LOS MUERTOS ANDAN EN BICI: La muerte desde la mirada fresca, inquieta, curiosa y libre de un niño

Serán unas vacaciones inolvidables para Tocino y su familia. Al inicio de su viaje recibirán una visita sorpresiva. Cuando Tocino regrese a la escuela y les cuente a los de su clase lo sucedido, quizá nadie le crea y la maestra lo regañe, como siempre, por “inventar cosas”.

Este libro da comprobación a unas cuantas teorías: primero, que cuando un texto y una ilustración tienen química producen una obra poderosa y viva. Segundo, que guardarle demasiado respeto a ciertos temas es, a veces, innecesario y absurdo. Tercero, que la irreverencia es maravillosa y más cuando nos pone en contacto con aquellos asuntos de la vida que la sociedad, con sus criterios, se empeña en colocar allá arriba, lejos, en el estante más alto del librero, fuera del alcance de los niños. Cuarto, que con humor se puede abordar cualquier tema; que la risa le devuelve su naturalidad a los sucesos cotidianos.

Los muertos andan en bici aborda el tema de la muerte desde la mirada fresca, inquieta, curiosa y libre de un niño con muy pocos prejuicios. Se habla del asunto sin que sea necesario crear un planeta extraño, ni a un personaje imposible. Tocino, el niño que narra la historia, pertenece al mundo y conoce muchas de sus convenciones. No es un inadaptado, ni un excéntrico; es un niño con mente propia, que ve el mundo e intenta comprenderlo haciendo uso de la información que tiene al alcance. Su mamá es fotógrafa y su padre el encargado del laboratorio de muestras de un hospital. Desde pequeño los ha escuchado hablar de temas de los que casi no se habla en otras casas y que para él son sólo parte del ir y venir cotidiano.

Su perspectiva de la vida no es mejor ni peor que la de los otros niños; él simplemente ve las cosas desde un ángulo distinto.

Jueves de #TBT

Por Karen Chacek

MasCultura 06-Abril-17