Anatomía de un soldado
Una novela verdaderamente única, pues el horror, el caos y el sinsentido de la guerra y de las vidas con las que arrasa en su torbellino de destrucción son narrados por cuarenta y cinco objetos inanimados, que involuntariamente son utilizados por los seres humanos como herramientas para destrozarse entre sí: a través del punto de vista de las botas de combate, de un casco, una medalla, una lata de cerveza, una sierra para cercenar extremidades humanas o una sofisticada pierna prostética, Harry Parker ha escrito una novela polifónica, a la que el desapego con el que los objetos narran la locura humana confiere un talante tan escalofriante, tan absurdo, que por momentos consigue que envidiemos a esos objetos por la fortuna de no encontrarse atrapados en los interminables conflictos armados.
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“Mi primer propósito consistía en mantener mi cepillo pegado al suelo mientras barría arena en una habitación pequeña y sucia. Era una batalla interminable contra el viento caliente que se arremolinaba en torno al marco de la puerta. Con el tiempo, el clavo que sostenía mi cepillo se fue desclavando hasta que cayo, y mi cepillo giro y cayo otra vez. Me desecharon. Eso habría supuesto mi final de hecho, quemaron mi cepillo con la basura, pero me reinventaron y volví a ser útil. El hombre se sujetó con las dos manos y se apoyo en mí en el borde de ese trozo de suelo plano al que estaba tan acostumbrado. La sombra moteada de la red de camuflaje ondeó al viento”.
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“Golpeó a nuestro alrededor y te levanto consigo. Roca, barro y hueso me golpearon mientras yo giraba alrededor de tu cuello en mi cadena. Tu rostro estaba desencajado junto a mi por la conmoción cuando existíamos dentro de ese rayo de violencia. Nos azoto y tu te doblaste con él. Te volteo que de manera que mi cadena quedo en tu mejilla y mi disco metálico flojo junto a tu casco”.
MasCultura 17-mayo-17