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Matria, de Fernando Llanos

No es factible saber cuáles serán las características del arte del futuro. Pero sí hemos de confiar en la capacidad humana para salvaguardarse y garantizarle un porvenir al arte, es posible anticipar algunas particularidades de ese arte por venir, así como ejemplificarlas con casos que son fundacionales para el arte del futuro.

El largometraje documental mexicano Matria (2014), del cual es director, productor y guionista el artista multidisciplinario (escritor, artista visual, músico, videoartista), curador y docente Fernando Llanos (1974), resulta un espléndido caso del arte actual que cimenta al que está por venir.

En esta película, grabada en video de alta definición, Llanos aborda aspectos de la vida de su abuelo materno, Antolín Jiménez Gamas (1890-1975), un tabasqueño que durante los primeros años de la llamada Revolución Mexicana se incorporó al ejército comandado por Francisco Villa en el cual, a la edad de veinticinco años, alcanzó el grado de teniente coronel; individuo que en 1920 ingresó a la masonería y en 1933 obtuvo el grado más alto en esa organización; personaje que carrera política en 1922, en la que fue en tres ocasiones diputado federal no por Tabasco, sino por Oaxaca; quien durante quince años tuvo cargos públicos, y quien emprendió un fructífero negocio como editor privado de las leyes mexicanas con un sistema de hojas intercambiables que se reemplazaban cada vez que se realizaba una reforma a algún ordenamiento, impresos que se adquirían mediante suscripción para garantizar la constante puesta al día de cada ley.

En la familia de Llanos no se hablaba de aspectos del pasado de Antolín Jiménez. Fue él quien, al revisar el muy bien organizado ar- chivo de su abuelo, supo que su ascendiente se casó en Oaxaca con María Cao Romero y que mantuvo una relación en la capital de México con la abuela del realizador de este documental, con quien contrajo matrimonio una vez que enviudó (la muerte de la María Cao ocurrió en circunstancias que llevan a sospechar que no fue accidental). Desde los años treinta del siglo pasado, el abuelo de Fernando Llanos se vinculó con la charrería, actividad ejercida por gente adinerada con la finalidad de continuar con las actividades que habían practicado en las haciendas que habían dejado de ser de su propiedad, y que fue impuesta como emblemática de la mexicanidad.

Como charro, Jiménez afianzó su cercanía con representantes del poder político y financiero (presidentes incluidos). Presidió la Asociación Nacional de Charros y, lo que resulta por demás sorprendente, en 1942, luego de la declaratoria del gobierno mexicano a favor de los países Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, encabezó un ejército alterno integrado por cien mil charros, que recibió entrenamiento militar y que tuvo la finalidad de combatir al ejército alemán en caso de que invadiera México. Pero más allá de lo anecdótico, Matria tiene importancia para el desarrollo de la cultura porque constituye un ejemplo fundacional de un arte por venir.

En efecto, el arte del futuro requiere de un proceso de despatriarcalización que ponga en evidencia −como Llanos lo hace en Matria− lo improcedente de la preeminencia masculina en las so- ciedades, así como lo nefasto de la persistencia de patrones machistas de conducta basados en el dominio, la conquista y el autoritarismo. Para cimentar el arte por venir se requiere comprender que el arte, desde ahora, debe ser entendido como un quehacer expandido (en este caso, una película de la autoría de alguien que anteriormente no era cineasta); que ha de tener una utilidad social (Matria es aleccionadora) y una intención sanadora (como en este caso sucedió al interior de la familia de Fernando Llanos). Que la práctica de la multidisciplina no habrá de desdibujar las especificidades disciplinares originarias, sino que las hará subsistir hasta que confluyan en algo distinto. Que el arte del fututo habrá de ser abierto y ajeno a la homogeneización que hoy en día priva en el contexto occidental global. Que en sus procesos productivos habrán de existir solidaridad y colaboración. Que habrá de eludir esa nociva autovictimización y justificación que son inherentes a toda postura subalterna. Que −al menos mientras sustituye al arte hegemónico actual− será irreverente. Y que se alejará, en fin, del artecentrismo, como sucede en esta película. ¡Que viva Matria!

Este texto fue escrito por Carlos-Blas Galindo y se encuentra en el número 114 de Revista Lee+. Su versión física se encuentra disponible en todas las Librerías Gandhi de México y la versión digital la pueden disfrutar aquí.