Barcelona en mapa de pasajes. Entrevista con Jorge Carrión

Barcelona en mapa de pasajes. Entrevista con Jorge Carrión

El autor de la trilogía “Las huellas” vino a la Ciudad de México a promover su más reciente libro, Barcelona. Libro de los pasajes, un ejercicio literario formidable que supone e impone un paseo por los pasadizos urbanos de la ciudad con los ecos de la literatura universal resonando en cada paso. Platicamos con él sobre esta peculiar experiencia literaria y, además, nos dio una primicia.

Jueves 9 de mayo de 2019
R. de la Lanza

Tu libro parte de dos cosas en particular: Walter Benjamin y la ciudad como texto para leerse.

Yo venía leyendo a Benjamin desde hace muchos años. Tiene al menos tres libros sobre ciudades: el de Berlín es de memorias, el de Moscú es un diario de viaje y su proyecto inconcluso de los pasajes de París. Y para mí es un maestro no sólo del pensamiento, sino de la forma literaria. Para él la ciudad es un texto, y en Dirección única, recurrió al collage y al palimpsesto para mostrar la lectura urbana. Cuando y descubrí que hay pasajes en Barcelona, y que cuando Benjamin estuvo ahí no los vio, o al menos no dejó rastro en sus textos sobre ellos, se me ocurrió que yo podría trasladar esas lecciones suyas sobre cómo contar las ciudades a mi ciudad, y me propuse algo muy difícil: contar mi propia ciudad.

Tarea difícil, porque es de carácter enciclopédico, ¿no?

Sí, pero una enciclopedia mínima, casi una marginalia de las millones de historias que, en muchos casos, se considerarían menores o secundarias, porque me impuse hablar sólo de personas con relación directa con pasajes, con lo que dejé fuera a Gaudí, a Messi y a muchos otros barceloneses ilustres. Descubrí historias desconocidas, pero fascinantes, como los Napoleón —familia célebre de fotógrafos—, o los industriales Sert, de los cuales nació un joven bohemio que se volvió pintor. Lo que intenté hacer es tejer esas historias para crear una red que represente la ciudad y su historia.

¿Parecido a lo que Georges Perec hizo con aquel edificio?

Perec es justamente otro de mis maestros. Cuando enumera los lugares en los que vivió, aparece un pasaje, y de él lo que aprendo es la restricción que se imponía, como todos los de OuLiPo, y yo me impuse esa regla de sólo hablar de lo que se relacionan directamente con los pasajes, con lo cual me obligué a descubrir historias que no conocía y a documentarme sobre aspectos que nunca habían interesado y que de pronto son muy fascinantes, porque se vinculan con mi obsesión, con el hilo conductor del libro, que es el pasaje.

¿Es tu libro, entre otras cosas, una invitación a hacer libros de pasajes de otras ciudades?

De hecho, ya hay autores que están documentando los pasajes de su ciudad, como Zaragoza o Buenos Aires. En todas las ciudades del mundo, al menos las occidentales, y especialmente las coloniales y poscoloniales, hay pasajes en Ciudad del Cabo, en Melbourne, en Sidney, en Nueva York, en Buenos Aires, en Ciudad de México… de modo que lo que yo propongo es un método que puede ser universal. Mi libro me interesa como un punto de partida; el punto de llegada lo decide cada lector, ya sea si aplica lo que yo desarrollo a su propia ciudad o a las ciudades a las que viaja, o cuando viaje a Barcelona, la descubre de un modo distinto.

Porque se convierte en una suerte muy peculiar de guía de viaje.

Es como una invitación al viaje, un libro de rutas de laberinto. No hay muchas fotos, pero con los mapas sí hay una invitación a que tú mismo crees tu propia ruta. Yo siempre he viajado con libros, desde que era muy joven. Cuando fui a la Habana hace veinte años, leí en el avión Antes que anochezca, de Reynaldo Arenas, y cuando estaba ahí uno de mis hilos conductores fue visitar los lugares donde él vivió. Hoy soy yo el que escribe libros que invitan a los lectores a usarlos como su propio cicerone en sus viajes.

Tu libro lo puede uno abrir en cualquier página y se encuentra un relato más o menos breve pero contundente y redondo.

Es una colección de fragmentos, los hay ensayísticos, periodísticos, microrrelatos, poemas en prosa. Pero también pienso en el lector clásico que lo va a abrir por la primera página y lo va a cerrar por la última y buscará una coherencia en la estructura, y eso es lo difícil en un libro tan largo y ambicioso: el equilibro entre artesanía, arquitectura e ingeniería.

Aquí no hay un personaje. Los protagonistas son los mismos pasajes.

Hubiera sido muy fácil convertir a uno de los personajes en protagonista, o yo mismo como narrador, pero yo me mantengo en un tercer plano para que el foco esté donde debe estar. Lo mismo hice con Librerías, era muy importante que el cronista sea generoso, recordar que el que importa es el otro, para inteligentemente llegar a los demás.

El libro está catalogado como no ficción, pero hay piezas de creación de mundos, con visos de leyenda.

Sí, aunque siempre aviso cuando es así. Hay muchas fuentes no fiables en la historia de Barcelona. El periodismo, el documento y el archivo siempre están cimentados en el mito, la leyenda y la ficción. Ese conflicto lo he trabajado antes, como en Los muertos y Los huérfanos, donde hablo de cómo la historia y la ficción se contagian y se contaminan mutuamente. No llego a conclusiones, pero aquí también lo he trabajado.

¿Qué viene después de Barcelona?

Estaba pensando que uno no deja de ponerle capas de lectura a sus libros, y hay cosas con las que podría seguir añadiendo, por ejemplo a Librerías. No lo haré, pero mi próximo libro se llama Contra Amazon, se publica en septiembre y es un una antología de mis textos sobre librerías y bibliotecas del mundo. +