El culto a lo ambiguo según H.P. Lovecraft

Howard Phillips Lovecraft  nació en 1890 en Providence, Rhode Island, y dejo este mundo en la misma localidad en 1937.

Lovecraft es una imagen fuerte del terror cósmico y se desarrolló una mitología dentro del género, tiene una historia tan grande en los cuentos que sin embargo fue relativamente desconocido en vida, como muchas veces pasa, se dan a conocer de manera póstuma gracias a la difusión de su obra por parte de amigos o gente que iniciaba a conocer su trabajo.

Desde muy joven se interesó por la mitología árabe, y más adelante por la griega, escribiendo desde muy pequeño cuentos y poemas inspirados en estos dos ámbitos. Su abuelo, que se hizo cargo de su educación y le introdujo a las historias góticas de terror.

Su trabajo se divide en tres periodos: La Época de las Historias Macabras (1905-1920), El Ciclo del Sueño (1920-1927), y Los Mitos de Cthulhu (1925-1935).

Los temas que suele abordar son el conocimiento prohibido, la influencia de seres no humanos, seres amorfos espiritualmente en la humanidad, la culpa heredada de símbolos y karma. El destino, la idea de una humanidad deteriorada constantemente amenazada y en peligro a cada momento.

Lovecraft ha creado historias que le rinden culto a lo oculto y ambiguo. Tienen un vasto respeto gracias a la creación de un universo paralelo, lleno de seres de naturaleza perversa, el Necronomicón, un terrible grimorio que muestra cómo invocarlos. Invoquemos a la literatura en este momento.

“Me veo obligado a hablar, pues los hombres de ciencia se niegan a seguir mi consejo sin saber por qué. Si explico las razones por las que me opongo a esta planeada invasión de la Antártida.

Con su extensa búsqueda de fósiles y su minuciosa perforación y fundición del antiguo casquete glacial   , es totalmente en contra de mi voluntad y mis reticencias son aún mayores porque es posible que sea en vano. Es inevitable que los hechos, tal como debo revelar los susciten dudas. Pero si suprimiera todo lo que es extravagante o increíble no quedaría nada. Las fotografías guardadas hasta ahora, tanto las aéreas como las normales, hablaran a mi favor, pues son tremendamente gráficas y elocuentes”.

“Como es lógico, Danforth y yo estudiamos con especial interés y un extraño temor reverencial todo lo que se refería a la religión en que nos encontrábamos. Naturalmente el material era muy abundante y en el laberintico nivel del suelo de la ciudad tuvimos la suerte de encontrar una casa de fecha muy reciente cuyas paredes, aunque dañadas por una grieta cercana, tenían relieves del estilo decadente donde se describía la historia de la región mucho más allá del mapa del plioceno que nos proporcionó un vistazo general del mundo prehumano. Fue el último lugar que estudiamos con detalle, pues lo que hallamos allí nos dio un nuevo objetivo”.

“El cielo cuando atravesamos la cordillera, estaba ciertamente cubierto de vapores y turbulento, y aun que no vi el cenit, puedo imaginar que las nubes de hielo en polvo debieron de adoptar formas extrañas. La imaginación, sabedora de que esas cambiantes capas de nubes pueden reflejar refractar y ampliar con detalle escenas lejanas,  debió de añadir el resto… y por supuesto Danforth no aludió a ninguno de esos horrores concretos hasta que su memoria tuvo tiempo de inspirarse en sus lecturas anteriores.

Es imposible que viera tantas cosas en un instante. En aquel momento, sus gritos se limitaron a repetir una palabra enloquecida cuyo origen no podía estar más claro  ¡Tekeli.li, Tekeli, li!”

MasCultura 10-eno-2017