Descartes, el niño preguntón

¿Será que todos los niños son filósofos natos? Piénsenlo bien: preguntan y preguntan y… sí, vuelven a preguntar. Claro que ésta es una cualidad que aplaudir, antes que molestarse o incomodarse.

El 31 de marzo de 1596, en Turena, Francia, nació un niño que con el paso del tiempo se convertiría en un importante matemático y pensado; no sólo eso, sino que sentaría las bases de la ciencia que le daría algunos dolores de cabeza a los jóvenes de generaciones posteriores. ¿Alguno de ustedes lo recuerda? La disciplina es la geometría analítica y el niño del que hablamos es René Descartes.

Para no perder la bonita costumbre de las preguntas, Descartes, cuando aún era un niño y no se convertía en el matemático que todos conocemos, formulaba constantemente preguntas a su padre, por lo que éste comenzó a llamarlo, como una suerte de vaticinio, “pequeño filósofo”. Durante esa etapa asistió a un centro de enseñanza jesuita, aunque él tenía permitido no asistir a clases en la mañana debido a su precaria salud. No obstante, esta complicación no presentó obstáculo alguno para que llegara a la Universidad e incluso para que se alistara en las filas de Maximiliano de Baviera: una breve vida militar.

Tras una existencia dirigida por el pensamiento y la investigación –pensaba, luego existía y finalmente investigaba–, el 11 de febrero de 1650, en Estocolmo, Suecia, falleció Descartes de una aparente neumonía. Sin embargo, algunas suposiciones apuntan a que más bien se trató de envenenamiento por arsénico. Esta mañana, una vez transcurridos 366 años de su partida a otro plano de la existencia –quizá un misterioso plano cartesiano–, recordamos a este monumental pensador.

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MasCultura 11-feb-16