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La habilidad del trapecista

Al sonar el redoble las luces iluminan la figura del trapecista. Se seca las manos, las cubre de magnesia para luego sacudirlas retirando el exceso. Se acerca al abismo. Toma el trapecio y, con una profunda inhalación, se lanza al vacío. Usando su peso se balancea ampliando el arco que lo impulsará. En un instante que sólo él es capaz de reconocer deja atrás la barra. Parece volar, un giro, dos, tres y al extender el cuerpo su compañero lo recibe al otro lado de la carpa.

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