sin duda dejó huella en el repertorio operístico y va mucho más allá de la música.

De orígenes familiares modestos, Montserrat Caballé creció en la España de la post-guerra y comenzó a trabajar a muy corta edad para ayudar con los gastos de su hogar. En un documental del año 2003, titulado Caballé, más allá de la música, su familia cuenta que descubrieron que había nacido para cantar cuando una Navidad ella, con tan sólo seis años, se acercó a un gramáfono que reproducía Madama Butterfly de Puccini y comenzó a cantar el aria Bel di Vedremo, ante el asombro de la familia e invitados, ya que nadie le había enseñado la letra.

El gusto por la música probablemente le vino de su madre, que tocaba el piano y era aficionada al repertorio romántico. Montserrat Caballé, que nació el 12 de abril de 1933 en el barrio de Gràcia de Barcelona, a los once años ingresó al Conservatorio Superior de Música del Liceo con una beca. En el coliseo de Barcelona estudió con Eugenia Kemeny, Conchita Badía y Napoleone Annovazzi.

Doña Eugenia, su primera profesora, dedicó meses únicamente a hacer ejercicios de gimnasia con la niña para desarrollar al máximo su capacidad pulmonar, que hasta sus últimas interpretaciones no dejó de sorprender. Caballé se graduó en 1954 en una accidentada prueba final en la que perdió el conocimiento y, tras titularse, hizo su primer estreno operístico con el papel de Serpina de La serva padrona, de Giovanni Battista, en el Teatro Principal de Valencia el 27 de junio de 1955, con la Compañía de Opera de Cámara de Barcelona. Debutó oficialmente el 7 de enero de 1962 con Arabella, de Richard Strauss.

Enseguida se proyectó en el resto del mundo, a partir del enorme éxito que tuvo en abril de 1965 con Lucrecia Borgia, de Gaetano Donizetti, cuando sustituyó a una enferma Marilyn Horne en el Carnegie Hall de Nueva York. El diario The New York Times escribió que su voz era una combinación de las de las legendarias Maria Callas y Renata Tebaldi. Durante sus cincuenta años de carrera interpretó cien- tos de óperas y conciertos en los principales teatros de todo el mundo, con un repertorio que abarcó más de ochenta papeles. Actuó y grabó junto a las mejores orquestas y los más prestigiosos directores, entre ellos Herbert von Karajan, Leonard Bernstein, Zubin Mehta, James Levine, Claudio Abbado, Seiji Ozawa o Riccardo Muti.

Su carrera fue extraordinariamente longeva, ya que nunca pensó seriamente en retirarse. Necesitaba del canto para sentirse viva. No concebía una vida sin la música, ya fuera en el escenario, impartiendo clases magistrales de canto o presidiendo el concurso que lleva su nombre. Cuando descubría alguna voz joven con verdadero talento lloraba de emoción, como hizo con Pretty Yende, la noche que cantaba ‘I puritani’ de Bellini, en la inauguración de la temporada del Liceo junto al tenor mexicano Javier Camarena.

Como soprano es una leyenda pero también como personaje popular. Poseedora de un carisma contagioso, llegó a presentar programas en la televisión alemana y era una celebridad en los escenarios rusos. Era capaz de reinventarse a sí misma, siempre con éxito, como atestigua el éxito mundial del vídeo de “Barcelona” junto a Freddie Mercury, interpretación legendaria para los Juegos Olímpicos de 1992. Cuentan que Caballé y la estrella del rock eran amigos inseparables, y se la pudo ver en el funeral de Mercury muy afectada por la temprana muerte del ídolo.

Fue, quizá, la desbordante humanidad y cercanía de Caballé, “La Superba”, lo que conquistó al mundo. Monserrat Caballé demostró que cuando existe talento, pasión y una voz como la que poseía, el físico impecable y los estándares de belleza pasan a segundo plano. Fue un ejemplo para cantantes y artistas jóvenes, y sin duda seguirá inspirando a las siguientes generaciones. Con su muerte, desaparece una voz única, irrepetible, y un personaje entrañable al que echaremos de menos fuera y dentro de la ópera.

Este texto fue escrito por Osiris Domínguez y se encuentra en el número 114 de Revista Lee+. Su versión física se encuentra disponible en todas las Librerías Gandhi de México y la versión digital la pueden disfrutar aquí.