La liebre prófuga del mejor cazador. “Errores geniales que cambiaron el mundo”, de Mario Livio

Todos damos por sentado tanto los grandes descubrimientos, como los dictámenes, muy cercano a la verdad misma, que hace la todopoderosa ciencia. Cualquier cosa, hipótesis o teoría enmarcada en un discurso científico y sustentada por un hombre dedicado a la ciencia, pasa sin ser cuestionado por una cantidad importante de personas que reciben el mensaje. Tan sólo recordemos el equivocado pronóstico de un temblor sin precedentes que se auguraba para México a finales del 2013. Sin profundizar en la polémica que se desató en torno a esa teoría, sólo mencionaré dos cosas que el suceso nos permite presenciar. Lo primero es que las palabras y discursos científicos son unos de los pesos pesados a la hora de darle un orden a nuestra actual forma de vida. Segundo, los descubrimientos científicos vigentes en una época no son infalibles al error o descuido humano.

Mario Livio en “Errores geniales que cambiaron el mundo” (Ariel, 2013) hace un recuento de grandes científicos, unos más conocidos que otros, cuyos descubrimientos fueron el movimiento necesario para estimular la avalancha de investigaciones que lograría desvelar varias de las más importantes teorías de los últimos siglos.

Cuando ustedes escuchan hablar de Charles Darwin o Albert Einstein ¿qué es lo primero que piensan sobre ellos? Genios que cambiaron el rumbo de la historia con observaciones y teorías que hicieron tambalear lo que hasta el momento se había descubierto en torno a la biología y la física.

Mario Livio nos comparte una amplia investigación que no solamente indaga sobre las teorías y los errores de científicos como Linus Pauling, lord Kelvin, Fred Hoyle y las eminencias ya destacadas, sino también en algunas polémicas que llegaron a suscitar unos postulados frente a otros. Por ejemplo, en palabras del historiador de la ciencia, James Moore dice que “desde Waterloo, no hay otra batalla del siglo XIX que sea más conocida”, refiriéndose al furioso debate que se desató entre el proclamado bulldog de Darwin, Thomas Huxley y Samuel Wilberforce, obispo de Oxford.

Así es, estimados lectores, hasta las mentes más prodigiosas comenten sus errores: desde pequeños descuidos hasta monumentales traspiés. Incluso, muchos tienen como uno de sus factores la ilusión de la certidumbre. La confianza y seguridad en sí mismos son un eficaz escudo, pero si se usa desmedidamente, puede perjudicarnos como lo hizo con lord Kelvin, que hizo caso omiso de nuevos aportes y propuestas opositoras.

Desde la teoría de la evolución, hasta la teoría de la relatividad y el intento de descifrar la edad de la tierra tuvieron errores y dificultades. Cinco grandes mentes protagonistas ya presentadas: Darwin, Kelvin, Pauling, Hoyle y Einstein. Eminencias que quedan al descubierto, pero no para mal, porque sus tropiezos dejaron pequeñas fracturas que permitieron a la ciencia seguir indagando.

“Errores geniales que cambiaron el mundo” es un excelente ejemplo del ingenio humano y de cómo sus más ilustres representantes también se equivocan. 

Rolando Ramiro Vázquez Mendoza.

Mascultura 08-Jul-14