El Overlook… o de cuando el hotel es el protagonista
Uno de los hoteles más emblemáticos de la literatura es sin duda el Overlook. Donde Jack Torrance, inmortalizado en el cine por otro Jack, Jack Nicholson, perdiera la cordura bajo el guión de Stanley Kubrik. Abre la puerta y descubre un poco más de aquella horrorosa historia.
Hace cinco años, para beneplácito de los amantes del terror, Stephen King publicó Dr. Sueño (Debolsillo) como secuela de El resplandor (Debolsillo), una de sus obras más emblemáticas y, también, una de las más representativas de la literatura de horror contemporánea, llevada al cine en la aclamada (y libérrima) versión de Stanley Kubrik.
Ahora que contamos los días para ver la adaptación cinematográfica de esta secuela, estamos en un tiempo inmejorable para leer y releer ambas joyas de Stephen King. En esta ocasión, no veo un mejor pretexto para hablar del lugar donde todo parece iniciar que este número dedicado a los hoteles en la literatura y el arte.
El Overlook siniestro |
En El resplandor, el Overlook era un hotel encumbrado en un paraje muy aislado de las Montañas Rocosas. Al parecer, estaba marcado por el signo de la calamidad, pues en él ocurrieron sucesos trágicos y espeluznantes: golpes del hampa, negocios turbios, suicidios y otras cosas por el estilo, además de que cambiaba de dueño en modos poco claros. Hasta aquí, podríamos decir que no era nada del otro mundo, el hotel igual era un destino del más alto lujo por sus jardines y su vista: un negocio que caminaba solo.
Durante el invierno, el hotel se convertía en un lugar tan inhóspito e inaccesible que era mejor cerrarlo. Así hace su aparición Jack Torrance, quien es contratado como custodio/conserje para cuidar de las instalaciones hasta que llegue la primavera. Jack, su esposa Wendy y su hijo Danny llegan al Overlook en el momento en que todos están saliendo. El señor Ullman, empleado del hotel, les muestra el edificio detalladamente, pero el chef Halloran le dice al chiquillo Danny que el hotel guarda algo malo que evite acercarse a la habitación 217.
Aunque se quedará solo con Wendy y Danny, Jack encuentra atractivo ese aislamiento casi to- tal para concentrarse en la escritura. El hotel es un enorme y lujoso edificio, de modo que Wendy también se siente muy a gusto. Pero Danny comienza a tener visiones terroríficas, mismas que le intrigan lo suficiente como para entrar a la habitación 217, en cuyo baño encuentra un cadáver que le sonríe, lo atrapa y lo estrangula. Wendy lo encuentra y culpa a Jack. Sin embargo, Danny le dice a Wendy que fue la señorita Massey y Jack entra a la habitación. No encuentra nada, pero escucha los pasos de la señorita Massey que viene hacia él. Jack huye de la habitación, asustado.
Las visiones del niño son cada vez más aterradoras y Jack comienza a volverse loco: se le aparece el fantasma del custodio anterior y lo convence de matar a su esposa e hijo para que el hotel pueda heredar el poder de Danny. Comienza entonces el mayor horror, pues el hotel parece usar a Jack como herramienta para la muerte.
Quienes amamos comparar las versiones originales de los libros con las adaptaciones cinematográficas, encontramos extrañamente placentero ver que el final de la historia es distinto en una y otra versiones. Todos recordamos la imagen de Jack Torrance congelado en el jardín/laberinto, pero la novela relata un acontecimiento más espectacular… que no contaré aquí para sembrar la curiosidad, pero que, les compartiré, muchos años más tarde, cuando el hotel parece ya no poder hacer daño, sigue ejerciendo su influencia escalofriantes en torno a un hotel real.
En 1974, Stephen King quería explorar lugares diferentes a los de Maine, donde vive con su esposa Tabitha y donde estaban ambientadas Carrie (Debolsillo) y Salem’s Lot (Doubleday Books), para escribir historias con escenarios más variados. Cuando se acercaba el día de Halloween, eligieron el Stanley, un lujoso y amplio hotel en Colorado, emplazado en un apacible sitio con una bellísima vista de las Rocosas.
Cuando llegaron, la víspera de la Noche de Brujas, se registraron mientras casi todos los ocupantes estaban retirándose del hotel y el personal ya estaba a punto de desalojarlo, precisamente por la temporada baja. Esa noche, los King eran los únicos huéspedes en el Stanley “con todos esos largos y vacíos pasillos”. Adivinen en qué habitación se alojaron. Exacto: la 217.
Esa noche cenaron en el comedor principal, grande y opulento, totalmente solos, comiendo los alimentos que habían quedado del turno anterior y escuchando música de orquesta grabada.
Cuando la pareja volvió a su habitación, sus maletas, que ha- bían dejado cerradas, estaban abiertas y su contenido esparcido por todos lados. Los empleados del hotel les aseguraron que nadie más había tenido acceso al hotel, mucho menos a esa habitación.
Lo espeluznante comenzó en realidad durante la noche, en los sueños de Stephen. Soñó que su hijo de tres años, que no estaba con ellos, corría aterrorizado por los pasillos del hotel, gritando y pidiendo auxilio. Lo perseguía una manguera de incendio. La pesadilla despertó con violencia al escritor, que estaba sudando profusamente. Gracias a este sueño, la historia nació en la mente del autor de terror más célebre de nuestra era. Muchas historias lindas y tristes han pasado en hoteles, pero ¿has vivido experiencias espeluznantes en uno?
Este articulo se publicó originalmente en Revista Lee+ número 111 y fue escrito por R. de la Lanza. Dicho número se encuentra disponible de forma digital y en formato físico a través de todas las Librerías Gandhi del país.