Baila tango con una Barbie

El amor es un proceso, es un descuido y una falta de comprensión, que nos puede llevar a cometer una cantidad de actos extraños e inusuales, a muchos de nosotros, por una persona.

Hoy tenemos información y podemos establecer cualquier vínculo sentimental o sexual a distancia, por lo que estos hechos propician que la mentalidad de los niños esté en un constante desarrollo emocional y propenso a sufrir cambios radicales. 

Los juegos también cambian y, en este momento, les podemos adelantar algunas palabras con respecto al juego con muñecas: ¡éntrenle al tango!

Las páginas de Tangos para Barbie y Ken (Textofilia, 2016), de Maritza M. Buendía, “exploran por la mirilla una sexualidad perversa donde los estereotipos se confrontan. Aquí, el juego es creación y los relatos exponen sus reglas en un universo erótico, donde los roles y las identidades se trastocan. Alondra, de niña, juega con sus muñecas en un intento por comprender sus orígenes. Como mujer, es la protagonista de su propia puesta en escena y se desdobla en Barbie, cuyas obsesiones muestran los síntomas de una sociedad enferma. La fascinación por un amante desencadena la prisión de Alondra hasta el extremo en el que decidirá permanecer en el rol impuesto o desprenderse no sólo de un modo de vida, sino de una tradición. El lector también seguirá los pasos de Kelly y Ken a través de un escenario poco común donde se intercalan las perspectivas hasta llegar a estremecedores desenlaces.”

Antes de jugar a las Barbies, Alondra jugaba a suicidarse. Ella era la actriz principal y la abuela la única testigo. Primero escribía cartas llenas de lugares comunes para destinatarios anónimos o inventados, cartas que la abuela siempre leía, asombrada, sin tener en claro cómo reprenderla: ¿cómo hacerle entender que no debía juagar esas cosas?

Solemne, a sus ocho años, Alondra arrastraba los pies hacia la cocina y extraía del refrigerador un litro de leche. Daba un par de tragos largos y pausados, y se despedía de la abuela con un movimiento de la mano mientras la leche escurría en sus labios y alcanzaba el cuello. Después se dejaba caer en medio de la cocina, a lo largo del piso, sin descuidar la flexión de la rodilla o el desvanecimiento de la mano”.
 

Con información de Maritza M. Buendía. Tangos para Barbie y Ken, México: Textofilia Ediciones, 2016, 77pp

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MasCultura 6-oct-16