Y ¿la justicia? "La Ley del Menor" de Ian McEwan
Fiona, una jueza de reconocido renombre, se enfrenta al caso de un adolescente testigo de Jehová gravemente enfermo y que, por su fe, se niega a recibir una transfusión sanguínea que le salvaría la vida. La Magistrada del Tribunal de Justicia, quien resuelve los asuntos familiares, debe decidir si acatar la voluntad del chico o, si sobre ésta existe un interés supremo –la ley del menor– a proteger, aún en contra de sí mismo, su religión y el deseo de sus padres, quienes, a pesar de amarlo, son estrictos en cuanto al cumplimiento de sus creencias. Sea la decisión que tome, ella será la encargada de aplicar, de llevar “Justicia” a la vida, o la muerte, de Adam. A la par, su vida personal entra en una seria crisis provocada por la propuesta del marido de tener una amante, ante su inexistente e insatisfactoria vida sexual.
Pero ¿cómo ha de resolver de la mejor manera la vida ajena, si en la propia no la encuentra? Fiona quisiera tener un juez que la proteja de su marido, de la propuesta, hasta de ella y del descuido al que sometió su intimidad en aras de su éxito profesional; quisiera que alguien decidiera por ella, que le diga lo que “debe ser”; es probable que se haya equivocado en ciertas decisiones, el trabajo; más bien la forma de vida que eligió ha sido tan demandante que la ha llevado a poner su vida privada en segundo término y a veces en suspenso, pues la función que desempeña marca tantas vidas que debe seguir a pesar de lo complejo de la propia. Sí, su decisión, como la de todos los jueces, no sólo dirá quién gana el juicio y a quién le asiste la razón, sino que decidirá el destino de una vida, aunque para ello sea necesario evadir la suya.
Y, si justicia es “dar a cada quien lo suyo”, ¿será posible que esta mujer dé a Adam lo que a él corresponde tanto como ser humano, como creyente y como hijo? La Magistrada lo intentará, pero ¿lo logra? En realidad ¿da al muchacho lo que éste necesita? Siempre que se juzga se hace desde el modelo de vida y la escala de valores a que aspira cierta sociedad, pero ¿ello no olvidará las necesidades y deseos de cada individuo, mismos que pudieran ser diferentes de aquéllos, pero no por ello erróneos o ilegítimos? Es decir, la decisión de la Magistrada ¿podrá atender a lo que ordena el sistema legal y a la vez respetar la individualidad de este chico casi mayor de edad? O ¿dará, olvidando la balanza que está obligada a acatar, preferencia a alguno? O ¿será que éste es de esos casos que demuestran que el anhelo de justicia es una búsqueda estéril, pues dado lo imperfecto de la condición humana es imposible acceder a la “Justicia” realmente, resultando entonces que el derecho –herramienta que pretende materializarla- y el sistema que lo aplica, no es más que una ficción, por ende innecesaria, que no nos lleva a la “Justicia” soñada, y sólo sirve a un selecto grupo de personas que obtiene reconocimiento económico, moral, social y hasta espiritual?
Así, el libro, nos acerca de forma ligera y sin caer en excesivos tecnicismos propios de juristas al conflicto no sólo legal sino también al moral que éste representa, pero a la vez lo suficiente para comprender su magnitud, así como el entredicho en el que la “Justicia” y sus personajes se encuentran.
Por: Tania Herrera-Moro.
Ian McEwan. La Ley del Menor, Barcelona: Anagrama, 2015, 216 pp.
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MasCultura 08-abr-16