100 años no son suficientes
I
Cien años: dos revoluciones, en México y Rusia, el Congreso Constituyente en el primer país promulga la Carta Magna; llegan el fin de la Primera Guerra Mundial, el socialismo y el comunismo, la muerte de Lenin, la irrupción de Stalin y Hitler en el ámbito político de sus respectivos países, se desatan movilizaciones encabezadas por Gandhi, irrumpe la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial con ríos de víctimas en Europa y Japón, triunfa la Independencia en India, se publica Pedro Páramo, se funda el Estado de Israel y la Revolución cubana consigue la victoria, Rosa Parks y Martin Luther King, los años sesenta, el 2 de octubre de 1968, como fichas de dominó se desencadenan las dictaduras latinoamericanas de Trujillo, Somoza, Stroessner, Banzer, Pinochet, Videla; se publica Yo el Supremo, persiste la Guerra Fría, hasta que cae el muro de Berlín, se incrusta el neoliberalismo, el grunge, el fin de milenio, las Torres Gemelas, la avalancha tecnológica, la Primavera árabe, Siria, Gaza, el Brexit, Trump…
II
Ulises Carrión, escritor, editor y artista mexicano, fallecido en Ámsterdam en 1989, aseguraba estar consciente de la característica efímera de su obra, proyectos que serían reemplazados por otros en tiempo y en espacio. Incluso la revista que editó junto con Aart van Barneveld fue bautizada con el nombre Ephemera. ¿Cuántos años son necesarios para considerar que esta obra o aqué- lla no son efímeras? ¿Cincuenta, cien, mil? La cultura es como la memoria: hay un movimiento silencioso de selección que escoge la información que permanece y la que se va, hay personas y una gran cantidad de obras que, por medio de movimientos similares en al ámbito cultural, se recuerdan o no: decisiones políticas o de marketing, independientes en muchas ocasiones de la calidad de la obra. A cincuenta años de la publicación de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, La broma, primera novela de Milán Kundera, o el relato “Los cachorros”, de Mario Vargas Llosa, podríamos decir que han sobrepasado la mayoría de edad, ¿cuál será su suerte al transcurrir otro cincuenteno?
III
¿A los cuántos años muere un texto? Muchas de las grandes obras literarias, musicales y artísticas sobrepasan la edad humana, sobreviven al hambre, a la devastación y a la guerra, no así los autores. Anthony Burgess, escritor estadounidense nacido en 1917, publicó La naranja mecánica en 1962 y Tremor of Intent (Vacilación) en 1966. Algunos años más tarde, Stanley Kubrick adaptó la novela del 62 al cine, y a pesar del debate por el famoso capítulo veintiuno omitido en la edición estadounidense, la cual siguió el cineasta para el rodaje, la película fue un éxito. El mismo Burgess confiesa en 1986: “Publiqué la novela A Clockwork Orange en 1962, lapso que debería haber bastado para borrarla de la memoria literaria del mundo. Sin embargo se resiste a ser borrada, y de esto la versión cinematográfica de Stanley Kubrick es la principal responsable […]. Así pues, es altamente probable que sobreviva, mientras que otras obras mías que valoro más muerden el polvo”. En febrero pasado fue el centenario de Anthony Burgess; él vivió setenta y seis años, mientras que su novela más conocida tiene cincuenta y cinco.
IV
Durante 1947, hace setenta años, se produjo una cruenta guerra en Paraguay, misma que le abrió las puertas al que sería dictador durante más de tres décadas, Alfredo Stroessner. En ese momento, el escritor paraguayo Augusto Rosa Bastos se exilió en Argentina. Él tenía treinta años. En el exilio escribió las obras que lo llevarían por el camino que desembocaría en el Premio Cervantes, que le fue otorgado en 1989, cuando Stroessner fue derrocado. Yo el Supremo trata sobre el nombrado Dictador Supremo José Gaspar Rodríguez de Francia, de Paraguay. Al respecto, Elena Poniatowska le preguntó en una entrevista recientemente publicada en Revista de la Universidad de México acerca de la literatura que se centraba en esos personajes: “Probablemente en este momento de cuestionamiento general en lo político, la figura del dictador es un signo muy rico, muy sugerente para la construcción de novela. […] No creo que sea una moda; por lo menos en mi caso está determinado por una necesidad interna”. El escritor remata con un dato que no hay que dejar pasar por la coincidencia que representa: “Tengo dos escritores a quienes quiero mucho. Al margen del afecto personal por sus personas y sus mundos, admiro sus ficciones que para mí es [sic] una realidad tan válida y tan profunda como la realidad concreta: Juan Rulfo y José María Arguedas”. Rulfo y Roa Bastos cumplen cien años este 2017.
V
Los periodos dictatoriales son encrucijadas históricas que se caracterizan por la represión física y psicológica: desparecen cuerpos y memorias. La producción literaria y artística también se ve amenazada, y muchos son los casos de censura. Este año rememoramos muchos centenarios, pero no todos. En cien años vivieron y cambiaron miles de personas, se transformó el mundo, para bien o para mal; vendrá más gente y la espiral no se detendrá, se olvidarán cosas que hoy son imprescindibles y serán remplazadas, nosotros seremos remplazados. Dos cuartillas no son suficientes para contener un centenario, ni cien años lo son para trascender la memoria.
Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza
MasCultura 17-mayo-17