El arte sin arte

Un ejercicio. Trate de concebir, de imaginar, de sentir que ahora mismo, mientras lee esta nota y toma café y se arrellana en su silla favorita o mientras escucha los rumores de sus compañeros de trabajo que deambulan por la oficina gris en la que han sido confinados, está haciendo arte, que el arte es, precisamente, lo que usted y los demás hacen todos los días, a cada instante y sin proponérselo.

Trate de que su conciencia le sugiera una idea distinta del arte, lejos de los museos, las galerías y los recintos destinados a exhibir aquello capaz de transportarle “a otros mundos”. Preste atención al carácter automático de su rutina y admita de una vez por todas que su mente se encuentra siempre en otro lado mientras se lava los dientes, guarda la ropa o prepara los alimentos. Conceda que sus actividades diarias han perdido el poder metafórico que alguna vez tuvieron y probablemente entenderá cuáles fueron las preocupaciones esenciales de los artistas adscritos al movimiento Fluxus, desarrollado a partir de la década de los sesenta del siglo pasado.

Integrado por creadores provenientes de diversas regiones del mundo, Fluxus intentó iluminar de manera estética la vida cotidiana. Seguidor de Jackson Pollock y alumno de John Cage, Allan Kaprow fue una de las figuras representativas de Fluxus al crear los happenings (“acontecimientos”, “sucesos”), formas artísticas capaces de cuestionar la materialidad de la obra y, por ende, su condición de objeto y mercancía. En "Ensayo sin título y otros happenings", que abre la colección “Archivo Fluxus”, de Tumbona Ediciones, podemos hallar, por primera vez en español, algunos de los escritos esenciales de Kaprow que describen teórica y prácticamente su intensa labor artística.

Denominándose a sí mismo des-artista, Kaprow buscó siempre el predominio de la acción por encima de la contemplación y la pasividad del espectador, la utilización de materiales no relacionados directamente con la práctica artística y, sobre todo, la demostración de que un arte apegado a la vida debe ser tan efímero, contingente y accidental como los actos cotidianos. Transitando de las acciones-collage al happening consiguió darle volumen y hábitat a su obra. Este proceso es descrito de manera elocuente por Luigi Amara en la excelente nota ilustrativa que abre el libro: “A la manera de cajas chinas que engendran una caja mayor —que al mismo tiempo las incluye y rebasa—, las acciones-collage se convierten en ensamblajes una vez que dan el salto a lo tridimensional; éstos, una vez pensados para habitarse, mutan en ambientes que, a su vez, al redefinir a los participantes como artistas potenciales e involucrarlos en una estética de la participación y la creación colectiva, dan pie a los happenings.” Así, pues, con un sentido común envidiable y casi inexistente en la mayoría de sus colegas, Kaprow supo desde el principio que sólo lo habitable es susceptible de transformarse, de cambiar, de moverse.

Con la clara intención de confundirse con la vida, el happening pretende “llamar la atención sobre aquello que no tenía una motivación artística de base y sin embargo puede ser redescubierto como una forma insospechada de arte”. Poniendo en juego las convenciones del arte tradicional, apuesta por la autoría colectiva y las posibilidades estéticas de las relaciones humanas. Para ello debe cumplir con algunas condiciones formuladas por Kaprow de la siguiente manera: “la línea entre arte y vida debe mantenerse lo más fluida y quizá lo más indistinta posible“, “la fuente de temas, materiales, acciones, así como las relaciones entre estos, derivarán de cualquier lugar o época excepto de las artes, sus derivados y su entorno”, “la ejecución de un happening debe ocurrir en varios lugares, ampliamente espaciados y cambiantes”, “el tiempo, que sigue de cerca las consideraciones en torno al espacio, debe ser variable y discontinuo”, “los happenings sólo han de realizarse una vez” y “los públicos deben eliminarse por completo”. En efecto, para mejor parecerse a la vida el happening tiene que alejarse de los accesorios, hábitos y ámbitos sofisticados del arte tradicional, evitar la estática de los escenarios, eludir las duraciones predeterminadas para llegar a una experimentación no conceptual del tiempo, fomentar la espontaneidad que se pierde en toda repetición, deshacerse del profesionalismo que obstaculiza el carácter rudimentario de las acciones y, sobre todo, eliminar los últimos resquicios de las convenciones teatrales al integrar todos los elementos: personas, espacio y tiempo, materiales y entorno. Se trata, pues, de crear acontecimientos, de realizar un arte que no se perciba como arte.

Ensayo sin título y otros happenings es un librito sumamente ilustrativo que incluye además la partitura de algunos happenings realizados por Allan Kaprow entre 1962 y 1967 en diversas universidades de los Estados Unidos. Un documento imprescindible para comprender uno de los capítulos más extravagantes de la postvanguardia: precisamente aquel en donde el arte, para reafirmarse, dejó de serlo.

Allan Kaprow: "Ensayo sin título y otros happenings". Selección y traducción de Alejandro Espinoza Galindo, México, Tumbona Ediciones, 2013, 109 pp.

Por: Lobsang Castañeda

Imagen: Portada del libro"Ensayo sin título y otros happenings",  de Allan Kaprow.
Mascultura 20-Ene-14