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Mi proyecto es exponerme: entrevista con Gabriela Wiener

Una búsqueda rápida en la red confirma que Gabriela Wiener (Lima, 1975) es considerada como una periodista gonzo. El término alude cuando el reportero participa directa y deliberadamente en el reportaje, convirtiéndose en testigo y protagonista. 

Algunos ejemplos: Gabriela Wiener asiste a una exhibición de bondage con una dominatrix que la azota varias veces; Gabriela Wiener vende sus óvulos en una clínica de fertilidad española. Gabriela Wiener acude a un taller donde tendrá experiencias cercanas a la muerte.

Debido a la distancia —ella vive en España—, esta entrevista se hizo mediante correo electrónico. Las preguntas que fui enviándole por tandas giran alrededor de Llamada perdida, libro de crónicas personales, íntimas, que van de los cambios en su vida a raíz del nacimiento de su hija, la presencia del número 11 en momentos importantes, hoteles de paso y tríos sexuales, así como un par de entrevistas a Corín Tellado y a Isabel Allende.

Al comienzo del libro, cuando cuentas cómo conociste a Carmen Pérez, la mujer a la que Roberto Bolaño amó durante sus tres últimos años de vida, mencionas la historia que escribiste al respecto y que ella consideró “inapropiada e indiscreta”. ¿Los textos reunidos en Llamada perdida son inapropiados e indiscretos?
Gabriela Wiener (GW): Sí, Carmen tenía razón, la primera vez que escribí sobre mi encuentro con ella y el fantasma de Bolaño, era muy joven e impresionable y en ese tema me movilizó demasiado la indiscreción y eso se notó en mi relato. Fue parte de mi aprendizaje. Soy muy indiscreta de nacimiento, llevado a la escritura es un rasgo de estilo, simplemente. ¡En Llamada perdida no hay textos inapropiados! Todo lo contrario. Tengo la necesidad de hablar de aquello que más nos incomoda y nos arde dentro, todo eso que existe aunque los biempensantes intenten ignorarlo o silenciarlo. Cuando hay un pensamiento hegemónico, hay una norma que niega la diversidad, que ordena qué se puede decir y qué no. Y todo lo que está fuera de esa norma es inapropiado. Si es así, ¡viva lo inapropiado! Que algo me dé vergüenza siempre es buena señal, por ahí avanzo y encuentro cosas liberadoras. Para mí no hay nada más apetitoso que sacar las cosas del armario.

El periodismo está sazonado con cierta dosis de necesaria indiscreción.
GW: Puede ser. La curiosidad está muy bien, pero además es deseable que un periodista meta las narices donde nadie lo llama. Lo peor es quedarse cómodamente sentado en tu silla giratoria, como si el mundo diera vueltas alrededor de uno. No confundir indiscreto con hijo de puta.

En una novela el autor puede esconderse detrás de sus personajes. En tu libro no es así. ¿Por qué desnudarse como lo haces? ¿Te has metido en problemas con algunas de las personas involucradas en tus textos?
GW: Porque ése es mi proyecto, exponerme, que no haya distancia entre mi intimidad y la del lector. Lo que hago en cada texto es encarnarme, ser el cuerpo desnudo que encuentras en la sala y que estás invitado a tocar. No digo que sea el único camino pero éste es el mío, necesito la verdad de mis experiencias para arañar una verdad literaria, vital, compartida. Para hacer eso me pongo ahí, con mi nombre, con mi cara, con mis historias. Y entonces el texto no se está quieto, escribir para mí es poner en acción, performar, encontrarse con el otro, y radicalizarse. Ahora que lo dices, una vez escribí sobre un niño que me hacía bullying en el colegio. Escribí que lo buscaba para decirle que ya no le tenía miedo. Lo hice para hablar de la problemática del acoso escolar, fue muy personal pero a la vez creo que cualquiera que haya sido víctima de ello podía identificarse. Jamás pensé que contestaría, pero apareció. Y cuando lo hizo me quedé perpleja. Empezó a dejarme comentarios llenos de mala onda. Seguía haciéndome bullying treinta años después y ahora en las redes sociales. Y ésta fue la mejor historia.

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MasCultura 25-mar-16