Select Page

De cacería con Winston Churchill

Estaba frente a mí. Sus ojos, ¡esos ojos! Tenían toda la tristeza del mundo.

Triste yo que siguen sin surtirme mezcal.

No pude continuar.

Lo sé. Si a mí no me surten pronto, tampoco podré seguir en el negocio.

Y entonces, sin más, lo vi morir. Todos lo ovacionaron. Yo fui premiado por asesinarlo.

No se azote demasiado. Total. Era un toro viejo y seguro ahora descansa de este cruel mundo en forma de un bonito cinturón. Como este, ¿ve? Hasta hebilla dorada y toda la cosa.

Es usted una persona fría. Me recuerda a un emisario enviado a África por parte de Inglaterra, que conocí hace ya muchos años. Era algo así como subsecretario de Estado para las Colonias. Simpático, pero suficientemente cauteloso. Seguro lo ha escuchado mencionar en algún momento. Se llamaba Winston Churchill.

Y el parecido ¿dónde?

Durante su viaje por África, solía acompañarlo a él y a un grupo para cazar. Una ocasión avistamos a un león y Churchill le disparó; casi certero, pero alcanzó a correr. Lo seguimos durante varias horas, casi al anochecer. Cuando lo hallamos, una jauría de hienas lo defendió con furia. Tuvimos que retirarnos.

Pero sigue sin decirme por qué se lo recuerdo. Quiero pensar que no es por las hienas.

No lo dudaría mucho.

Graciosito. Esos son más bien los que vienen a rapiñar mi mercancía. Cada vez que llega el repartidor se apelotonan alrededor. Tengo que defender el producto armado con mi mejor escoba, porque si me descuido, ¡matanga! Y pierde la casa.

Al día siguiente, salimos de nuevo.

A veces creo que usted sólo se escucha a sí mismo.

Esa mañana encontramos a un animal que parecía sacado de una época prehistórica; majestuoso, sereno, hasta que sonó el primer disparo. Churchill era un optimista, pero su siempre favorable punto de vista solía desesperarnos a los demás. Ahí vi por primera vez esos ojos, por eso decidí dejarlo. Ni todos los cinturones o botas valieron aquella última mirada del rinoceronte que cazamos.

¡Vaya, un rinoceronte! Creo que sería necesaria una plaza mucho más grande. Oiga, y qué pasó con su amigo.

Escribió algunos libros, muy pocos son recordados. La sombra de su trabajo político opacó sus demás logros. Se convirtió en Primer Ministro del Reino Unido y combatió contra Hitler en la segunda Guerra Mundial.

¡El führer!

Así es, pero baje esa mano o perderá un cliente.

Pero, ¿1945? Entonces usted…

No diga más, sírvame otro caballito, porque tengo una cita dentro de unos minutos. Ya le contaré de qué.

Por: R. R. Fullton.

Encuentra más de y sobre el polémico Winston Churchill en Librerías Gandhi.

Mi viaje por África

Blood, Toil, Tears and Sweet: the great speeches.

MasCultura 08-mar-16